La Capilla Sixtina con 'El Juicio Final' de Miguel Ángel.

La Capilla Sixtina con 'El Juicio Final' de Miguel Ángel.

Arte

Cónclave bajo la mirada de Miguel Ángel: la Capilla Sixtina se blinda para la elección del nuevo Papa

'El Juicio Final' del maestro italiano será de nuevo testigo del hermético ritual para elegir al nuevo sumo pontífice, sucesor del difunto papa Francisco.

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María Cantó
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Cada vez que la Iglesia católica se enfrenta a la elección de un nuevo papa, todas las miradas se dirigen a ese espacio tan sagrado como paseado, con más de 5 millones de visitantes al año, que permanece cerrado al público desde el 28 de abril: la Capilla Sixtina. Este lugar mundialmente conocido, construido a finales del siglo XV por orden del papa Sixto IV y visitado por 20.000 mil personas al día, es donde se produce este misterioso y hermético ritual para elegir al nuevo pontífice: el cónclave, del latín cum clave, "bajo llave".

Toda protección es poca para preservar el voto de los 133 cardenales de 71 países que este miércoles 7 de mayo (a partir de las 16:30) se reunirán bajo la atenta mirada de Miguel Ángel, para elegir al sucesor del difunto papa Francisco.

El Vaticano desactivará su red de cobertura de telefonía móvil en todo su territorio y requisará los teléfonos de los cardenales, así como de todo el personal eclesiástico o laico, desde los ceremonieros a los ascensoristas, vinculados en la organización del cónclave.

Todos ellos han prestado juramento para guardar absoluto secreto de lo que ocurra ahí dentro. Si desvelan lo tratado, la pena es la excomunión. La elección de este lugar para celebrar el cónclave no es casual ni reciente, se remonta a 1492, con la elección del Papa Alejandro VI.

Fue elegida por ser originalmente la capilla privada del sumo pontífice y el sitio donde se celebran las mismas más importantes, así como por su proximidad al resto de estancias papales y su aparente facilidad para blindarse al exterior. 

Aunque desde el siglo XIX todos los cónclaves se habían celebrado ahí, fue en 1996 cuando Juan Pablo II quiso reforzar por decreto (con la Constitución Universi Dominici Gregis) que la Capilla Sixtina fuese siempre el lugar del cónclave, consolidando esta tradición como norma jurídica.

El papa y santo polaco opinaba que los frescos de grandes maestros renacentistas en sus muros y, sobre todo, el Juicio Final de Miguel Ángel, podrían inspirar a los electores. "Dispongo que la elección se continúe desarrollando en la Capilla Sixtina, donde todo contribuye a hacer más viva la presencia de Dios, ante el cual cada uno deberá presentarse un día para ser juzgado", dejó por escrito. 

El Juicio Final de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina de Roma.

El Juicio Final de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina de Roma.

Asimismo, en su Homilía durante la Misa celebrada el 8 de abril de 1994, con motivo de la conclusión de los trabajos de restauración del Juicio Universal, Juan Pablo II aseguró que "la Capilla Sixtina es el lugar que para todo Papa encierra el recuerdo de un día especial de su vida. Justamente en este sitio, en este espacio sagrado, se recogen los Cardenales, en espera de la manifestación de la voluntad de Cristo con respecto al Sucesor de San Pedro". 

No deja de ser simbólico, pero el papel que juega la obra magna del maestro italiano es muy relevante. Durante la votación del cónclave, los cardenales deben avanzar hasta el altar, justo delante esta compleja obra maestra del siglo XVI pintada casi íntegramente por Miguel Ángel durante cuatro años, y emitir su voto bajo la mirada de Cristo Juez, en una representación que recuerda el carácter espiritual de la decisión. Como bien señaló Juan Pablo II, no están eligiendo a un líder político, sino al sucesor de San Pedro.

Miguel Ángel fue muy criticado por esta representación atípica de la figura de Dios que se aleja de ese salvador misericordioso del arte cristiano para erigirle como un juez severo, incluso malhumorado, y todopoderoso. Sin embargo, esa idea refleja la posición de responsabilidad moral máxima que deberán asumir los cardenales al emitir el juicio más importante de la iglesia católica.

“Pondré por testigo a Cristo, quien me juzgará”, juran antes de votar, una vez han avanzado por un pasillo en el centro de la sala—que no estará videovigilada por dentro, pero sí contará con sistemas anti-drones, protección láser y bloqueadores de señal—, papeleta en mano y pronunciando este juramento en voz alta. Luego, depositan el voto en la urna, instalada en una mesa central donde se hará el escrutinio. 

A su lado se coloca una estufa de hierro, conectada a una chimenea externa que se ha añadido temporalmente al techo —desde hace años se utiliza una auxiliar en la que se introducen productos químicos para garantizar un color nítido al humo—. De allí saldrá la famosa “fumata” negra o blanca, símbolo del resultado de cada votación. 

Cada jornada de votación puede incluir hasta cuatro rondas (dos por la mañana y dos por la tarde). Aunque hay quienes pronostican que este será un cónclave corto, según el obispo de San Sebastián, Fernando Prado, si ningún candidato obtiene la mayoría de dos tercios, se queman las papeletas con productos químicos que provocan una fumata negra. Cuando se alcanza el consenso, el humo es blanco y se oye sonar la campana de la Basílica de San Pedro. 

Lo cierto es que, durante el cónclave, la Sixtina se transforma. Se instalan hileras de mesas y sillas asignadas para todos los cardenales electores (aquellos menores de 80 años), dispuestas a lo largo de los muros laterales, bajo las pinturas renacentistas de Botticelli, Perugino, Ghirlandaio y Rosselli, que narran escenas de la vida de Moisés (Las pruebas de Moisés) y de Cristo. 

Estas escenas, que representan episodios claves del Antiguo y del Nuevo Testamento como la liberación del pueblo de Israel o los milagros de Cristo, rodean a los cardenales mientras se preparan para emitir su voto. Cada fresco, que reflejan el sacrificio, la redención y lo divino, parece un recordatorio constante del peso espiritual de su decisión.  

Tras la elección, el nuevo Papa se retira a una habitación contigua, el llamado Cuarto de las Lágrimas, donde se reviste con la sotana blanca. Luego regresa a la Capilla para recibir el homenaje de los cardenales, antes de ser presentado a los millones de fieles desde el balcón de la Basílica con el Habemus Papam.