
Maruja Mallo en su estudio de Madrid, 1936. Foto: Maruja Mallo, VEGAP, Santander, 2024
Maruja Mallo, la mejor surrealista española, según Dalí: "mitad ángel, mitad marisco"
La mayor retrospectiva dedicada a la gran pintora de la Generación del 27 se abre al público este sábado en el Centro Botín de Santander. En octubre llegará al Museo Reina Sofía.
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Cruce de luciérnaga y ciempiés, brujita joven con cara de pájaro, nadadora sumergida, monstruo y tragedia. Mucho se ha escrito sobre la Mallo. Dalí afirmó que era "mitad ángel, mitad marisco" y Lorca que su pintura contenía "toda la imaginación, emoción y sensualidad del mundo". Ortega y Gasset la apadrinó en 1928 ofreciéndole exponer sus famosas Verbenas (1927-1928) –"creaciones mágicas de medidas exactas", como ella las definió; abigarradas composiciones centrípetas donde ridiculiza lo popular y la españolidad– en la sede de la Revista de Occidente.
Maruja Mallo ha sido, sin duda, la pintora más importante del surrealismo español (André Breton le compró Espantapájaros en 1932 afirmando que era "una de las grandes obras del surrealismo") y esta se nos presenta como una muestra histórica, la más importante desde la que produjo el CGAC en el año 1993.
A pesar de su polémica exposición pública, donde el personaje eclipsaba a la artista, ella mantenía su privacidad oculta bajo gruesas capas de maquillaje. Una máscara protectora que, al final de su vida, se fundiría con su propio rostro. Poco se sabe realmente de su intimidad, más allá de las anécdotas que alimentaron a un personaje asilvestrado y procaz, emblema del escándalo, icono de la movida de los ochenta, de labios pintados de intenso carmín y sombra de ojos azul turquesa.
Sabemos que esta gallega cosmopolita nace en Viveiro (Lugo) el día de Reyes de 1902 en el seno de una familia de catorce hermanos, y que los constantes traslados de su padre, funcionario de aduanas, le ofrecen la oportunidad de residir en varias ciudades. Al llegar a Madrid en 1922 se matricula en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, siendo la primera mujer en aprobar sus exámenes y la primera en ser admitida. Su talento había fascinado a su padre, quien la apoya a ella y a su hermano, el escultor Cristino Mallo, en su vocación artística.
En la Academia de San Fernando coincide con Dalí y se hacen íntimos. Un día, mientras pasean por la Puerta del Sol junto a Lorca y a Margarita Manso, deciden quitarse los sombreros porque "les congestionaban las ideas" –así lo cuenta la propia artista en una entrevista televisiva del año 92 que pueden encontrar en YouTube–. Es entonces cuando un grupo de muchachos les apedrean, lo que les obliga a huir por la boca del metro. Así nacen las Sinsombrero, esas mujeres, intelectuales y artistas, de la Generación del 27 que se opusieron a las imposiciones de los discursos esclerotizados, enarbolando la libertad.

'Naturaleza viva XII', 1943. Foto: Fundación María José Jove / Maruja Mallo / Vegap, Santander, 2024
El terremoto de Maruja pronto se sitúa en el epicentro de la vida cultural de la capital, acudiendo a las delirantes tertulias de la época con Dalí, Lorca, Buñuel o Rafael Alberti, que acababa de ganar el Premio Nacional de Poesía por Marinero en tierra (1925) y con quien mantuvo un noviazgo de cinco años.
Ella ilustraba sus poemas y diseñaba las escenografías de sus obras teatrales mientras él escribe La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo (1929): "dime por qué las lluvias pudren las horas y las maderas. / Aclárame esta duda que tengo sobre los paisajes. / Despiértame". También se le conoce un efímero romance con Miguel Hernández, ocho años menor, a quien –se cuenta– rompió el corazón.
A través de la hibridación y el sincretismo crea una personal cosmografía entre lo atómico y lo atávico, lo verbenero y lo euclidiano
Así fue Maruja Mallo, invencible en su sueño, sin miedo a nada. Cuando Juan de la Encina, nos relata la comisaria de la muestra, Patricia Molins, publicó una crítica negativa sobre ella en el diario El Sol, ella le responde con una carta quejándose de que el texto aludía a su aspecto más que a su arte, pidiéndole seriedad y respeto para su obra.
Esta exposición, cuya versión madrileña será más completa en ciertos aspectos que su versión cántabra, ha reunido, en la mayor retrospectiva hasta la fecha, piezas dispersas por todo el mundo. Presenta, además, un dibujo inédito y un cuadro desaparecido.

'Máscaras. Diagonal II', (hacia 1949-1950). Foto: © Maruja Mallo, VEGAP, Santander, 2024
Su ordenación cronológica respeta su metodología de trabajo en series, e incluye once períodos, incluidos sus casi 30 años de exilio en Argentina: "Verbenas y estampas" (1927-1928), "Arquitecturas minerales y vegetales (1932-33) y Construcciones rurales (1933-36)", "Cerámicas", "Cloacas y campanarios" (1929-32), "Teatro", "Fotografías", "La religión del trabajo" (1936-39), "Sala de estudios", "Naturalezas vivas (1941-44), Cabezas (1941-52) y Máscaras (1948-57)", "Atletas y acróbatas (años 50), Moradores del vacío (1968-1980) y Viajeros del éter (1982)" y por último "Revista de Occidente".
Nos recomienda su comisaria no perdernos sus fotografías, ya que fue la única mujer de la época que se autorrepresenta. Aunque no llega a pintar autorretratos, se fotografía en composiciones surrealistas; como diosa salida del mar cubierta de algas en las playas chilenas o acompañada de cráneos de burro que encuentra por el campo castellanoleonés durante su época de profesora de dibujo en Arévalo.
También cabe destacar su trabajo teatral en las escenografías y figurines de la obra Clavileño para la Residencia de Estudiantes. Junto a Rodolfo Halffter comienza a trabajar en este ballet, cuyo estreno quedó truncado por el estallido de la Guerra Civil y su posterior exilio. Los figurines eran muy ingeniosos, pues los pensó a escala humana, como esqueletos móviles. Ahora han encargado a artesanos gallegos que los recreen y podremos disfrutarlos como nunca antes.
Emociona redescubrir a la Mallo, en realidad Ana María Gómez González, aunque ella prefería que la llamaran Mariúnica, como una adelantada a su tiempo: precursora del feminismo, la ecología, la magia y el esoterismo, de la hermandad entre razas y pueblos y de la fluidez de las identidades; temáticas que conectan sorprendentemente con los intereses contemporáneos; no en vano el diseñador J. W. Anderson le dedicó una colección el año pasado para la marca Loewe.

Maruja Mallo como diosa del mar en las playas de Chile. Foto: Archivo Maruja Mallo
Su exquisito y meticuloso trabajo realizado tras exhaustivos estudios de luz, color y composición, devienen conjuros, fórmulas mágicas donde la hibridación y el sincretismo crean una personal cosmografía. Entre lo atómico y lo atávico, lo verbenero y lo euclidiano, lo animado y lo inerte o el marxismo y la teoría de la relatividad, Mallo bucea entre infinitos símbolos y referencias que integra en su pintura fascinada por la diversidad y la exuberancia del mundo.
Tras una vida muy longeva muere en Madrid en 1995, después de pasar sus últimos diez años encamada en un sanatorio tras una rotura de cadera. Celebramos heredar su obra que, aunque escasa –solo se conservan un centenar de lienzos–, permanece bien documentada en un archivo que ella misma organizó, y que, aún hoy, encierra múltiples enigmas por descifrar.
