Israel Fernández. Foto: Rufo Reverte

Israel Fernández. Foto: Rufo Reverte

El Cultural

Israel Fernández: “Intento expresar mi personalidad flamenca en toda su crudeza”

Fenómeno disparado del flamenco actual, Israel Fernández lanza nuevo disco, 'Amor', en el que muestra radicalmente sus armas: una integridad genuina y un cante formulado sin aditamentos

20 octubre, 2020 09:03

“Mi recién publicado disco expone de manera desnuda mi modo de sentir. Es, si quieres, radicalmente personal y no me dejo llevar por el dictamen de un estilo según está indicado en los preceptos, digamos, clásicos”, afirma a El Cultural Israel Fernández (Corral de Almaguer, Toledo, 1989), acerca de Amor (Universal) para de alguna manera diferenciarlo de los tres anteriores, Naranjas sobre la nieve, de 2008, Con hilo de oro fino, de 2016, y Universo Pastora, de 2018.

Aunque el flamenco es un arte vivo y en continuo proceso evolutivo, si lo dividimos en sectores según las épocas, podemos vislumbrar –que no definir, dado su carácter variable y en incesante movimiento– un calificativo aplicable a la que estamos viviendo: etapa de la creatividad. Siempre lo ha sido, desde luego, y en cualquier fecha podemos encontrar ejemplos esclarecedores, pero es posible que esa contingencia se revele en estos momentos con más fuerza y evidencia que nunca.

Una vez establecidos en las décadas de los sesenta y setenta los cánones y la ordenación de formas y variantes, así como la descripción de las características de cada una de ellas y su asentamiento definitivo, comenzó inmediatamente y a cargo de figuras señeras lo que pudiéramos llamar periodo de renovación estilística, conceptual y sonora. Y también expresiva, claro está. Esas vanguardias las lideraban, entre otros, Serranito, Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Enrique Morente, Lebrijano, José Menese, con respecto a la reforma de la estructura literaria, o Camarón en los cambios aportados en cuanto a los procedimientos interpretativos.

"Yo me levanto por la mañana y, antes de nada, me pongo un cantaor, y luego otro… Lo mío es devoción, amor por el cante"

La inercia de esa corriente aún continúa a lo largo del tiempo y para Israel Fernández su cante tiene una sólida base académica, producto de la afición y el estudio, pero, advierte, “he dado rienda suelta a mi propia voz y el resultado es un disco inquieto, quizás no convencional según las normas”. Aunque si ponemos atención
percibimos con más o menos evidencia matices del eco de Camarón, artista al que admira abiertamente.

Diego del Morao es el descendiente de una brillantísima saga de músicos gitanos de Jerez de la Frontera, entre los que se encuentran su tío abuelo, el gran maestro Manuel Morao, su abuelo, Juan Morao, su padre, el recordado Moraíto, y sus primos, Pepe y Fernando del Morao. Saga pero también escuela guitarrística de sonidos inconfundibles y con la utilización del compás, vivo y brillante, como elemento primordial en la ejecución, además de singulares propuestas en la construcción del discurso musical. El toque de los Morao ocupa un puesto destacado en la historia de la guitarra flamenca. Y Diego es el guitarrista, único y exclusivo, del disco Amor de Israel Fernández.

Mamar el arte

Solos los dos, sin más acompañamiento que las palmas y percusiones de Juan Grande, Juan Diego Valencia, Luis de Periquín, Piraña y Chaboli. Hay que decir que los criterios que utiliza Diego del Morao en esta grabación son tan originales como sorpresivos. El especialista Carlos Martín Ballester, autor del texto de presentación, ya lo subraya: “Diego del Morao maneja con naturalidad dos lenguajes tan fundamentales como complementarios: la herencia del toque y la necesaria mirada contemporánea. Si a ello se le añade que el jerezano está adornado con un talento único, las conclusiones no pueden ser más elogiosas”. El mismo Israel Fernández valora su presencia como insustituible en la indagación y el acarreo de nuevas calidades flamencas. “Diego me ha abierto un horizonte que yo no conocía; entre los dos se ha establecido un diálogo para entrar en universos a veces inexplorados”, asegura.

Israel nació en el seno de una familia gitana de procedencia andaluza aficionada al flamenco, en este caso practicantes de un flamenco doméstico, el que se celebra en las casas durante las fiestas privadas y donde cualquier ocasión es buena para cantar, tocar y bailar. El flamenco como forma de vida, como manifestación espontánea que el joven cantaor vivió desde pequeño. “Me crie en ese ambiente: mi padre, mi abuela, mis tíos, todos participando de lo que nos unía: la música y el ritmo común. De niño era para mí algo tan normal que lo consideraba como un juego”.

"No quiero ser repetitivo ni hacer lo que los demás, aunque vaya en mi contra. No pretendo renovar sino ser yo mismo, ser distinto"

Pero ese juego, esa condición lúdica y de convivencia originaria e ingenua del flamenco va dando paso a otras circunstancias. “Lo que ocurre es que después te ibas introduciendo en un mundo del que te dabas cuenta a medias y con el que te habitúas a convivir. Al principio acompañado por personas de tu confianza y luego ya solo, cuando adquieres cierta seguridad. Un camino en el que descubres distintos factores y del que vas tomando conciencia poco a poco y, al final, adviertes que te has convertido en un profesional. Eso significa que tu existencia asume ciertas implicaciones y adquiere un sentido diferente”.

Claro que es diferente: la dinámica, las conexiones, las exigencias de una situación que altera los baremos establecidos. De todas formas, Israel avanza a pasos firmes y con determinación, con la certeza de que mostrándose a pecho descubierto puede llegar a cualquier parte. No esconde nada, se muestra tal como es. Sus armas son la integridad genuina que siempre irradia su persona y la autenticidad de su cante formulado sin aditamentos teatrales. En ese sentido es y quiere ser riguroso. “Intento mostrar mi personalidad flamenca en toda su crudeza, no ser repetitivo ni hacer lo que los demás, aunque eso vaya en mi contra. Lo fundamental es no poner freno a mi sentimiento, si bien con la contención que me da el conocimiento que haya podido adquirir a través del estudio de los maestros. Yo no pretendo renovar, sino ser yo mismo, pero no con la intención de figurar como alguien distinto. Se trata de poner en funcionamiento mi creatividad a partir del bagaje que acumulo por medio de lo que he aprendido”.

A pesar de su juventud, Israel Fernández, activo y de resoluciones arrolladoras, ya tiene un trayecto recorrido y se desenvuelve impulsado por la innata necesidad de conocer y de llegar al fondo no solo del flamenco, que es su territorio nativo, sino de otras áreas musicales. Su amigo, el pianista, compositor y arreglista Pedro Ojesto, líder de la banda Flamenco Jazz Company, y un agudo observador en nuestros días del arte flamenco, que ha incorporado desde siempre y con profunda sensibilidad e imaginación a sus trabajos, fue el productor del primer disco de Israel, Naranjas sobre la nieve. “Él –dice– venía de un pueblo de Toledo, y desde el primer momento vi sus posibilidades. Muy jovencito, había ganado algunos concursos en televisión, era el típico muchacho al que le gustaba Camarón, aunque me sorprendió la enorme afición que tenía. Siempre estaba investigando, preguntando, consiguiendo grabaciones no solo de maestros conocidos, sino de cantaores raros, marginales. Pero es curioso, porque con una sola escucha, ya lo retenía y lo podía repetir con toda facilidad”.

Aprendizaje ‘deslocalizado’

Efectivamente, al no haber nacido en un territorio de tradición flamenca, donde, inmerso en el ámbito más propicio, hubiera recibido directamente las enseñanzas y compartido los conocimientos elementales en un entorno de reciprocidad, Fernández buscó en el estudio y la investigación un medio para formarse. “Yo me levanto por las mañanas y, antes de nada, ya me pongo un cantaor, luego otro… Nosotros tenemos toda la información al alcance de la mano, sobre todo a través de internet, una suerte de la que no alcanzaron a beneficiarse las generaciones anteriores. Eso se puede llamar estudiar, pero en mi caso es más admirar, aprender disfrutando. La palabra estudiar suena a trabajo, disciplina, obligación. Lo mío es devoción, amor por el cante, mi alimento de cada día. Pero también es importante la memoria. Lo bueno es oír con atención para recordar”.

"El jazz te engrandece, te ofrece claves para la afinación. Me ha venido muy bien tener contacto con él para enriquecer mi lenguaje"

Desde 2011 a 2019 Israel Fernández ha estado presente en discos del grupo Flamenco Jazz Company, como Nikela, Rumbo desconocido, Flamenquillos o Kilómetro 0. A pesar de que no se salía de los cauces del flamenco, sin embargo se enfrentaba a cambios armónicos, compases, resoluciones melódicas arriesgadas y difíciles. “Como tiene ese oído tan prodigioso”, dice Pedro Ojesto, “zanjaba con rapidez cualquier problema. Se pone a tocar el piano o la guitarra. Es una persona superdotada, con unas facultades que están por encima de la media, un virtuoso, y no solo para la música desde un enfoque profesional, sino también desde el punto de vista artístico. En el terreno comunicativo tiene un gran talento, con una frescura y una personalidad muy especiales”. El mismo Israel reconoce que "el jazz te engrandece, te ofrece unas claves útiles para conseguir una ajustada afinación, aunque se trate de otro género. A mí me ha venido muy bien tener contacto con esos músicos, que me han ofrecido la oportunidad de enriquecer mi lenguaje flamenco".

A partir de Amor a Fernández se le están abriendo muchas puertas, lo reclaman en festivales y grandes ciclos y productoras y discográficas poderosas están apostando por él como valor seguro, apoyándolo con la intención de proyectarlo hacia la condición de personaje mediático. El joven nacido en un pueblo de cinco mil habitantes de la provincia de Toledo, que se emociona escuchando la voz rota de su abuela, dice que ahora mismo se encuentra tranquilo, aunque con una cierta desazón ante el apremio que siente “por ir mejorando y creciendo cada día, como persona y como artista. No quiero hablar de meta porque me suena a final, ni marcarme un objetivo. Nunca he pretendido llegar a ningún lugar concreto, solo aspiro a ser yo mismo y buscar mi sitio en el arte flamenco para dejar mi huella, poner mi granito de arena. Ese es mi sueño”.