Image: RCR, tres monjes en el templo de la arquitectura

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Arte

RCR, tres monjes en el templo de la arquitectura

Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta recorren Japón, país que ha influido profundamente en su trabajo, antes de recoger el prestigioso premio Pritzker en Tokio

19 mayo, 2017 02:00

Ramon Vilalta, Rafael Aranda y Carme Pigem. Templo Fushimi-Isari, Kioto, Japón

Este sábado, Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta, los miembros del estudio RCR Arquitectes premiados con el Pritzker, recogerán en el palacio Akasaka de Tokio el máximo galardón del mundo de la arquitectura 21 años después del último (y único hasta ahora) español distinguido con él, Rafael Moneo. Los tres arquitectos, que precisamente este año cumplen tres décadas juntos, han aprovechado que el premio se entrega este año allí y han adelantado dos semanas el viaje para preparar una exposición sobre su obra que se inaugurará en enero de 2018 y para revisitar con calma Japón, país con el que tienen un vínculo especial.

En 1990 su estudio ganó un concurso de arquitectura en Japón y durante su estancia en allí, la cultura nipona (especialmente la que tiene que ver con el budismo zen) inspiró a los arquitectos, que desde entonces adoptaron como principio fundamental de su trabajo la integración armónica de la arquitectura en su entorno. Uno de los ejemplos más claros de esto es la pista de atletismo Tossols-Basil (2000), que discurre entre árboles en su Olot natal, localidad donde viven y trabajan y donde han construido muchas de sus obras. Después de esta nueva visita a Japón, donde han recorrido varios templos, "volvemos a reafirmar la vinculación de la arquitectura con la naturaleza", explica Carme Pigem a El Cultural con siete horas de diferencia horaria. "También es verdad que lo que nos ha interesado mucho es la relación entre el interior y el exterior -matiza Rafael Aranda-, porque no todos nuestros proyectos se insertan en espacios naturales".

Estadio de atletismo de Olot (2000). Foto: R. Prat

Otro distintivo del trabajo de RCR Arquitectes es el uso de muy pocos materiales esenciales. "Desde muy pronto nos pareció que usar el mínimo de materiales posible hace que el proyecto transmita más energía", explica Ramon Vilalta. "A pesar de que este material pueda tener distintos registros", añade Pigem. "Nos interesa la autenticidad del material, y si es posible, que pueda cumplir diversas funciones, desde lo estructural al cerramiento, las texturas o incluso muebles", comenta a su vez Aranda. El acero corten es uno de los materiales en los que han volcado esta filosofía, en proyectos como el teatro público al aire libre La Lira (Ripoll, Gerona, 2011), el Soulages Museum (Rodez, Francia, 2014) o la bodega Bell-Lloc (2007, Palamós, Gerona, 2007).

Rafael y Ramon se conocieron en el instituto y cuando supieron que ambos querían estudiar arquitectura estrecharon lazos. A Carme no la conocieron entonces -"y eso que iba al mismo instituto", se queja ella en broma-, sino al llegar a la universidad, y desde entonces fueron inseparables (Carme y Ramon, además, son pareja). Al acabar los estudios, en lugar de buscar la fama en Barcelona o alguna otra gran capital, volvieron a su pueblo. "Fue una opción de vida que se dio de manera muy natural", explica Pigem. "Nos hemos dedicado en cuerpo y alma a la arquitectura sin dejar nuestro entorno, estando junto a nuestras familias". "Hemos querido hacer arquitectura con mayúsculas sin abandonar nuestro lugar", añade Aranda.

Soulages Museum, Rodez, Francia, 2014. Foto: Hisao Suzuki. Arriba, boceto de RCR

La época en la que acabaron los estudios fue la de la Barcelona preolímpica y la del boom de los arquitectos estrella. Pero ellos tenían una concepción radicalmente distinta de la arquitectura y parece que el tiempo ha acabado dándoles la razón. "Nunca hemos aspirado a hacer grandes proyectos de muchos metros cuadrados, sino que hemos creído en un camino, en ir aprendiendo y avanzando como si subiéramos peldaños de una escalera. A diferencia de mucha gente de nuestra generación, nosotros sí hemos hecho casas unifamiliares, ese fue nuestro laboratorio, poco a poco fuimos haciendo edificios importantes, pero con una base muy real. Nosotros siempre hemos sabido cuánto valían las cosas", reivindica Aranda.

Fue Pigem quien recibió la llamada anunciándoles la concesión del Pritzker mientras se encontraba reunida con los otros dos miembros del estudio, por lo que enseguida pudo compartir la noticia con ellos. "Es un sueño que ni siquiera nos atrevíamos a tener y nos ha llenado de emoción", señala la arquitecta. No obstante, en noviembre supieron que miembros del jurado habían estado visitando obras suyas, por lo que el premio no les pilló tan por sorpresa.

Casa Entremuros, Olot, 2012. Foto: Hisao Suzuki

Desde que se anunció su nombre como ganadores del Pritzker el pasado 1 de marzo, el estudio RCR ha recibido multitud de peticiones de entrevistas, conferencias, de participación en jurados de premios e insinuaciones de posibles encargos. El conocido como "Nobel de Arquitectura" les ha dado una gran visibilidad internacional de cara al público general en las últimas semanas, aunque ya eran muy conocidos dentro de la profesión y del público especializado. Nunca han pensado su trabajo en términos de "proyección en el mundo", pero explican que en los talleres que imparten cada año durante el mes de agosto reciben a arquitectos de 25 o 30 nacionalidades diferentes y buena parte de su fama internacional se la deben, aseguran, a los tres números monográficos que les ha dedicado en los últimos años la revista El Croquis.

Dicen que lo que más sorprende a la gente cuando los conocen es que sean tres arquitectos, y en todas las entrevistas les preguntan cómo se reparten el trabajo. "Siempre quieren saber cuál de los tres es el 'constructivo', cuáles son nuestras diferencias, qué aportamos cada uno...", explica Pigem. "Pero lo cierto es que trabajamos como un trío de jazz -añade Aranda-; ese es el símil que mejor nos describe. Uno empieza, después viene el otro y hace su aportación, después el otro, luego el que había empezado...". Dicho de otra manera: "No somos un ensamblaje mecánico de piezas, sino más bien una aleación, una reacción química en la que se diluyen los elementos".

Hoy el principal reto de RCR Arquitectes es compartir con el mundo lo que han aprendido en estos 30 años de profesión. Para ello crearon en 2013 la fundación RCR Bunka, que tiene como misión "impulsar la valoración de la arquitectura por parte de la sociedad", y también crearon RCR Lab·A, un laboratorio de investigación sobre aspectos concretos de la arquitectura. Ambas organizaciones "se van nutriendo mutuamente, pero parten de planteamientos muy distintos", señala Pigem. "Lo que más nos ilusiona en los próximos años es consolidar este universo de la creatividad compartida", remata Aranda. "Nos creemos este sueño y lo queremos cumplir".

@FDQuijano