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Arte

Caroline Mesquita, vestigios del futuro

La Kunsthalle Lissabon cumple diez años con un proyecto ambicioso e impactante, firmado por una de las artistas más relevantes del momento.

1 febrero, 2019 18:02

João Mourão y Luis Silva cumplen este año una década al frente de Kunsthalle Lissabon, un espacio sin ánimo de lucro cerca de la estación de Santa Apolonia, en Lisboa, adonde se mudaron desde aquella primera sede en un pequeño apartamento en la zona noble de la capital lusa, junto a la plaza del Marqués de Pombal. En total, habrán pasado el mismo tiempo en cada uno de los dos espacios, tan diferentes, desde donde han perseguido un mismo fin: la producción de proyectos individuales y específicos de artistas nacionales e internacionales y el tejido de redes con instituciones afines partiendo de un concepto, el de la hospitalidad radical, que llevan ahora hasta el extremo. Para celebrar su décimo aniversario van a ceder su espacio a cuatro organizaciones amigas, Pivo (São Paulo), Cura (Roma), Kadist (París) y el ICA de Filadelfia, que harán en él lo que les venga en gana, siempre asesorados por Kunsthalle Lissabon pero sin directriz alguna por su parte. 

Estas organizaciones invitadas podrán pulsar el contexto lisboeta desde otros ojos, aunque tal vez no sean estos muy distintos de los de Mourão y Silva, que apenas se reconocen ya en su ciudad ni distinguen en ella nada de lo que hasta hace poco fue. Lisboa ha cambiado mucho. Se ha encarecido notablemente y la singularidad de su espacio público se ha visto diezmada por una gentrificación que ha banalizado y mutilado sus matices. Lejos de plantar cara a este fenómeno, las instituciones culturales de la ciudad se ponen de lado, allanando penosamente el camino a la invasión de los europeos nórdicos, que pretenden adueñarse de todo.

La instalación que presenta Mesquita tiene algo de la catástrofe a la que parece asomarse la ciudad de Lisboa

La instalación que presenta Mesquita tiene algo de la catástrofe a la que parece asomarse la ciudad de LisboaBajo el título Astray (Prologue) la instalación que presenta ahora la artista francesa Caroline Mesquita (Brest, 1989) en este último proyecto de Kunsthalle Lissabon tiene algo de la catástrofe a la que parece asomarse la ciudad. Pese a su juventud (va a cumplir 30 años) la artista bretona tiene ya un recorrido asombroso, y aquí despliega sus mejores armas en una instalación poderosa en lo formal y sugestiva en su dimensión narrativa. Realizada a cuatro manos con Mourão y Silva, cuyo rol en la conceptualización y en la producción no debe menospreciarse, es una pieza muy inteligente armada a partir de capas tan ricas como imprevisibles.

Bajamos al sótano por las empinadas escaleras y un gran cráter en la sala descubre una enorme tubería truncada hacia el fondo de la sala. ¿Ha estallado y quebrado el suelo de mármol que la cubría? ¿Se ha tornado el espacio en un yacimiento dejando atónitos a sus inquilinos la presencia de este cuerpo industrial cuya procedencia ignoran? Había visto el año pasado en T293, la galería de Mesquita en Roma, su exposición titulada Motores nocturnos, que delataba su conocido interés por la ciencia ficción. La muestra, formada por un conjunto de oscuras formas de fuertes aristas que evocaban automóviles o naves espaciales cuando no piezas autónomas de sus engranajes, nos convocaba a la morbosa delectación de sus brillantes superficies. Eran profundamente abstractas, pero no eludían cierto aspecto antropomórfico, algo que estimulaba el extrañamiento que siempre envuelve el trabajo de esta artista, una sensación que nos invade también en este proyecto lisboeta, pues ignoramos si este yacimiento, o lo que quiera que sea, es un vestigio del pasado o una proyección de posibles futuros. La instalación que presenta Mesquita tiene algo de la catástrofe a la que parece asomarse la ciudad de Lisboa.

Vista de la exposición

Al rodear el cráter asistimos con estupefacción a la apertura de la tubería, que se nos negaba en la primera impresión. En su interior hay un montón de huesos, medio cubiertos por un apéndice que puede ser el fragmento ruinoso de una máquina o la fibra membranosa de algún monstruo, como si en este complejo hallazgo convergieran lo industrial, lo natural y motivos arraigados en a la literatura fantástica. ¿Una fosa? ¿Un túnel algún día transitado por humanos o tal vez animales? ¿De quién son esos huesos? Disculpen mi reiteración en las preguntas, y lamento no poder darles respuesta alguna, pero Mesquita acude en este proyecto a lo posible como materia, y en este agujero fangoso la incertidumbre es rotunda y tangible como la propia tubería. 

El proyecto tendrá una segunda parte en la Galería Municipal de Oporto, en los jardines del Palacio de Cristal, que nos permitirá conocer los resultados de las conclusiones a las que habrá llegado la artista tras su intervención de Lisboa. Estamos ya muy acostumbrados a ver en el campo del arte trabajos que tienen su origen en largos procesos de investigación, como atraídos por cierto rigor científico. Pero lo que propone Mesquita es una inversión en el orden de esos procesos, pues el suyo es un ejercicio prospectivo, una práctica especulativa que no precede a la obra sino que deriva de ella.

(Lo que parece una excavación o un gran boquete en el suelo producido por un posible accidente estructural es, en realidad, una sensacional solución escenográfica, un soberbio trampantojo. No recordaba la altura del espacio, y nada me pareció chocante más allá de la audacia de haber excavado un suelo de mármol, demasiado ambicioso para una organización como Kunsthalle Lissabon. No di crédito cuando descubrí que no se había excavado nada, sino que se había creado una gran estructura de madera sobre la que habían vertido centenares de kilos de tierra en los que habían enterrado la tubería y los huesos para, después, tapar parcialmente el conjunto con mármol casi idéntico al de las escaleras por las que se accede al espacio). Sobresaliente.

@Javier_Hontoria