Vista de 'Terrafilia' en el Museo Thyssen. Foto: TBA21/ Maru Serrano

Vista de 'Terrafilia' en el Museo Thyssen. Foto: TBA21/ Maru Serrano

Arte

La exposición del verano se llama 'Terrafilia' y muestra el amor por el planeta a través de cinco siglos de arte

La muestra del Museo Thyssen explora la relación de la humanidad con la naturaleza recorriendo casi un centenar de obras.

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La orientación de la política, la economía y la cultura de una sociedad, hasta lo que llamamos el “sentido común”, están determinados por la “cosmovisión” que le es propia. O dicho llanamente: por la forma en que concibe el mundo.

Terrafilia. Más allá de lo humano en las colecciones Thyssen-Bornemisza

Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid. Comisaria: Daniela Zyman. Hasta el 24 de septiembre

Pues bien, parece cada vez más plausible que la catástrofe ecológica en que estamos inmersos tiene como última causa y fundamento una cosmovisión que entiende la naturaleza como un gigantesco almacén de materias primas y un vertedero sin fondo. Sin embargo, esto no ha sido siempre así ni en todas partes.

En realidad, a lo largo de la historia, lo predominante ha sido entender la naturaleza como una entidad con vida propia, en la que los seres humanos, que formamos parte de ella, nos vinculamos entre nosotros y con el resto de lo vivo de múltiples maneras.

Hoy en día estas ideas se vuelven a poner en circulación a través de propuestas científicas como Gaia (la Tierra como superorganismo) o del rescate de tradiciones no occidentales, como la Pachamama (la Madre Tierra de la cosmología andina).

Se nos olvida que en nuestra propia tradición occidental ha existido (aunque de forma marginal) una concepción de este tipo, la denominada Naturphilosophie, cultivada por científicos humanistas (o al revés) tan eminentes como Goethe y Humboldt.

Entrada a la exposición 'Terrafilia'. Foto: TBA21 / Francis Tsang

Entrada a la exposición 'Terrafilia'. Foto: TBA21 / Francis Tsang

Es necesario, por tanto, para afrontar la problemática ambiental, actualizar la relación de la humanidad con el medio natural, y a pensar sobre ello está dedicada esta exposición. Toma como título un feliz neologismo, Terrafilia, o sea, el amor por el planeta en que habitamos.

Es el último capítulo de la serie que su comisaria, Daniela Zyman, ha organizado con la Fundación TBA21, aunque en esta ocasión hay un salto cualitativo. Mientras que en las anteriores exposiciones se trataba de mostrar, desde cierta perspectiva, los fondos de la Fundación de Francesca Thyssen, en esta ocasión se suman los del propio Museo Thyssen.

La muestra reúne un apabullante conjunto de piezas y alberga encuentros realmente felices

También se instala en sus salas “nobles” y, lo que enseguida llamará la atención al visitante, con un montaje de gran presencia que sirve, entre otras cosas, para mantener resguardadas la veintena de importantes cuadros de maestros clásicos de la muestra.

Esta se organiza a través de cinco secciones y un prólogo. Sus títulos son elocuentes. El preludio se llama “Cosmogramas” y alude a las imágenes creadas para definir el universo. El artista mexicano Dr. Lakra las plasma mediante esculturas que combinan diferentes mitos de creación.

Una de las salas de 'Terrafilia'. Foto: TBA21/ Maru Serrano

Una de las salas de 'Terrafilia'. Foto: TBA21/ Maru Serrano

“Un planeta animado” reúne obras que replantean las relaciones de humanos y no humanos en el tejido de la vida. Una visión que es patente en los cuadros de Regina de Miguel o en el extraordinario proyecto de Asunción Molinos, y resulta un tanto inverosímil en las obras de Kandinski y Roberto Matta. Lo problemático no es su antigüedad, porque más lo es Orquídea y colibrí cerca de una cascada (1902), de Martin Johnson Heade, que se articula perfectamente.

“El arte de los sueños” es el siguiente capítulo. Hablar de sueños es pertinente para referirse a la capacidad utópica del arte, aunque en mi opinión es un comodín que serviría para cualquier exposición. Aquí me llaman la atención las vibrantes escenas del visionario Burchfield y la estupenda escultura (de pesadilla más bien) de Sarah Lucas.

Vista de 'Terrafilia'. Foto: TBA21/ Maru Serrano

Vista de 'Terrafilia'. Foto: TBA21/ Maru Serrano

La sección “El mundo objetivado” nos trae escenas que hablan del deseo de conocimiento y por tanto de control, característico de la modernidad y su razón instrumentalizada. Nada más evocador entonces que Rincón de una biblioteca (1711) de Hans Baldung.

“Terra infirma” alude a la condición vulnerable y vulnerada de la Tierra. Por eso Ana Mendieta e Yves Tanguy, con paisajes hendidos y caóticos. Y, sobre todo, H. Yamguen.

El siguiente capítulo es “El retorno al tiempo de los mitos”. Aquí vemos el Mandala de Chakrasamvara (s. XVIII) y los rituales purificadores de Ayrson Heráclito, presentados como herramientas para la transformación individual y colectiva.

Y finalmente, “Cosmogonías oceánicas”, que otorga al mar y a la atmósfera como origen de la vida un papel primordial en ese nuevo contrato planetario que evoca la muestra. Las imágenes de Susanne Winterling aúnan belleza y conocimiento. Y la escultura plana de Josèfa Ntjam, visión y sobresalto.

El especial montaje de 'Terrafilia' en el Museo Thyssen. Foto: TBA21 / Francis Tsang

El especial montaje de 'Terrafilia' en el Museo Thyssen. Foto: TBA21 / Francis Tsang

La muestra reúne un apabullante conjunto de piezas y alberga encuentros realmente felices. Vale la pena comprobarlo. También, como suele suceder en este tipo de exposiciones, la calidad es desigual y la presencia de algunas obras parece arbitraria.

Podemos criticarla como producto de las modas culturales. O elogiarla como prueba de sensibilidad a la problemática de su tiempo. A estas alturas no creo que se pueda distinguir lo uno de lo otro. Cuestión muy distinta sería una exposición acerca de una nueva relación con el planeta y que ella misma fuera su prueba.