Antoni Tàpies frente a una xilografía  de gran formato en el estudio Stoob de St. Gallen, en 1993. © Photo: Franziska Messner-Rast, 2023

Antoni Tàpies frente a una xilografía de gran formato en el estudio Stoob de St. Gallen, en 1993. © Photo: Franziska Messner-Rast, 2023

Arte

El siglo de Antoni Tàpies, el artista misterioso de las cruces y los signos

Matérico y simbólico, el creador catalán es uno de los principales exponentes del arte español del siglo XX. Este miércoles habría cumplido 100 años.

13 diciembre, 2023 02:30

En el centenario del nacimiento de un artista suelen llevarse a cabo distintas actuaciones, ya sea a modo de homenaje o bien para recordar las aportaciones realizadas por él al mundo del arte. Antoni Tàpies (1923-2012) ha dejado una obra ingente: pinturas, esculturas, piezas cerámicas, grabados, ilustraciones para libros, escritos y, por supuesto, un amplio material fotográfico y videográfico.

No puede olvidarse tampoco la Fundación Tàpies de Barcelona, en la que existe una colección permanente que se va exponiendo por temporadas y que también muestra la obra de otros autores contemporáneos.

Hablar de Tàpies en la actualidad es una tarea compleja porque forzosamente debe sintetizarse al máximo si se quiere abordar su trayectoria artística completa. Desde los inicios, Tàpies se interesó por aquellos artistas que fueron los precursores del arte del siglo XX, es decir, los postimpresionistas, y, de manera especial, por Vincent van Gogh.

Este hecho es, sin duda, significativo pues la obra vangoghiana destaca por su especial factura y sus grosores matéricos. La materia siempre fue para Tàpies objeto de máximo interés, tanto en su etapa pre-Dau al Set como en la informalista y también en sus últimos años.

Tàpies comenzó a dibujar y a pintar muy tempano. En 1945 ya realizaba collages con materiales diversos como pudieran ser hilos o papeles de periódico. Más tarde entre 1948 y 1952, en la época de Dau al Set, realiza pinturas marcadas por ciertas imágenes surrealistas, siendo su obra claramente figurativa y magicista.

La pintura de Tàpies adquiere complejidad en los 70, al integrar cuerdas, cordeles, papeles y telas

No obstante, tal como el propio artista me dijo en una entrevista que le hice en 1985 para la revista Barcelona Marca Registrada, se interesó por el surrealismo “tanto por sus aspectos teóricos como por el recurrir al azar o por el freudismo”. El artista surrealista que más le atrajo fue Joan Miró. De ello queda constancia perceptible en muchas de las creaciones tapianas.

En 1953 Tàpies se aleja por completo de la figuración e inicia una larga etapa en la que la protagonista absoluta será la materia informal. Gracias a la utilización de mixturas, compuestas por polvo de mármol triturado, pigmentos en polvo y aglutinante, el artista obtiene densas materias que dispone sobre el soporte de tela colocada horizontalmente.

Antoni Tàpies: 'Jeroglíficos', 1985. © Colección Barbara Lambrecht-Schadeberg, Museum für Gegenwartkunst Siegen

Antoni Tàpies: 'Jeroglíficos', 1985. © Colección Barbara Lambrecht-Schadeberg, Museum für Gegenwartkunst Siegen

Entonces comienza el trabajo de arrancamiento de determinadas zonas matéricas por medio del grattage. Así obtiene texturas de relieve irregular y rugoso sobre el que, en una fase final, pinta determinados signos o realiza goteados de pintura en alguna zona del cuadro.

En una primera etapa, entre los años 1954-57, Tàpies prefiere gamas cromáticas restringidas a colores neutros: blanco roto, beige, gris y negro. En ocasiones integra manchas de pintura en rojo como sucede en la pintura Blanc amb taques roges de 1954. Algo más tarde incorpora otros colores, pero siempre manteniéndose fiel a un criterio monocromático.

[La actualidad de Antoni Tàpies]

La pintura tapiana, en la década de los sesenta, adquiere mayor complejidad cuando el artista integra en sus pinturas ciertos elementos por collage de materiales heterogéneos entre los que destacan cuerdas, cordeles, papeles y telas. Del mismo modo que amplía el repertorio de elementos, Tàpies pinta también numerosos signos, entre los que destacan: las cruces, la letra “T”, números, huellas de manos y pies, así como alusiones a determinadas zonas del cuerpo humano y ciertos objetos.

La obra de Tàpies fue reconocida rápidamente en Europa y en Nueva York gracias a numerosas exposiciones. También se publicaron catálogos y libros sobre sus creaciones. Entre ellos deseo destacar el de Juan Eduardo Cirlot, Significación de la pintura de Tàpies, publicado por Seix Barral en Barcelona en 1962.

Antoni Tàpies: 'Huevera y periódico', 1970. Colección privada © Comissió Tàpies

Antoni Tàpies: 'Huevera y periódico', 1970. Colección privada © Comissió Tàpies

Este texto, tal como advierte el autor en sus palabras preliminares, “se propone estudiar el sentido de las imágenes herméticas y, a primera vista indescifrables, de su obra”. Así, Cirlot, autor del famoso Diccionario de Símbolos, aborda la pintura tapiana desde un punto de vista simbólico.

“Respecto al aparente carácter negativo y nihilista de muchas imágenes tapianas, precisamente el análisis de sus contenidos simbólicos prueba que hay menos negación de la que parece, solo que la orientación de la imagen se dirige hacia el mundo de los signos y no al de las formas de lo fenoménico. Pero, aun admitiendo la parte de rechazo que cabe adscribir a toda forma de arte sin figuración, cabría interpretarla, según Novalis, como un ‘exceso’ de autonomía espiritual frente a la realidad”, escribe Cirlot.

Su obra cerámica debe entenderse como creación escultórica, aunque no implique renunciar a la improvisación

El alejamiento por parte del artista barcelonés del informalismo se produce en 1970 cuando decide trabajar en el seno del arte conceptual, al igual que otros muchos artistas catalanes. Emplea objetos reales descontextualizados como armarios, puertas, sillas, camas, sábanas, mesas y objetos detríticos.

El aspecto de tales elementos siempre es triste y produce una cierta angustia en quien los observa. Aparecen, por lo general, cubiertos de polvo o manchados y en determinadas zonas dispone paja sucia. La idea es situar al espectador ante lugares que le proporcionen un horror similar al que tendría si se hallase en un campo de exterminio.

Antoni Tàpies: 'Celebración de la miel', 1989. Colección Privada © Comissió Tàpies

Antoni Tàpies: 'Celebración de la miel', 1989. Colección Privada © Comissió Tàpies

A finales de los setenta e inicios de los ochenta, Tàpies experimenta de nuevo la necesidad de pintar. No obstante, su obra se diferencia notoriamente de la de la época informalista, pues pinta sobre grandes telas blancas y no emplea materiales extrapictóricos.

Lo que permanece inalterable es su lenguaje sígnico y, por tanto, su estilo se distingue muy claramente. Pronto surge el deseo de llevar a cabo obras tridimensionales y ello le conduce a su trabajo como ceramista.

[Cinco exposiciones y nueve libros para conocer a Tàpies]

Fue en 1981 cuando, gracias al interés que mostraron Aimé Maeght y Eduardo Chillida, Tàpies decidió hacer piezas cerámicas. En un libro de Barbara Catoir, Conversaciones con Antoni Tàpies (1987), él mismo explica: “Un día me llamó por teléfono Eduardo Chillida y me dijo que ese material (la cerámica) estaba hecho para mí, que era mi material, y que tenía que comenzar inmediatamente”.

En un primer momento Tàpies estudió la técnica cerámica con Joan Gardy Artigas en Gallifa y, más tarde, lo hizo en el taller de la Galerie Maeght-Lelong en Grasse. Tuvo como maestro a Hans Spinner quien aseguraba que trabajar al lado de Tàpies resultaba muy estimulante porque tenía una gran capacidad creativa y sus piezas estaban siempre dotadas de una fuerte impronta personal.

Antoni Tàpies: 'Gran Libro', 1990.  Museo Reina Sofía / Madrid, Vegap. 2023

Antoni Tàpies: 'Gran Libro', 1990. Museo Reina Sofía / Madrid, Vegap. 2023

En un artículo que escribí para el catálogo de Tàpies en Zabalaga, La obra escultórica de Tàpies (2021), argumenté que el hecho de que el artista se interesase tanto por la cerámica podía deberse a la gran atracción que sentía por el arte primitivo en general, así como por su gusto por las ruinas de civilizaciones anteriores, pues de ellas –según Tàpies– “emana una poderosa fuerza”.

En ocasiones, al contemplar algunas de sus cerámicas, se puede tener la sensación de que uno se encuentra frente a restos del pasado. La coloración casi monocroma y terrosa, y también las calidades texturales avalan tal sensación. Sus objetos –sillas, camas, cofres, muros…– se alejan por completo de la realidad cotidiana de la que están tomados.

[Tàpies, con la miel en los labios]

La obra cerámica de Tàpies debe entenderse como creación escultórica, de la que existen proyectos a modo de bocetos y esbozos previos, aunque ello no implique renunciar a la improvisación y, por tanto, a la libertad para transformar en todo momento una idea previa.

La tipología de las obras cerámicas corresponde básicamente a tres grandes grupos: las de carácter abstracto, los restos humanos y los objetos. Los formatos elegidos por el artista pueden ser pequeños o de gran tamaño, llegando a configurar, a modo de murales, dípticos o trípticos.

Antoni Tàpies: 'Als mestres de Catalunya', 1974. Colección MACBA

Antoni Tàpies: 'Als mestres de Catalunya', 1974. Colección MACBA

De los tres grupos mencionados el que quizás llama más la atención, por sus posibles mensajes, sea el de los restos o fragmentos humanos. Cabezas, cráneos, torsos, brazos, piernas o pies semejan mutilaciones y en ellos se percibe la huella del dolor. El propio Tàpies afirma que el tema del dolor y de la muerte está presente en su obra y que probablemente se deba a que de joven padeció una grave enfermedad.

En la actualidad la obra de Tàpies se entiende como la de un artista transgresor en su época que se convirtió en uno de los grandes creadores del siglo XX. Su obra sirvió de inspiración, no solo para artistas coetáneos, sino también para muchos jóvenes que se sintieron atraídos por la capacidad seductora de las materias tapianas.

¿Cómo se valora la obra de Antoni Tàpies en la época del arte digital? Es difícil saberlo porque estamos inmersos en esta modalidad que ha superado con creces aquello que se podía imaginar a raíz de las primeras creaciones por medio del ordenador como pudieran ser las de Nam June Paik.

Hoy existen tantas obras creadas digitalmente que resultan sumamente atractivas por motivos muy diversos y esto nos conduce a pensar que estamos en una época cada vez más marcada por las tecnologías. Pero, ¿este hecho supone que pudiéramos infravalorar el arte que, no siendo en absoluto tradicional –como el informalismo–, no tuvo para nada en consideración las nuevas tecnologías? Mi respuesta es que no, ¡en absoluto!

[Tàpies y Chillida, vivos en el tiempo]

El arte informal o “arte otro” –como lo denominó el crítico Michel Tapié– asumió un rol trascendente, en la medida en que permitió a los artistas expresar sus sentimientos desde su yo más profundo. La idea de Kandinsky, explicada en su obra De lo espiritual en el arte (1912), de llevar a cabo un arte marcado por la espiritualidad –la abstracción– tuvo, como es sabido, una amplia repercusión, pues desde 1910 el lenguaje abstracto se impuso hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

A partir de ese momento, en los años cuarenta, tanto en Europa como en EE.UU., aparecieron tendencias abstractas como el informalismo y el expresionismo abstracto. Ambos movimientos consideran esencial partir de la vivencia del yo interior del artista para afectar de modo directo al yo interior del espectador.

¿Cómo valorar el arte de Tàpies hoy? Como un legado de gran valor que responde claramente a las exigencias de una época determinada de nuestra historia y que, por tanto, nos permite comprenderla mejor. 

Cronología.

1923. Nace en Barcelona en una familia bien relacionada.
1944. Inicia estudios de Derecho, que no finaliza.
1942. Padece una enfermedad pulmonar. Dibuja y lee filosofía.
1948. Conoce a Joan Miró. Funda la revista Dau al Set.
1950. Exposición individual en las Galeries Laietanes. Viaja a París. Se interesa por el marxismo.
1952. Expone en la XXVI Bienal de Venecia.
1953. Individual Nueva York. Profundiza en el expresionismo abstracto americano.
1954. Se casa con Teresa Barba Fàbregas con quien tendrá tres hijos: Antoni, Clara y Miquel.
1960. Participa en exposiciones colectivas en el MoMA y en el Guggenheim de Nueva York.
1966. Es arrestado tras una reunión clandestina.
1972. Expone en la galería Maeght de París.
1975. Realiza carteles y obra contra la pena de muerte.
1981. Recibe la medalla de Oro de Bellas Artes.
1984. Promueve la creación de la Fundación Tàpies.
1990. Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
1993. León de Oro en la Bienal de Venecia por Rinzen.
2010. El rey Juan Carlos I le nombra Marqués de Tàpies.
2012. Muere en Barcelona a los 88 años.