Image: Christian Boltanski: Mis obras son parábolas mudas hechas con medios contemporáneos

Image: Christian Boltanski: "Mis obras son parábolas mudas hechas con medios contemporáneos"

Arte

Christian Boltanski: "Mis obras son parábolas mudas hechas con medios contemporáneos"

14 septiembre, 2018 02:00

Christian Boltanski en su exposición Lifetime en el Museo de Israel. Foto: Elie Posner

Es uno de los grandes artistas de nuestro tiempo. Con sus instalaciones de sombras, materiales encontrados, vídeo y sonido habla de temas universales como la vida y la muerte, la memoria y el azar. Vuelve Boltanski a Madrid con Sombras blancas, su exposición en la galería Solo, abierta al público desde este viernes.

Se ha hablado tanto de la vida y obra de Christian Boltanski (París, 1944) que no es difícil imaginar la huella que dejó en él la Segunda Guerra Mundial. Hijo de madre cristiana y padre judío, empezó sus andanzas en el mundo del arte como pintor y pronto experimentó con otros soportes. "Comencé a trabajar en la época del minimalismo -cuenta en su entrevista con El Cultural- pero lo que me interesaba era hacer un arte que llegara a las emociones". El eco de su biografía resuena de manera constante en una obra en la que los temas de la ausencia, la muerte y la memoria supuran por cada poro tomando distintas formas -proyecciones de sombras chinescas, instalaciones de gran formato, fotografías encontradas-.

En 2010 llenaba el Grand Palais de París con toneladas de prendas con las que creaba un manto multicolor XXL sobre el que se abalanzaba el brazo mecánico de una grúa cogiendo aleatoriamente los trozos de tela. ¿Por casualidad? Sí, pero intencionada, ya que el azar es otro de los temas cruciales de la obra de este artista francés. Buena prueba de ello es el título de la pieza con la que representaba a su país en la Bienal de Venecia de 2011. En Chance cientos de fotografías de recién nacidos se deslizaban ágilmente por una estructura de andamios metálicos que funcionaban como rodillos de una cadena de producción. Acompañaba a este esqueleto una pantalla que reflejaba, en tiempo real, la cifra de nacimientos diarios dentro de un baile de números que no cesaba. Cada ocho minutos sonaba una sirena que detenía todo este ajetreo, "me gustaba que no fuera una obra estática sino algo más parecido a una ópera o a una obra de teatro". Porque Boltanski crea escenografías en las que mete de lleno al espectador, ya sea caminando entre montañas de ropa o bajo el traqueteo de estas fotos.

Pregunta.- Lleva ya muchos años trabajando, ha tocado todo tipo de técnicas y expuesto en medio mundo, ¿qué persigue hoy con sus obras?
Respuesta.- En este momento de mi vida me interesa trabajar sobre la idea de crear mitos y leyendas porque pienso que los mitos duran más tiempo que las obras. Desde hace unos años me he concentrado en crear piezas simbólicas en lugares retirados. Por ejemplo en Naoshima, en Japón, tengo registrados en Los archivos del corazón miles y miles de latidos que he ido grabando en las exposiciones que he hecho por todo el mundo. Las personas igual no conocen mi nombre pero pueden ir allí a escuchar el corazón de un ser querido, como si fuera un lugar de peregrinaje. Saber que en esa isla maravillosa se encuentran los corazones es mas importante que el hecho mismo de visitarla. En el caso de Misterios, en el sur de Patagonia, [una pieza sonora en la que el viento activa tres dispositivos que emiten sonidos] podemos imaginar que en cien años la obra física estará destruida pero entre los habitantes de la región se acordarán de que un día vino un extraño que intentó hablar con las ballenas.

Imágenes blancas

P.- ¿Qué presenta en Sombras blancas, su nueva exposición en la galería Solo de Madrid?
R.- Aunque en la muestra hay obras antiguas y recientes el conjunto está pensado como una obra única, una instalación que se ve desde dentro y habla de nuestras almas. Rara vez expongo en galerías y he concebido esta propuesta como si fuera para un museo, incluso con piezas en el exterior del espacio. En la galería hay de manera intencionada una sala blanca y soleada y una oscura. En el piso de abajo, he vuelto a acudir a una fotografía de 1939, encontrada, de una escuela en Alemania que he utilizado en varias ocasiones. En este caso, por primera vez está troceada y es prácticamente invisible, el tiempo la hace desaparecer igual que ocurre con la memoria de los niños que aparecen en las imágenes sonriendo por una razón que desconocemos. Son espíritus perdidos en medio de un bosque de almas. Cada vez más las imágenes que utilizo se vuelven blancas e invisibles, aquí son pinturas que van desapareciendo sobre esta especie de cortinas como si fueran fantasmas. De ahí el título: Sombras blancas.

Utilizo imágenes de archivo para conservar el rastro de todo. La memoria es algo muy frágil"

P.- Y en la zona oscura...
R.- En el piso de arriba nos recibe un monumento misterioso que no tiene que ver con ninguna religión y no se sabe si es una ciudad o un cementerio. Es un monumento impreciso y frágil. Mi obra es lo mas general posible y cada uno ve lo que tiene ganas de ver. Este Monumento negro sólo se ha expuesto antes una vez, fue en un museo en Vaduz, Suiza, en los años noventa. Estoy preparando ahora otra versión mas grande para una exposición en Japón el año que viene. Pero volviendo a esta muestra: a los dos trabajos del interior les une la idea de lo espiritual.

Christian Boltanski en su estudio de París junto a la pieza Monumento negro. Foto: Galería Solo, 2018

Miradas anónimas

Las exposiciones de Boltanski en galerías de arte no son muy frecuentes. Esta propuesta en la galería Solo de Madrid sólo se explica por la relación del artista con sus directores, Christian Bourdais y Eva Albarrán. La galería, especializada en arquitectura, abrió en 2015 en París y tiene sede en Madrid desde el pasado febrero. Además, llevan más de diez gestionando grandes producciones de artistas como Boltanski. En el Callejón de Jorge Juan han instalado las fotografías de grandes dimensiones que componen la obra Regards (1993) que reúne las miradas anónimas que saca de fotogramas de un programa de televisión sobre deportaciones a campos de concentración.

P.- Háblenos de Regards, una pieza con la que ha trabajado de maneras muy distintas.
R.- Regards es una obra que he mostrado en varias ocasiones, generalmente en gran formato en el medio de la ciudad. Para mí representa a los "justos" mirándonos. El hecho de que no dé más pistas en los carteles sobre las historias de sus protagonistas es un enigma para que el público intente comprender quiénes son esos seres que nos miran. Son una especie de testigos que están repartidos por el espacio y que nos observan sin que sepamos por qué. En 1990 los puse en grandes vallas publicitarias en las calles de París. Al contrario de lo que vemos habitualmente en el espacio público -donde los carteles tienen un mensaje preciso- aquí no hay un mensaje claro y cada uno puede encontrar el suyo.

P.- Grandes pósters, instalaciones, teatros de sombras, ¿cómo elige la manera de presentar sus obras?
R.- Uso un medio u otro en función de lo que quiero contar pero no establezco diferencia entre si es un teatro de sombras o una instalación con toneladas de ropa. Si quiero contar algo busco la mejor manera de hacerlo. Lo que me interesa es plantear preguntas sobre la vida y al hacerlo transmitir una emoción. Las preguntas son siempre las mismas pero lo que cambia es la manera de presentarlas. Son parábolas mudas hechas con medios contemporáneos, imágenes y sonidos que lanzan preguntas y no dan las respuestas para empujar al espectador a plantearse cosas y a sacar conclusiones según su propia experiencia. Cuando hice el trabajo del Grand Palais hubo gente que lo relacionó inmediatamente con el Holocausto, pero a otros muchos les hizo pensar en el terremoto de Haití que acababa de ocurrir y las dos interpretaciones me parecen bien. Una buena obra nunca se puede leer sólo de una manera.

Lo que ocurre por azar

P.- ¿Y cuál era la pregunta de Chance (2011), su propuesta para el pabellón de Francia en la Bienal de Venecia?
R.- Chance tenía que ver con la probabilidad de que algo ocurra. Hay quien cree en el destino, en la religión, y hay quien cree en la suerte, que es una idea que a mí me gusta mucho. Chance tiene que ver con esto último: si somos quienes somos es por casualidad, porque nuestros padres hicieron el amor en un segundo concreto, si hubiera sido un segundo más tarde seríamos diferentes. Y todo esto tiene que ver con el azar.

Mi artista favorita es la coreógrafa Pina Bausch pero lo que realmente nos marca es la vida"

Hace treinta años de la primera vez que Boltanski expuso en España, lo hacía en 1988 en el Museo Reina Sofía. En una de las piezas, rescataba retratos que habían sido publicados en una revista de sucesos con los que creaba altares anónimos, apoyando las imágenes en estantes iluminados por bombillas. El año pasado regresaba a la ciudad con Les Registres du Grand Hornu (1997), una pieza del mismo periodo que instalaba en la Fundación Instante, metros y metros de cajas de hojalata apiladas con fotos en blanco y negro de mineros desaparecidos. "La memoria es algo muy frágil -recuerda Boltanski- tengo obras en las que el archivo está muy presente porque quiero que se conserve el rastro de todo".

P.- ¿Qué más tiene ahora entre manos?
R.- Estoy trabajando sobre todo en China y Japón. Tengo dos exposiciones retrospectivas ya inauguradas en el Museo de Israel de Jerusalén y el The Power Station of Art de Shanghái, a las que seguirán otras en 2019 en Tokio y en el Centro Pompidou de París, ya en noviembre. También estoy haciendo nuevos trabajos y películas, una de ellas en Tasmania.

Este proyecto nos lleva, por extraño que parezca, a su estudio en Malakoff, a las afueras de París, en el que lleva treinta años trabajando. Aunque -confiesa- cada vez va menos y trabaja desde el ordenador, en su casa, porque las obras de gran formato las remata in situ. Poco amigo de contar con asistentes fijos, en su estudio siempre está acompañado: una cámara de video vigila todos sus movimientos nada menos que desde Tasmania, dentro de un proyecto que toca, de nuevo, dos aspectos centrales de su obra: la ironía y la muerte.

Un gran hermano

Mi vida está filmada por cámaras instaladas en mi estudio, como un animal entre rejas"

P.- ¿Cómo surge la idea?
R.- Desde hace diez años mi vida está filmada por cámaras de seguridad instaladas en mi estudio, donde estoy como un animal entre rejas. La idea se me ocurrió cuando David Walsh, un jugador que ha hecho mucho dinero en casinos, me propuso comprarme una obra. Colecciona todo tipo de cosas y es el dueño del Museo MONA en Tasmania, Australia. Cuando vino a verme a través de un amigo común, en vez de vendérsela le propuse jugar, ya que es un jugador profesional, y que me pagara una mensualidad a cambio de grabarme hasta que me muera. Si tardo mucho en hacerlo no le va a salir muy rentable, pero como es bueno con los cálculos cree que sí le saldrá a cuenta. Tiene en su museo un pabellón dedicado a archivar todas las imágenes de mi vida cotidiana desde donde me observa cada día. En mi siguiente proyecto voy a viajar allí a filmar con una cámara de infrarrojos a los animales en libertad por la noche. Será una manera de pasarle de nuevo la pelota.

P.- Su obra tiene mucho de puesta en escena, ¿le influyen más el teatro y la danza que los artistas plásticos?
R.- Mi artista favorita es la coreógrafa Pina Bausch y admiro mucho al director de teatro polaco Tadeusz Kantor. Artistas hay tantos que no puedo decantarme sólo por unos pocos. De cualquier manera lo que realmente nos marca es la vida. Yo nací en 1944, en plena Segunda Guerra Mundial en un momento en el que cualquiera podía matarte y en el que mi familia tuvo muchos problemas. La guerra es como un rumor en mi obra, no trabajo como tal sobre ella pero está ahí en grandes temas como la vida y la muerte.

@LuisaEspino4