Eduardo Chillida con 'Topos V' en Zabalaga. Foto: Archivo Eduardo Chillida. Cortesía de la Sucesión Eduardo Chillida y Hauser & Wirth

Eduardo Chillida con 'Topos V' en Zabalaga. Foto: Archivo Eduardo Chillida. Cortesía de la Sucesión Eduardo Chillida y Hauser & Wirth

Arte

Eduardo Chillida, el escultor que doblegó el hierro, cumple 100 años

Celebramos el centenario de una de las grandes figuras de la escultura, renovador de la abstracción tridimensional, escultor del vacío, hacedor de una magna obra que ha dejado huella en muchas ciudades.

10 enero, 2024 02:15

Eduardo Chillida Juantegui nació el 10 de enero de 1924 en Donostia/San Sebastián. Sus padres Pedro Chillida, militar de carrera, y Carmen Juantegi, dedicada a la música, tuvieron tres hijos, siendo Eduardo el primero. Contaba 13 años cuando en 1937 tuvo una estancia en París para aprender francés.

En la temporada 1942-1943 fue el guardameta titular de la Real Sociedad, pero una lesión le apartó del futbol. También destacaba en el golf que practicó hasta finales de los años cincuenta.

Sus estudios de arquitectura en Madrid se inician en 1944 pero los abandonará en 1947 para estudiar dibujo en el Círculo de Bellas Artes y ensayar sus primeros pasos en la escultura, en el taller de José Luis Martínez Ripollés.

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Comienza así una trayectoria en la que su primer interés por la arquitectura se prolongará en numerosas piezas, en su mayoría en alabastro, pero también en hierro y tierra cocida, que compartirán la denominación homenajes o elogios de la arquitectura.

Sus dibujos con la mano izquierda, que inició en 1948 y en los que perseveró a lo largo del tiempo, surgían de una doble exigencia: técnica y reflexiva. En octubre de ese año, inicia una estancia en París y reside en el Colegio de España.

La amistad con Pablo Palazuelo reforzará sus intuiciones en favor de la abstracción, la geometría y la espiritualidad

Los encuentros con otros artistas como José Guerrero, Eusebio Sempere y, de modo principal, con Pablo Palazuelo, trazarán un destino artístico que tendrá en París y en la Galería Maeght una importancia decisiva. La amistad con Palazuelo reforzará sus intuiciones en favor de la abstracción, la geometría trascendente y la espiritualidad asociada a las mismas.

Una pieza, Forma, participa en una muestra colectiva en el Salón de Mayo en 1949. Otras piezas, Torso y Metamorfosis, de resonancias clasicistas motivadas por la fascinación que le suscita la escultura griega arcaica que conoce en el Louvre, se incluyen en otra colectiva en la Maeght y preludian una colaboración fraterna, creativa y permanente con los dueños de la galería. Con Palazuelo compartirá taller y residencia en un pueblo de la periferia de París en 1950.

Eduardo Chillida: 'Concreción', 1950. Yeso. Foto: Alex Abril. Cortesía de la Sucesión Eduardo Chillida y Hauser & Wirth

Eduardo Chillida: 'Concreción', 1950. Yeso. Foto: Alex Abril. Cortesía de la Sucesión Eduardo Chillida y Hauser & Wirth

Viaja a San Sebastián para contraer matrimonio con Pilar Belzunce, madre de sus ocho hijos, cuyo influjo y colaboración fue decisiva en su trayectoria vital y artística. El regreso de París, le permite trabajar en un taller de forja en Hernani, siendo Ilarik una de sus primeras piezas en hierro. De ese modo se vincula a la tradición de los ferrones vascos.

La idea de la escultura como dibujo en el espacio tan presente en los artistas modernos como Picasso y Julio González informará el hacer se esos años. Dar forma a ese material, litigar con su resistencia era un modo de forjar con lo inesperado. Sin bocetos ha ido creando sus esculturas que las ha definido en el propio proceso constructivo.

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De un informalismo con resonancias clasicistas o con referencias a herramientas de la tradición popular, sus primeras piezas forjadas derivaran hacia una abstracción más geométrica que se hará más presente a mediados de los años cincuenta.

En 1954 realiza las puertas en hierro para la Basílica de Arantzazu en el marco de un proyecto renovador y convergente entre el arte moderno y arte sacro, junto a Oteiza, Basterretxea y otros.

Eduardo Chillida durante la colocación del 'Peine del Viento', en 1977. Foto: Jesús Uriarte

Eduardo Chillida durante la colocación del 'Peine del Viento', en 1977. Foto: Jesús Uriarte

Por primera vez expone de modo individual en la parisina galería Maeght, en 1956: 24 esculturas en hierro –entre ellas están sus primeros Yunques de sueños– y tres bronces. Gaston Bachelard escribe en Derrière le Miroir “Le cosmos du fer” (El cosmos del hierro) donde puede leerse este fragmento: “Así, con la obra del hierro estetizado, frente a un cosmos metálico, no solo hay que contemplar, hay que participar en el devenir ardiente de una violencia creadora”.

A través de la Maeght se inicia un fulgurante reconocimiento internacional. 1958: recibe el Premio internacional de escultura en la Bienal de Venecia, y expone junto a otros escultores en el Museo Guggenheim de Nueva York; 1959: participa en la Documenta de Kassel; 1960: le otorgan el Premio Kandinsky. Ese rápido reconocimiento internacional quedará reforzado con una exposición en 1962 que comparte en Houston con Picasso y Miró.

En los 70 el compromiso artístico tomará una declinación política y crítica con sus magníficos logos

Otros materiales entran en su hacer constructivo en 1959: con Rumor de límites IV inicia sus obras en acero. También tallará sus primeras piezas en madera como Abesti gogora. El alabastro lo utilizará desde 1965 con la serie Elogio de la luz. Deja su estudio de Hernani en 1957 y lo monta en San Sebastián, donde también dispondrá de un taller de grabado.

Durante 1966 y 1967 participa en el Grupo Gaur junto a Jorge Oteiza, Nestor Basterretxea, Amable Arias, Remigio Mendiburu, José Antonio Sistiaga, Rafael Ruiz Balerdi y José Luis Zumeta. Se presentó con un manifiesto en la Galería Barandiaran y constituyó una toma de palabra colectiva a favor de la libertad creativa y la demanda de nuevas instituciones para el arte. Esta constelación de artistas, además de Ibarrola en Bizkaia, fue un destello renovador del arte en el contexto vasco y español.

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En 1967 participa en las exposiciones de la revista Nueva Forma, surgida bajo el mecenazgo de Juan Huarte, y organizadas por Juan Daniel Fullaondo y Santiago Amón en Madrid. Con la terracota empieza a trabajar en 1973. El hierro y el acero logrará doblegarlos en prodigiosas series de los noventa, como las Besarkadas (Abrazos) o En el límite o, a veces, con una escala monumental como en Berlín (2002).

En los años setenta el compromiso artístico tomará una declinación política y crítica con sus magníficos logos que serán parte del paisaje disidente. Así algunos relativos a la defensa de una costa vasca no nuclear (1972-1974) o el célebre diseño Amnistía-Libertad, 1975, aguafuerte editado en París que representó a un movimiento social democrático. Otra cosa fue el uso espurio de ese símbolo por las Gestoras Pro-Amnistía después de 1977.

Cartel 'Amnistía-Libertad', 1975, aguafuerte editado en París. Cortesía de la Sucesión Eduardo Chillida y Hauser & Wirth

Cartel 'Amnistía-Libertad', 1975, aguafuerte editado en París. Cortesía de la Sucesión Eduardo Chillida y Hauser & Wirth

Carteles para Asociaciones por Derechos Humanos o para los congresos internacionales de ontología, o el logo para la Universidad del País Vasco serán otros casos de diseño y arte aplicado.

También en sus series gráficas, como Euskadi I-VII (1975-1976) o Enda I-VIII (1976-1979), se manifiesta, además de los valores formales y plásticos, un imaginario social en construcción sobre el autogobierno y la identidad colectiva hecha y por hacer.

En 1972 realiza su primera escultura en hormigón, Lugar de encuentros III, inscrita en la emblemática serie escultórica Lugar de encuentro (1964-1974). El interés creciente por el vacío y los espacios liminares tendrá una concreción en las series de elogios de la arquitectura y en la obra pública que iniciará en la década de los setenta.

Un encuentro con Heidegger, que había publicado en 1969 su ensayo El arte y el espacio, motiva un libro de artista con fragmentos manuscritos del filósofo alemán. Martin Heidegger. Die Kunst und der Raum (1969) incluye una litografía en la portada y 7 litografías-collage. Compartirán una poética del espacio y el vacío como un producir, y la idea de que el arte da forma corpórea a lugares para otras formas de habitar.

La lectura y diálogo con otros filósofos, poetas y músicos fue una constante que iluminó su trabajo

Este enfoque se hará muy presente en sus intervenciones en el espacio público como en Peine del viento (1977). Un verdadero lugar de encuentro entre arte y naturaleza, entre intervención artística y arquitectónica (Luis Peña Ganchegui), entre obra y público. Y asimismo en otros proyectos como el de la Plaza de los Fueros (1981) en Gasteiz.

Elogio del horizonte, otro gran proyecto público se inauguró en Gijón en 1990, y da cuenta de uno de sus motivos recurrentes y la atención por obras que pueden atravesarse y arraigar en un contexto natural. Gure aitaren etxea (1987), una obra en hormigón y de escala monumental se instala cerca de la Casa de Juntas de Gernika con motivo del 50 aniversario del bombardeo que padeció en la Guerra Civil.

Eduardo Chillida: 'Elogio del horizonte', 1989. Foto: Alejandro Braña. Cortesía de la Sucesión Eduardo Chillida y Hauser & Wirth

Eduardo Chillida: 'Elogio del horizonte', 1989. Foto: Alejandro Braña. Cortesía de la Sucesión Eduardo Chillida y Hauser & Wirth

Hay dos proyectos que se truncaron por causas diversas: Homenaje a Hokusai (1992), hormigón y pieza de acero en el espacio central, en Japón, y la ambiciosa propuesta de vaciar una montaña en Tindaya, en Fuerteventura.

La obra gráfica tan diversa en técnicas representa un vector importante en su legado y sus motivos establecen analogías visuales con sus elecciones formales en la escultura.

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Los libros de artistas prolongan esa práctica ilustrando textos de André Frénaud (1965), Max Hölzer (1968), Martin Heidegger (1969), Jorge Guillén (1973), Yves Bonnefoy (1973), Charles Racine (1975), José Miguel Ullán (1977), E. M. Cioran (1983), Edmond Jabès (1986) y Jorge Semprún (1997), entre otros.

La lectura y diálogo con otros filósofos, poetas y músicos fue una constante que iluminó su trabajo. Como él ha reconocido en sus escritos la acción escultórica surge del asombro, como el conocimiento filosófico.

Vista del Caserío Zabalaga, hoy convertido en Chillida Leku. Cortesía de la Sucesión Eduardo Chillida y Hauser & Wirth

Vista del Caserío Zabalaga, hoy convertido en Chillida Leku. Cortesía de la Sucesión Eduardo Chillida y Hauser & Wirth

Chillida Leku, inaugurado en el año 2000, es un proyecto largamente soñado por este escultor, un espacio prodigioso que condensa la larga y fértil trayectoria de este artista vasco de reconocimiento universal. Fallece en el 2002 en San Sebastián.

Los primeros textos aforísticos bajo el título Aromas se publican en 1969 y con posterioridad se compilarán junto a otros textos en Escritos, editados por el museo Chillida Leku y La Fábrica (2005).

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Esa noción será relevante para definir su poética constructiva que define desde el primado de la intuición como medio de conocimiento. Precisamente define “aromas” a esa imaginación creadora y a su modo intuitivo que orienta su indagación “en lo desconocido, en lo deseado, en lo necesario”.

No desplegó mucha dedicación a la escritura, dado que priorizó que el modo de enunciación de su poética escultórica se manifestaba en las obras. No obstante, hay numerosas entrevistas y conversaciones publicadas en formatos diversos donde expone sus indagaciones formales y matéricas.

La diversa producción escultórica, gráfica y plástica de Chillida activa un lugar de encuentro en diálogo con la escultura moderna, la música, la arquitectura, la physis, la luz, la poesía y la filosofía. Sabido es que cada obra produce una singularidad concreta, aun en las que se inscriben en series, atendiendo a los materiales, a los dilemas formales genuinos, al contexto del autor o de la producción.

Por todo ello dejó escrito: “Puede ser de mil maneras / Y sólo de una. / Desde la libertad hasta la percepción fue mi camino”. También en nuestra recepción emerge una experiencia singular, un enigma estético, un asombro poético: un cosmos de significaciones abiertas.

Chillida y Oteiza

Las travesías paralelas de estas dos grandes figuras del arte moderno vasco y español estuvieron tramadas de encuentros y desencuentros.

Oteiza (1908-2003) y Chillida (1924-2002) actualizaron el principio de la abstracción que promovieron las vanguardias desde herencias distintas. Chillida obtuvo en 1958 el Premio internacional de escultura en la Bienal de Venecia, lo cual motivó una carta de reconocimiento por parte de Oteiza.

Convergieron en la tentativa efímera del Grupo Gaur (1965-1967). Todo ello revelaba un aprecio mutuo que permaneció hasta que Oteiza publicó en 1991 un desafortunado librito donde litigaba sobre esas similitudes formales y quién era el pionero de la abstracción en la escultura vasca. El propósito experimental y conclusivo en 1959 le llevó al abandono de la escultura.

En 1997 un abrazo entre los dos artistas en Zabalaga puso fin a los desencuentros. Finalmente, una gran exposición en 2021 los reunió en un diálogo inédito.

Heidegger, el arte y el espacio

Chillida, como tantos artistas que ha indagado en las imbricaciones entre el arte, el espacio y el vacío y sus significaciones poéticas y filosóficas, se interesó por las especulaciones de Martin Heidegger (1889-1976).

Se conocieron en una exposición en Zúrich, en 1969. El filósofo alemán quedó impresionado y le preguntó a Chillida sobre sus obras. Más tarde, el editor de gráfica les propuso hacer un libro de artista juntos. El resultado es conocido: Martin Heidegger. Die Kunst und der Raum (1969) incluye una litografía en la portada y 7 litografías –collage y textos pertenecientes a su célebre ensayo El arte y el espacio–.

Ideas como que el arte pone en obra la verdad y que la verdad designa el desocultamiento del ser enunciadas por Heidegger serán compartidas por el artista vasco y concretadas en sus obras. Su novedad radical reside en que procura nuevas figuras de lo pensable y de lo experimentable. Renueva, como dice Heidegger, nuestro espacio vital.