Image: Casa sin fin, entre el arte y la teoría

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Arte

Casa sin fin, entre el arte y la teoría

Recién inaugurada en Cáceres, la galería Casa sin fin presenta una programación basada en el debate contemporáneo y en el complemento editorial de las exposiciones

13 agosto, 2010 02:00

Detalle de Blow Up, de Joan Fontcuberta.

A pocos metros del nuevo Centro Helga de Alvear, ya convertido en el principal reclamo artístico de Cáceres, en la misma calle Pizarro, ha abierto sus puertas Casa sin fin. Un pequeño local en un antiguo edificio que nace con vocación de ser algo más que una galería de arte. Trabajar en los márgenes de los sistemas habituales es el objetivo de Julián Rodríguez (Ceclavín, Cáceres, 1968) y José Luis López Espada (Cáceres, 1973), amigos y socios que, tras la experiencia del primero al frente de la editorial Periférica, decidieron abrir la puerta de esta galería donde el debate y el arte van de la mano.

"Llevábamos dos años dándole vueltas y hablando de artistas, sobre todo de los de raíz neoconceptual de los años 80, como Javier Codesal o Pedro G. Romero, y a partir de estas conversaciones surgió el proyecto", cuenta Rodríguez, el director artístico del nuevo espacio. Pronto vieron también que la galería tenía que sustentarse sobre dos pilares básicos: la exposición, es decir, el abrir la puerta al público, y la teoría o el debate. Y aquí entra en juego la editorial. Periférica editará un volumen que, de un modo u otro plantee y desarrolle interrogantes con cada exposición: "El libro es lo que viaja, lo que contamina a más gente, llega a más sitios y amplifica el resultado de la exposición". Así ocurre con Joan Fontcuberta, el primero en llegar a la galería cacereña.

El fotógrafo catalán muestra, hasta el 19 de septiembre, su trabajo en torno a la película de culto de Antonioni, Blow Up (1966). El la sala, las exageradas ampliaciones fotográficas suspendidas de unos cables, como secándose al aire, reciben al visitante; en el libro, una cuidada edición ayuda a entender el montaje y despliega todo el universo del artista, ficción-historia, narración-imaginación, que queda a su vez abierto a interrogantes y a nuevas perspectivas.

Así funciona esta galería, entre el arte y la teoría. "Muchos de los artistas que nos están llamando -confiesa Julián Rodríguez- lo hacen interesados por el proyecto, pero también por las publicaciones". Sin duda un valor añadido a la exposición habitual. "Casa sin fin -continúa- pretende ser un interlocutor de aquellos que buscan el arte de ideas y de conceptos más que de cosas. Aunque el arte es material, no hay que olvidarse de los conceptos".

De ahí también el nombre de la sala: "casa sin fin" alude al trabajo del arquitecto Friedrick Kiesler (1890-1965) para quien la casa no era sólo un lugar construido, sino que era también un lugar que transforma el que la habita, un organismo vivo. "Nuestro espacio va más allá del cubo blanco, se convierte en algo sensible, metáfora del trabajo que queremos realizar; humilde por el espacio del que disponemos, pero con ansias de debatir y discutir", asegura Rodríguez.

Y en esta línea se encuentran también los próximos proyectos de Javier Codesal, encargado de inaugurar la temporada en septiembre, Pedro G. Romero o Antoni Muntadas, que seguirán a este especial trabajo de Fontcuberta. "De Codesal, hemos editado un volumen que incluye un DVD con las dos únicas películas que ha rodado en 35 mm. y de G. Romero publicamos su novela Las correspondencias", explica el director.

Además, Casa sin fin quiere abrir sus 70 metros cuadrados a otras galerías, salas que también trabajen en los márgenes del sistema de modo que una exposición al año va a estar dedicada a sus artistas, pero también a mostrar cómo se trabaja en esos otros lugares que pueden ser desde San Fe a Vancouver. Se trata de buscar otro modelo galerístico. "En este sentido tenemos también el modelo de la editorial, que nos ha funcionado. Hay que buscar primero los artistas que nos interesan y luego pensar cómo financiar el montaje y cómo difundir la obra", comenta Rodríguez.

La financiación va a ser complicada en un momento de crisis como la actual, pero los responsables no parecen preocupados por esta coyuntura. Por un lado, abrir en este instante no era lo más idóneo pero, por otro, es en los momentos duros cuando más se aprende. Además, la apertura tan cercana, en el tiempo y en el espacio, de la Fundación Helga de Alvear ha sido sin duda una estupenda coincidencia para Casa sin fin: "La apertura del centro va a suponer un tipo de público más atento y abierto hacia el arte contemporáneo -dice el director-. Por no hablar del importante papel que va a desempeñar en cuanto al aprendizaje del arte actual: los niños de Cáceres van a poder vivir de verdad esta experiencia sin la necesidad de viajar. La función pedagógica es esencial".

Hoy, la Casa sin fin está abierta y dispuesta a ganarse al público y a generar el debate necesario para que el arte siga su curso.