Arte

La casa siempre encendida

El centro cultural de la Obra Social de Caja Madrid cumple tres años

22 diciembre, 2005 01:00

Los toldos de Maider López en la fachada de La Casa Encendida

La Casa Encendida acaba de cumplir tres años. El centro cultural de la Obra Social de Caja Madrid, con José Guirao al frente, ha visto cumplidos objetivos y expectativas y se enfrenta ahora a su madurez como lugar de encuentro, de agitación, de cruce de caminos de jóvenes y no tan jóvenes que se acercan a esta casa que ya es la suya a ver una exposición, una obra de teatro, a grabar un videoclip, revelar sus fotos o asistir a clases.

Echando un vistazo rápido al Diccionario de uso que La Casa Encendida editó meses antes de su inauguración, el 3 de diciembre de 2002, uno se da cuenta de que los años no han hecho que se diluyan esos objetivos, de que el apoyo por parte del público hacia esas iniciativas que entonces se anunciaban es total, de que, en definitiva, el espíritu de La Casa sigue vivo. Cultura, Educación, Solidaridad y Medio Ambiente han sido en estos tres años los cuatro pilares básicos de programación, cursos, talleres y actividades. Pero sobre todo, La Casa Encendida se ha convertido en punto de encuentro de jóvenes que llenan sus aulas, sus salas de exposiciones, su auditorio y su amplio patio central preparado para acoger fiestas y conciertos. De encuentro y de agitación, de movimiento, de ayuda, de cursos y de talleres, de nuevos sonidos, de cine de autor y de arte y teatro experimental. "Mantener el interés de la programación, que La Casa Encendida siga siendo un espacio abierto a multitud de posibilidades creativas y de encuentro entre los nuevos creadores y el público" es ahora el objetivo de José Guirao, director desde su fundación.

Las cifras no engañan: 250.000 personas visitaron el edificio neomudéjar (1913) de Ronda de Valencia en 2003, y más del doble lo han hecho este año, 524.224. Lógicamente, los visitantes han aumentado a la vez que lo hacían las actividades organizadas: de las 1.433 programadas en 2004 se ha pasado a las 1.762 de 2005. Es importante destacar que la mayoría de los visitantes repiten: el 88 por ciento de los usuarios de La Casa acuden con cierta periodicidad y un 57 por ciento van todas las semanas. Y es que los recursos que ofrece, biblioteca, mediateca, sala de trabajo, espacio WiFi (en el patio) y, dentro de poco, cafetería, son un atractivo más de un centro volcado también en cursos y talleres que atañen a todas las disciplinas: voluntariado, idiomas, niños, medioambiente...

De Juan Muñoz a Basurama
Quizá sean las exposiciones uno de los platos fuertes de su programación. Por sus cinco salas (dos en el sótano, como arropando al auditorio, y tres que se abren desde la imponente entrada) y dos torreones (en la terrada superior desde la que se domina el sur de Madrid, siempre abierta al público) han pasado desde el cineasta Iván Zulueta, que mostró sus polaroids y tuvo también ciclo de cine en la sala audiovisual, el argentino Jorge Macchi o el británico Liam Gillick (cuyo proyecto todavía se puede ver hoy). Sin duda una de las muestras emblemáticas de estos tres años ha sido la dedicada a Juan Muñoz. Inaugurada en marzo de este año y comisariada por Bartomeu Marí y James Lingwood, la muestra, titulada La voz sola, constituyó una nueva mirada sobre la obra del escultor a través de un aspecto mucho menos conocido de su trabajo, aunque no por ello menos interesante: la relación, o el conflicto, entre lo visual y lo auditivo. De entre las exposiciones colectivas, hay que destacar sin duda Paisaje y memoria, en la que Alicia Chillida reunía a fotógrafos, videoartistas y cineastas internacionales de los últimos treinta años que reflejaban la complejidad de las perspectivas del arte actual frente al paisaje. Fernando Sánchez Castillo, el chico de moda en el arte español, también ha pasado por sus salas con el proyecto Anamnesis. Y en otro extremo del arte, gran exposición en torno a Ramón y Cajal celebrada el primer año (allí se mostraban dibujos inéditos del científico). Además, desde su creación, el nuevo centro acoge la convocatoria anual de arte joven de Caja Madrid: Generación, que cada año toma el pulso a la creación más nueva. Y ArtFutura ha encontrado en La Casa su sede madrileña. Arriba, en los dos torreones de la terraza, suceden las muestras más relacionadas con el medio ambiente, cambio climático, sensibilización; allí estuvo la divertida Basurama, el festival de basura reciclada o reutilizada de Madrid. En la fachada, a Maider López, cuyos toldos de colores hoy cubren sus ventanas, le ha precedido Alicia Martín que se encargó de la primera intervención. Por La Casa han pasado ya comisarios como Rafa Doctor, Nuria Enguita, Santiago B. Olmo o Virginia Pérez Ratton, y que se han coproducido exposiciones con instituciones como la Fundación Antoni Tàpies (Barcelona), el CCCB (Barcelona), Casa de América (Madrid) y Palais de Tokio (París).

Cine y teatro de autor
Además de la retrospectiva de Ivan Zulueta, la sala audiovisual de La Casa Encendida ha organizado también ciclos dedicados a Aki Kaurismaki, Wong Kar Wai, Werner Herzog, Bill Plympton y Guy Maddin. El París de Vila-Matas o los experimentos visuales en torno al beat William Burroughs han sido dos de los programas más interesantes, sin olvidar el dedicado al nuevo cine asiático, a la creación rusa o, este otoño, al cine europeo más vanguardista. Y en verano, la aprovechada terraza (que alberga también un pequeño huerto y un jardín de especies más o menos raras) se convierte en cine al aire libre.

Para su pequeño teatro-auditorio La Casa Encendida nos acerca la dramaturgia de autor, la escena más experimental. Actuó allí la vanguardista Angélica Liddel con un ritual sobre la guerra y la muerte, Marcel. li Antunez presentó sus últimas performances y Cristian Atanasiu representó uno de sus humorísticos monólogos. La danza contemporánea o el programa de Coreografías de hoy ocupan un lugar destacado en la memoria de estos tres años. Otros dos festivales de éxito han sido el Festival de improvisación (música y teatro iban aquí de la mano) y el Festival de performance (más entre el teatro y el arte), y es que todas las disciplinas se cruzan e interrelacionan en esta Casa, dando lugar a actuaciones y experimentos hasta minoritarios y poco accesibles en Madrid.

Músicas del mundo
Cuando el teatro no es suficiente, el escenario se monta en el patio cubierto de la entrada, donde el aforo se duplica. Lo mismo que en los conciertos. Música experimental (Experimentaclub es uno de los programas destacados), electrónica, jazz, músicas del mundo (africana, los derviches del Kurdistán, clásica sufí) o de los DJs que, de nuevo, ocupan la terraza, son una buena muestra de la variedad de propuestas. Llorenç Barber realizó uno de sus conciertos de campanas en el patio, Marlango se presentó por primera vez en directo aquí y El Bicho, Enrique Morente y Ojos de Brujo han puesto el toque flamenco de la programación.

Todo, sin olvidar a los niños. Para el público infantil hay teatro, campamentos urbanos, cuenta cuentos, música, que pueden compartir en grupos escolares o en familia. Al fin y al cabo son ellos a los que hay que educar en la nueva sensibilidad contemporánea, los que en años venideros se acercarán a las exposiciones, ciclos y cursos que aquí se organicen.