Pablo Capitán del río: 'La fuga ebria', 2015. Foto: Lukasz Michalak / Fundación Banco Santander

Pablo Capitán del río: 'La fuga ebria', 2015. Foto: Lukasz Michalak / Fundación Banco Santander

Arte

El arte emergente brilla como medida de la historia con la Fundación Banco Santander

La exposición celebra una década de apoyo al arte emergente desde el programa Open Studio.

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Pensemos por un momento en los bisontes de Altamira o en la belleza de los ángeles de ojos rasgados de Giotto. Entre ellos hay, al menos, 17.000 años de diferencia. Una medida temporal imposible de aprehender por nuestras mentes finitas. Para atrapar ese tiempo inconmensurable, el arte se despliega como medida de la historia; testimonio y espejo en el que reflejarnos.

Una década, ante el abismo de la infinitud, puede parecer un suspiro, pero supone un termómetro preciso del zeitgeist de las narrativas que nos acechan. Y estos últimos diez años, reconozcámoslo, han sido demoledores. Una pandemia, guerras inverosímiles, liderazgos políticos polarizados y un mundo latiendo en un vertiginoso destino dictado por los algoritmos y la IA.

Es ahora cuando tiene sentido hacer balance, y eso es lo que propone Un tiempo elástico (2013-2023), el broche final a las diez ediciones del Premio a la Producción Artística otorgado por la Fundación Banco Santander en colaboración con Open Studio; el programa que se dedicó a impulsar la carrera de jóvenes creadores emergentes españoles en los inicios de sus trayectorias. Ahora la Fundación trabaja en otros proyectos, como su nueva sede Faro Santander que, tras los trabajos de remodelación proyectados por el famoso arquitecto David Chipperfield, abrirá sus puertas en 2026.

El relato de la exposición, dibujado por su comisaria Beatriz Alonso, encaja en el plano. Las piezas conversan naturalmente, como si fueran viejas amigas que se saludan con alegría y serenidad. La responsabilidad de este tempo sosegado recae, también, en el acertado diseño expositivo que ha proyectado el estudio de Gonzalo del Val y Toni Gelabert, atravesando transversalmente la sala de 1.000 m2 con una pared curva que es, a su vez, columna vertebral, ventana y puerta, camino y límite, entre unas piezas y otras, mientras descubre nuevos espacios e introduce la luz natural del jardín en la exposición.

Plástica de Belén Rodríguez (Valladolid, 1981), una intervención mural realizada con piezas de plástico recogidas de las playas cántabras, abre la exposición. Rodríguez convierte la basura en escultura expandida, en sutiles acentos de color contenidos y expansivos a la vez. Otro acierto ha sido integrar la pieza de Irati Inoriza (Balmaseda, 1992), Recolectar y amontonar, 2025, formada por algas y resina, en la propia arquitectura efímera, atravesándola circularmente de un plano a otro, así como las algas ejercen de eje conector entre el agua y la tierra.

Vista general con las obras de Irati Inoriza y Belén Rodríguez. Foto: Lukasz Michalak / Fundación Banco Santander

Vista general con las obras de Irati Inoriza y Belén Rodríguez. Foto: Lukasz Michalak / Fundación Banco Santander

Siguiendo el recorrido, aunque no haya un único sentido del trayecto, sino múltiples comienzos, nos encontraremos con las esculturas Ser por separado (2022-2024) de Mònica Planes (Barcelona, 1992), huellas solidificadas de cuerpos en movimiento que trepan por las paredes, evocando los moldes humanos rescatados de las cenizas de Pompeya.

Desde el enorme ventanal vemos un artefacto singular. Parece una canoa, pero es una fuente. La fuga ebria, 2015, de Pablo Capitán del Río (Granada, 1982) es una pieza que deconstruye la función natural de los objetos, como ha hecho en Manley I y Manley II, sillas que apelan a los cuerpos ausentes destinados a ocuparlas. La silla deviene escultura sustituyendo los elementos de confort, como el escay, por cemento porcelánico.

El relato de la exposición encaja en el plano. Las piezas conversan naturalmente, como si fueran viejas amigas

Planes establece una conversación cruzada con Capitán del Río, igual que Jesús Madriñán (Santiago de Compostela, 1984) lo hace con Belén Rodríguez en el relato del fragmento. Uno declinado desde la escultura y el otro desde la fotografía aterciopelada de cálidos turquesas tomadas en Lanzarote que nos hablan sobre la inmigración y el turismo de masas.

En la línea de la cotidianidad redescubierta también se posiciona Javier Rodríguez Lozano (Madrid, 1992), quien toma las cenefas kitsch de flores de las cortinas de las casas de su pueblo familiar en Castilla-La Mancha para crear lienzos matéricos y casi postimpresionistas de pincelada gruesa al estilo de Vincent Van Gogh.

Andrea Aguilera (Bilbao, 1997), en un plano minimalista, propone un proyecto fotográfico-escultórico de infraleves –como diría Marcel Duchamp– objetos que pasan inadvertidos, residuales, como un mueble tirado en la calle o los restos de vainas de guisantes sobre papel higiénico. Aguilera consigue elevar lo intrascendente y hacerlo resonar en escalas artísticas de formas exquisitas.

Olmo Cuña (Vigo, 1983) nos invita a un viaje por los símbolos de la colonización con el único vídeo de la muestra, COLOSAL n.8, cuyos frames, pintados a mano, nos trasladan al barrio madrileño de Vallecas, donde se encuentra una rotonda con una cabeza olmeca, réplica exacta de las cabezas esculpidas por esta cultura precolombina. Donada en 2005 por el estado mexicano de Veracruz a la Comunidad de Madrid, le sirve para crear una reflexión retrofuturista y distópica sobre su forma y sentido.

Elvira Amor (Madrid, 1982) revisa su trayectoria con trabajos de diferentes épocas que exploran la pintura expandida como experiencia sensorial y que articula a través del concepto indonesio de “tiempo de goma”, y Mario Santamaría (Burgos, 1985), en Latencia negro esmeralda, 2024, emborrona la ficción y la realidad a partir del Medusa Submarine Cable, la mayor infraestructura de comunicaciones del mar Mediterráneo. Santamaría dibuja su recorrido submarino y lo inserta con inteligencia en el Google Street View, desde donde podemos acceder a un interior imaginado.

La ecología, el antropoceno, la migración, las ucronías, el impacto de las nuevas tecnologías, la cotidianidad inadvertida o la ficción colonial, son algunos de los temas que explora este tiempo elástico y transgeneracional.