
Graciela Iturbide antes de la entrevista en Casa México. Foto: Rodrigo Mínguez
Graciela Iturbide: "El Premio Princesa de Asturias es un reconocimiento para toda la fotografía latinoamericana"
Inaugura en la Fundación Casa de México una exposición de 105 piezas, que abarca 45 años de trayectoria y en octubre recibe el Princesa de Asturias de las Artes 2025.
Más información: La fotógrafa mexicana Graciela Iturbide, Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025
Recién llegada a la capital y adaptándose al jet lag del vuelo, Iturbide (México, 1942), cercana y cariñosa, nos regala treinta minutos de animada charla sobre sus casi cincuenta años de trayectoria fotográfica.
La identidad mexicana, las fiestas populares y los retratos femeninos son quizá, sus grandes temas, aunque destacan también sus fotografías de pájaros o de coches, estas últimas expuestas por primera vez en esta exposición.
La concesión del Princesa de Asturias de las Artes 2025 supone un revulsivo para la fotografía femenina latinoamericana reconociendo la exquisita trayectoria de esta "hispanomexicana", como ella misma se define.
Pregunta. ¿Cómo nació esta exposición y qué podrán ver nuestros lectores?
Respuesta. La muestra la ideó Cándida Fernández en Fomento Cultural Banamex y la articuló Juan Rafael Coronel Rivera. Él fue a mi estudio, revolvió cajones, abrió cajas, y escogió con total libertad. Verán, sobre todo, fiestas y rituales de los pueblos originarios de México, pero también alguna fotografía de la India.

Graciela Iturbide frente a su famosa fotografía "La señora de las iguanas". Foto: Rodrigo Mínguez
P. ¿Siempre usa la misma cámara?
R. Soy fiel a tres: mi Leica M6, una Rolleiflex de los cuarenta y una Mamiya 6 × 6. Viajan conmigo: la Leica dentro de una bolsita y las otras dos colgadas. Con ellas cargo rollo tras rollo; puedo disparar tres carretes en un mes o en un día, depende de la sorpresa.
P. ¿Lleva 45 años siendo fiel a estas tres cámaras?
R Sobre todo con la Leica. Probé la Hasselblad, pero la cámara no "quería" conmigo: me la robaron dos veces y hacía demasiado ruido. Era una señal.
P. Acaba de recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025. ¿Qué significa para usted?
R. Pues mucha emoción. Nunca me lo esperé. Soy mestiza—vasca y aragonesa por mis bisabuelos y profundamente mexicana de corazón—. Mi sangre es española y mexicana y siento que el premio celebra esa mezcla y, sobre todo, a la fotografía latinoamericana, que a veces queda en la sombra, lo recibo en nombre de todas mis colegas del continente.

Detalle de la exposición. Foto: Rodrigo Mínguez
P. ¿Qué ha cambiado entre sus primeras imágenes y las más recientes?
R. Mucho. Ha cambiado el entorno. Antes vivía en las comunidades: dormía en casa de las mujeres, vendía tomates con ellas en el mercado. Hoy el narcotráfico ha vuelto peligroso volver. Entonces cambié mis motivos y empecé a fotografiar los pájaros, las piedras, los volcanes. Sigo confiando en la sorpresa, pero ahora encuentro la inspiración en la lava de Lanzarote o en un jardín botánico de Oaxaca.
“Mi trabajo es lo que mi ojo ve y lo que mi corazón siente”
P. ¿Qué representan los pájaros en su obra?
R. La libertad. San Juan de la Cruz tiene un poema que se titula Dichos de luz y amor y dice: “Las propiedades del pájaro solitario son cinco: / la primera, que se va a lo más alto / la segunda, que no sufre compañía, ni aun de su misma especie / la tercera, que pone el pico en lo más agudo / la cuarta, que no tiene determinado color / la quinta, que canta suavemente"… Busqué esa imagen en Segovia, porque él estuvo viviendo en un convento ahí, y lo encontré en una azotea, un pajarito sobre un árbol huérfano. Ese instante me basta para disparar una serie entera.
P. ¿Cómo decide empezar a fotografiar cada serie?
R. No trabajo con guiones. Si los seris del desierto de Sonora me invitan, vivo con ellos, aunque en estos tiempos es un poquito difícil; si un cactus aparece envuelto en periódicos como en el Jardín Botánico de Oaxaca, lo fotografío. Viajo con la cámara preparada para lo imprevisto; Vine, por ejemplo, con Cristina García Rodero a fotografiar la fiesta del Rocío, la fiesta, la gente amabilísima.

Unos momento antes de la entrevista. Foto: Rodrigo Mínguez
P. ¿Por qué toda su obra es en blanco y negro?, ¿dónde está el color?
R. Yo aprendí con Manuel Álvarez Bravo, mi maestro, el blanco y negro. Y para mí es más abstracto, condenso más las imágenes. Bueno, hasta sueño en blanco y negro. Así por decirte. Anoche soñé que unas hormigas iban en desfile en blanco y negro. Muy chistoso. El color sólo lo usé para fotografiar el baño de Frida Kahlo; pero no lo revelé yo, como suelo hacer con el resto de las fotos, preferí imprimirlo en Estados Unidos, donde miman el pigmento.
P. Deténgase en ese baño de Frida.
R. Diego Rivera cerró la casa quince años, después Dolores Olmedo la mantuvo sellada medio siglo. Cuando al fin abrieron el baño de Frida Kahlo, encontré corsés, muletas, prótesis—objetos de dolor—y carteles de Lenin y Stalin. Recordé tarde que Frida pintó Lo que el agua me da en esa misma tina. Tal vez el inconsciente me guio. Es el único trabajo que tengo en color.
P. Muchos de sus retratos femeninos, como la Señora de las iguanas, se han convertido en imágenes icónicas. ¿Qué papel juega el feminismo en su trabajo?
R. Soy feminista y pertenezco a la genealogía de mujeres que han mirado. Pero mi obra no es panfletaria: retrato hombres, mujeres, animales, casas, perros, piedras, cabritas en hamacas… Lo esencial es la complicidad: mi trabajo es lo que encuentro, lo que mi ojo ve y lo que mi corazón siente.
P. ¿Cuáles son sus referentes?
R Álvarez Bravo, mi maestro en la fotografía y en la vida: veíamos ópera por la tarde y me prestaba libros. Francisco Toledo, que es un gran pintor mexicano, me invitó a Juchitán y a fotografiar el Jardín Botánico; allí descubrí plantas vendadas como pacientes, pura poesía. Y Sebastião Salgado, que éramos muy amigos, el día en que me comunicaron que me daban el Princesa de Asturias también me enteré de su muerte. Fue un día agridulce.
P. ¿Un consejo para un fotógrafo joven?
R. Primero cultivarse: leer, ver pintura, asistir a conciertos. Luego pasión y disciplina. El ojo se educa con el mundo, no sólo con la cámara.
P. ¿Cómo ve el futuro entre lo analógico, lo digital y la inteligencia artificial?
R. Mientras el resultado sea honesto, todo vale. Salgado juró que nunca usaría digital y su última serie —enteramente digital— es impecable. Yo guardo una cámara digital: quizá filme un corto con mi nieto. La ética está en la mirada, no en el dispositivo.

Graciela Iturbide en un momento de la entrevista. Foto: Rodrigo Mínguez
P. Usted rechaza la idea del “otro” en la fotografía antropológica.
R. No retrato al “otro”: soy parte de aquello que fotografío. Cuando llegaron los holandeses y los alemanes, venían a ver lo exótico, claro, le llamaban "el otro", al indígena. Pero yo no, yo no soy el otro. Yo soy parte de esas comunidades. Mis amigas vienen a mi casa. Yo voy a su casa. En México, habito mi cultura; en India o en Estados Unidos quizá yo sea la extranjera, pero busco la complicidad de una mirada. Si alguien me pidiera que baje la cámara la bajaría de inmediato: sin teleobjetivos ni flashes, sólo cercanía.
P. ¿Qué opina de la descolonización de los museos y de la la restitución de piezas a México?
R. Mientras las piezas estén bien cuidadas y seguras, no me obsesiona. Transportar el penacho de Moctezuma lo dañaría de un modo irreparable. Prefiero que se conserve íntegro, incluso lejos: la memoria también se cuida a distancia.
“No retrato al “otro”: soy parte de aquello que fotografío”
P. ¿Cuál es su fotografía favorita de toda su trayectoria?
R. Mujer ángel. Subí con unos jóvenes a una cueva de pinturas rupestres del desierto de Sonora. Entonces al bajar estuve tomando fotos y, a la hora de hacer el fotolibro, me pregunta el editor: "¿Y esta foto?. Y le digo: "No, yo no la tomé". Y él contesta: "Pero ¿cómo fue? ¿Cómo están las fotografías?". No fue un disparo consciente. No recordaba haber disparado. Esa foto me la regaló el desierto, por eso la amo.
P. ¿Cuáles son sus próximos proyectos?
R. Volver al cuarto oscuro, imprimir, ordenar mi archivo. Seguiré con volcanes en Lanzarote, con piedras en Machu Pichu, con jardines secretos. Y cuando aparezca un pájaro, ahí estaré, Leica en mano.