Image: Ana Laura Aláez, la frágil naturaleza humana

Image: Ana Laura Aláez, la frágil naturaleza humana

Arte

Ana Laura Aláez, la frágil naturaleza humana

Impostura

26 septiembre, 2014 02:00

Las esculturas de la artista son de lo mejor de la muestra

Galería Moisés de Albéniz. Doctor Fourquet, 20. Madrid. Hasta el 8 noviembre. De 3.000 a 24.000 euros.

Ana Laura Aláez (Bilbao, 1968) no es una artista que se prodigue en exposiciones comerciales. Por el contrario, las regula temporalmente y las limita a cuando tiene algo verdaderamente que decir con su trabajo. La que ahora vemos en la galería Moisés Pérez de Albéniz viene precedida de la que hizo en Soledad Lorenzo en 2009, la única (y extraordinaria) muestra que hizo con la galerista, que seguía la estela de la presentación que la artista hizo de gran parte de sus obras en el MUSAC de León.

En todo este tiempo ha habido cambios, como su dedicación centrada en el objeto escultórico manufacturado -del que es magnífico Loba, 2014, que sólo puede verse en uno de los despachos de la galería-, lo que ha supuesto una extraordinaria ampliación de su discurso, que añade a las cuestiones ligadas a la iconografía de género, o a las incursiones en la cultura musical y urbana, que le son habituales, así como elementos filosóficos ligados a la existencia humana, que la llevan a configurar un mundo abierto y propio.

Su actual propuesta la ha llamado Impostura, una elegante e incisiva sucesión de obras, fechadas todas este año, que componen un modo singular de su mirada sobre el presente y una reflexión sobre los cimientos en que se sustenta desde sus orígenes artísticos. El título, tal y como la artista revela en el texto que acompaña la exposición, procede del rechazo que su obra tuvo en los años 80, por no someterse a una representación de la realidad acorde con las rígidas consideraciones de clase, género y lugar que se le exigían. Para aquellos que la rechazaban era una impostora; para ella una actitud vital y estética, que siempre ha estado en la base de su trabajo. Una experiencia que, lamentablemente, padecen hoy también aquellos artistas que, como ella, rechazan el discurso crítico-realista sobre lo inmediato y se vuelcan en investigaciones formales que no están al servicio con los prejuicios dominantes en la actual escena internacional.

La exposición arranca con la pequeña escultura llamada Desplazamiento, en la que creo percibir un diálogo con las del artista Pello Irazu, y con la serie de siete xiolografías tituladas Lazos de sangre (Reconstrucción), que componen un continuo, en el que las líneas se envuelven hasta generar su propio volumen. La instalación Impostura y la fotografía Doncella alada, dan paso al vértigo sensual de Perseverancia y culmina en el montaje de las cuatro esculturas colgantes que componen Trayectoria (Like Gold and Faceted).

"Las formas constituyen un tema en un tiempo y espacio determinados", explica la artista. Un modo de componer, en el que ideas como las de belleza y estremecimiento estético o la noción del poder evocador de las formas no son antiguallas deleznables. El conjunto de Impostura, Doncella alada y Perseverancia, especialmente ésta última, dos botas negras de caña alta desde las que ascienden dos altísimas medias de rejilla roja, nos devuelven a uno de los temas que han sellado sus intenciones como artista: "levantar la losa patriarcal que ha obligado a las mujeres a ocultar sus deseos y obsesiones". Por su parte, está el impresionante conjunto Trayectoria, que contrapone a la rigidez de la chapa de aluminio, y su aire doméstico y juguetón, a la pureza de las líneas y pliegues, y absorbe la fuerza y dimana la energía viva de la gran escultura.