Image: El modelo del Kunstmuseum de Basilea

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Arte

El modelo del Kunstmuseum de Basilea

Kunstmusem en el Reina Sofía

13 marzo, 2015 01:00

Edvard Munch: Calle en Aasgaardstrand, 1901 (detalle)

Con siglos de historia y filantropía, la colección del Kunstmuseum encarna un modelo excepcional en su relación con la ciudad de Basilea. De ello escribe Nina Zimmer, responsable de la pinacoteca y comisaria de las exposiciones en el Reina Sofía.

La Öffentliche Kunstsammlung Basel, la colección de arte pública de la ciudad suiza de Basilea, posee una larga historia que se remonta al siglo XVII. Con la adquisición en 1661 del Amerbach-Kabinett (gabinete Amerbach), una colección inspirada en los ideales de humanismo e iniciada antes de la Reforma, Basilea se convirtió en el primer municipio en poseer una colección pública de arte, mucho antes de que las colecciones reales en otros países europeos fueran accesibles para los ciudadanos. La colección se hizo pública junto a la biblioteca de la universidad en el "Haus zur Mücke" en 1671. El libro de los visitantes, creado en 1662, aunque no utilizado de forma sistemática, documenta el número de visitantes y su origen de procedencia. Desde 1662 hasta 1822, alrededor de 12.000 visitantes firmaron este libro. Pertenecían a la élite intelectual y eclesiástica de la época, y la mayor parte de ella era masculina. La única excepción fue la visita de un chef pastelero de Colmar y un grupo de artistas locales.

En 1936, la Colección pública de Basilea se trasladó a un nuevo edificio. Pero antes de aquella mudanza, ya en los años veinte, se había iniciado una nueva trayectoria, con la intención de crear una colección de arte moderno internacional que transformara la propia naturaleza del museo de forma perdurable en el tiempo. Su entonces director, Georg Schmidt, centró sus esfuerzos en incrementar las obras que eran propiedad del museo, y en 1939 pudo comprar piezas de museos de toda Alemania que los nazis habían tachado de "arte degenerado".

Con un presupuesto de adquisiciones todavía modesto, ampliado con préstamos subvencionados por la administración pública, el museo pudo construir una colección representativa de Arte Moderno, que con los años se ha convertido en una de las importantes del mundo. Para ello, las donaciones privadas también han sido esenciales, como la excepcional colección cubista de Raoul de Roche, donada en 1952 y 1963; la colección de Marguerite Arp-Hagenbach de arte abstracto, en 1968, con obras de Moholy-Nagy o Joseph Albers, que se ven ahora en Madrid; y los numerosos préstamos realizados por fundaciones como Emanuel Hoffmann, creada en 1933, o la Fundación Alberto Giacometti, entre otras. En 1959, el Kunstmuseum se convirtió en el primer museo europeo en exponer trabajos de los expresionistas abstractos norteamericanos, gracias principalmente a un obsequio económico de la Compañía Nacional de Seguros de Suiza.

Kandisnky: Estudio de Nurnau-Paisaje con iglesia, 1909 (detalle)

Franz Meyer, director del museo entre 1962 y 1980 continuó sumando fondos al departamento de arte moderno durante la década de los 60, cuando el foco principal se centraba en el arte contemporáneo americano, así como en el trabajo de Joseph Beuys. En la práctica, eso facilitó el hecho de trabajar en varias líneas artísticas específicas, evidentes en toda la colección. De hecho, podemos encontrar claros paralelismos entre la urgencia y el rigor formal de los trabajos del cubismo analítico y la colección de Arte Minimal surgido a partir de los años 1960. Ejemplo son las obras en el Reina Sofía de Carl André, Donald Judd o Barnett Newman. La sobriedad, el rigor, y el cuestionamiento radical de la realidad (valores muy arraigados en la larga tradición protestante de Basilea) han sido criterios fundamentales dentro de la política de adquisiciones del museo durante siglos.