Image: Elmgreen & Dragset: Los artistas hemos vivido de espaldas a los problemas de nuestro tiempo

Image: Elmgreen & Dragset: "Los artistas hemos vivido de espaldas a los problemas de nuestro tiempo"

Arte

Elmgreen & Dragset: "Los artistas hemos vivido de espaldas a los problemas de nuestro tiempo"

15 septiembre, 2017 02:00

Ingar Dragset e Michael Elmgreen, artistas y comisarios de la Bienal de Estambul. Foto: J. Hontoria

El dúo nórdico estrena su esperada Bienal de Estambul en 6 sedes de la capital turca en una exposición que quiere tener perfil bajo pero que explora con acierto el tema de la convivencia, desde lo doméstico a lo global.

El danés Michael Elmgreen (1961) y el noruego Ingar Dragset (1968) vienen firmando juntos un conjunto de obra que se encuentra entre lo más destacado del arte contemporáneo internacional de las últimas dos décadas. Son bien conocidos en España, pues forman parte de la nómina de artistas de la galería Helga de Alvear, donde han expuesto repetidamente. Muchos reconocerán fácilmente su trabajo, que se abre en diferentes direcciones, desde la crítica institucional hasta una ácida revisión de los desmanes del capitalismo contemporáneo, y siempre mediante un tipo de imagen muy nítida, precisa, intencionadamente "diseñada". De forma paralela a su carrera artística han trabajado en la organización de exposiciones, un campo en el que no pocos artistas han entrado recientemente. Fue muy aplaudido su trabajo en el pabellón nórdico y danés en la Bienal de Venecia de 2009 que, bajo el título The Collectors, se deslizaba en una inspección algo siniestra de lo doméstico en la que, tal vez recuerden, aparecía un coleccionista ahogado en la piscina de su pomposa casa. Más tarde, en la galería Johan König de Berlín, donde residen la mayor parte del tiempo (Michael también pasa temporadas en Barcelona), realizaron otra muestra colectiva ligada al pasado del espacio de la galería, la Iglesia de St. Yves, con artistas que pulsaban, también desde una perspectiva mordaz, el estado de la espiritualidad y la religión en nuestro tiempo.

Ahora dirigen una de las bienales más populares del calendario internacional, la de Estambul, por la que ya han pasado comisarios como la catalana Rosa Martínez, el turco Vasif Kortun, la japonesa Yuko Hasegawa o, más recientemente, la también turca Fulya Erdemci o Carolyn Christov-Bakargiev, quien, junto a Chus Martínez, firmó la exposición en la pasada edición bajo el título Saltwater. A Theory of Thought Forms.

Hace calor en Estambul pero Elmgreen y Dragset se encuentran frescos en la cafetería del Pera Müzesi, una de las sedes tradicionales de la bienal. Las piernas todavía resisten, pues su exposición tiene una escala muy razonable, nada que ver con la edición pasada, en la que la bienal resultó una experiencia agotadora, con decenas de sedes distribuidas por toda la ciudad, que no es pequeña. "Hemos tenido poco tiempo -dicen-, pues nos avisaron en abril del año pasado. Como artistas pocas oportunidades tendremos tan buenas de organizar una exposición de estas características. Conocemos muy bien la ciudad, pues hemos participado en tres bienales anteriormente [2007, con Hasekawa; 2011, con Hoffman y Pedrosa; y 2013, con Erdemci] y conocemos bastante bien la escena. Hemos visto como la ciudad se iba transformando en la buena y en la mala dirección, así que pensamos que este sería un lugar idóneo para realizar un proyecto de este tipo". Su proyecto se titula A good neighbour (Un buen vecino), y recuerda, en principio, a esa idea de lo doméstico que ya exploraron en The Collectors.

Pregunta.- ¿Cómo surge la idea del buen vecino?
Ingar Dragset.- En nuestra trayectoria hemos trabajado reiteradamente en torno a ideas como lo doméstico o la arquitectura de interiores en relación a la identidad y a las tensiones entre lo que es público y lo que es privado. Es uno de nuestros temas más recurrentes y en un evento de estas características pensamos que teníamos que ceñirnos a la esencia más real de nuestro trabajo, a lo que mejor conocemos. Esto es además algo que consideramos muy importante contar en Turquía, donde recientemente se ha vivido un fallido golpe de estado [julio de 2016], donde la manifestación pacífica de 2013 en el parque Gezi fue salvajemente reprimida por la policía, donde las negociaciones de paz con el pueblo kurdo están rotas. La complejidad de Turquía no deja de crecer, y nos parecía necesario que en este contexto hablásemos de esas ideas de hogar y de pertenencia, tan relevantes. Desde esta idea de lo doméstico hemos querido dirigirnos al individuo, a las diferentes formas de coexistencia de las múltiples y diversas identidades basándonos en la experiencia individual. Esto no quiere decir que estas historias personales no puedan contener matices alegóricos sobre cuestiones de calado más amplio, ligadas a la geopolítica global.

P.- Han vivido en muchas ciudades y, como artistas, viajado muchísimo por todo el mundo. Algo sabrán de vecindarios...
Michael Elmgreen.- Todos los vecindarios han cambiado. Cuando nos mudamos a Berlín hace diez años encontramos un estudio baratísimo en Neükolln [suroeste de la ciudad] y hoy la zona es completamente diferente y también la gente que lo habita. Viví en Londres durante siete años y en ese tiempo la ciudad cambió muchísimo. Otras generaciones podían permanecer en su barrio durante bastante tiempo, echaban raíces en sus lugares, pero la gentrificación nos obliga ahora movernos continuamente. Hay 32 nacionalidades distintas entre los 56 artistas incluidos en nuestra exposición. Ninguno vive en el lugar en el que nació.
ID.- Eso se dio por casualidad. No es que lo buscáramos para dar cuenta de la movilidad de los artistas en nuestro tiempo, pero tal vez ese dinamismo haya modelado el tipo de trabajo que queríamos mostrar.

P.- Hablan de vecindad pero los espacios que han seleccionado tienen una fuerte carga institucional, muchos de ellos ya utilizados en anteriores bienales.
ME.- El Pera Museum tiene una colección importante de pintura clásica de la era otomana. Pensamos que era interesante que algunos artistas se dirigieran a esta colección. De Istanbul Modern nos interesaban sus grandes salas, que hacen posible el diálogo entre varias piezas de formatos a menudo importantes. Y lo cierto es que el barrio en el que se encuentran estas sedes, Karikoy, junto al Bósforo, es muy interesante por el grado extremo de gentrificación al que está siendo sometido. Istanbul Modern está literalmente atrapada entre las grúas que construyen centros comerciales y pisos de apartamentos. Muchos de los trabajos aquí tienen que ver con esas transformaciones urbanas, como el de Klara Liden o Rayanne Tabet. Y estos cambios tienen, como sabemos, efectos notorios, como la subida de precios del alquiler y la alienante homogeneización de las ciudades. Y la Escuela Griega, por razones obvias ligadas a la transferencia de conocimiento, es también una sede importante. Son, sí, sedes más públicas que privadas, pero no ahuyentan la idea de vecindad, de intercambio, y de lo que se pierde cuando éste no se da.

Vista de la instalación de Rayyane Tabet en Istanbul Modern

P.- Llama la atención la escala de su exposición. Es mucho más reducida que otras ediciones. ¿A qué se debe?
ID.- Decidimos muy pronto contar con un número más reducido de artistas. Queríamos estar en diálogo con todos. Hemos participado en muchas bienales y hemos comprobado como el contacto con los comisarios era muchas veces inexistente. Se ha producido un número importante de trabajos y queríamos estar muy pendientes del proceso. No son pequeñas obras. Hay menos, sí, pero tienen una envergadura importante. Si invitas a 120 artistas es imposible tener una logística decente. También quisimos reducir el número de sedes, y todas ellas, excepto la de los baños [Küçuk Mustafa Pasa Hammam] están en un mismo barrio.


P.- ¿Puede el futuro de las bienales ir en esa dirección, hacia formatos más pequeños?
ME.- No lo sé. Lo que sí sé es lo que no queríamos hacer, que era caer en la exotización de Estambul. Se ha hecho ya mucho. Ha sido una constante que ciertos comisarios y comisarias han tendido a ver la ciudad desde una perspectiva mítica. En Berlín llegan los comisarios y pretenden capturar la esencia pintoresca de determinados lugares. Y yo les digo que me perdonen, pero en esos lugares yo llevo media vida saliendo de fiesta y no tienen nada de especial. Cuando eres un comisario extranjero hay que tener cuidado con cómo se tratan los contextos porque puedes convertirlos en safaris para los turistas. Por eso nos dirigimos al vecindario, para contar historias más específicas. Mira la plaza de Taksim. Era un lugar de encuentro maravilloso. Ahora no va nadie.

P.- Lo que no parece tener ya mucho sentido es el carácter monumental de muchas de estas exposiciones.
ME.- Lo que no parece tener mucho sentido, y esto es algo que nos ha importado mucho a la hora de pensar en nuestro proyecto, es tratar de describir el espíritu de nuestro tiempo, nuestro zeitgeist, de un modo ambicioso. Todo pasa demasiado rápido. Entre que te llaman para hacer un proyecto de bienal hasta que lo inauguras, el mundo se ha vuelto del revés. Por eso hemos pensado que la única opción viable era ceñirnos a las vivencias personales. Nos desayunamos todos los días con noticias terribles procedentes de sectores populistas. Es dantesco el modo en que se manipula a la gente sugiriendo que no hay lugar en este mundo para ellos, y esto ha de obligarnos a tomar una responsabilidad política desde lo individual. Hemos seleccionado artistas que quieren compartir el modo en que subjetivamente interpretan las amenazas de nuestro tiempo, y lo hacen desde nuestro vecindario, en nuestra comunidad, pues lo político ha de empezar en casa, en el barrio. El título El buen vecino viene de ahí. Parece algo ingenuo, pero ha de abrirse a múltiples perspectivas y, de hecho, para poder iniciar una posición política debemos ponerle siempre a la frase un signo de interrogación. ¿Qué es un buen vecino? En el material gráfico que hemos producido para la exposición lanzamos diferentes preguntas sobre qué puede ser un buen vecino [¿Es un buen vecino aquel que lee el mismo periódico que tú? y ¿es un buen vecino el que te recuerda cómo eran antes las cosas? son algunas de ellas].

P.- ¿Será una bienal popular?
ID.- Veremos. La de Estambul es una bienal visitada por decenas de miles de personas, tiene una amplísima audiencia. Por eso queríamos bajar el arte de esa posición elitista que tantas veces le caracteriza, atenuar ese ombliguismo. Como artistas o como trabajadores culturales hemos estado muy desconectados de los grandes problemas de nuestro tiempo. Tal vez no eran asuntos lo suficientemente sofisticados...

@Javier_Hontoria