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El Cultural

La última de Ulrich Rückriem

Ocho esculturas trazan un relato conciso y poético de lo que ha sido la carrera del artista

1 julio, 2019 10:33

Ulrich Rückriem. The Last Fifty Years, 1968 / 2019. Galería Heinrich Ehrhardt. San Lorenzo, 11. Madrid. Hasta el 20 de julio. De 2.000 a 350.000 euros

The Last Fifty Years es el título que el artista alemán Ulrich Rückriem (Düsseldorf, 1938) ha dado a su última individual en la galería Heinrich Ehrhardt, una exposición que alberga cierto poso nostálgico, de balance o quizás también de fórmula con la que saldar cuentas consigo mismo. Rückriem, como destaca Max Wechsler en el texto del catálogo que la galería ha editado para la ocasión, se formó como tallista clásico de piedra en el taller de la catedral de Colonia, donde fue oficial entre 1959 y 1961, antes de iniciar su trayectoria como artista. Su carrera arrancará en los años siguientes, a su vuelta a Düsseldorf, pareja a la de figuras contemporáneas como Richard Long, Carl Andre o Sol Lewitt, con quienes establecerá sus primeros contactos a través del vínculo de todos ellos con la galería de Konrad Fischer. Sin embargo, lejos de los planteamientos más neutros del minimalismo, en Rückriem uno se encuentra permanentemente con la mano del escultor y con una presencia alejada que José Ángel Valente definió con precisión al escribir a su madre: "Alejarme tan sólo fue el modo / de quedar para siempre".

La exposición parte de un ejercicio ya utilizado previamente por Rückriem en 2015, en la galería Koenig & Clinton de Nueva York que es, visto lo visto, un buen modo de revisar el pasado sin olvidar presente y futuro. Las ocho esculturas que componen el montaje configuran una instalación de calculada sobriedad, sin forzar la mueca ni jugar a reinventar nada. Así, de las canteras de dolomita de Anroechte (Alemania), donde Rückriem comenzó a trabajar ya en los sesenta, se presentan aquí dos esculturas, una columna de 1968 y una estela de 2016, que pudo verse ese mismo año en la anterior exposición del artista en la galería. Quizás la fisura que divide en dos la columna sea de los detalles más sutiles de la muestra, donde la línea divisoria se entiende, sobre la superficie de la roca serrada, casi como un dibujo a grafito.

Ocho esculturas trazan un relato conciso y altamente poético de lo que ha sido la carrera de Rückriem

La relación de Rückriem con España ha tenido ya desde los ochenta amplia difusión, especialmente por sus trabajos en piedra. Sin embargo, el montaje deja sitio también para algunas piezas realizadas en hierro, acero y madera, pertenecientes a sus primeras dos décadas de producción, que han sido rehechas o rescatadas y elaboradas a partir de viejas anotaciones del artista y bajo su rigurosa supervisión. Cada una se plantea desde las diferentes bifurcaciones que Rückriem ha ido explorando, con soluciones de factura simple, de gran belleza por la aplicación del gesto mínimo, pero también otras en que por ejemplo, la violencia ejercida sobre un tubo de acero aplastado a martillazos, nos recibe e inevitablemente nos confirma que todo esto de amable tiene lo justo.

El planteamiento que articula esta muestra se halla a medio camino entre un recorrido retrospectivo al uso y la reelaboración no ya de las piezas, sino de las relaciones que se establecen entre ellas. Es una cápsula del tiempo que permite con sólo ocho esculturas configurar un relato conciso y altamente poético de lo que ha sido la carrera de Rückriem desde 1968. Resulta emocionante, nada más cruzar la puerta, entender lo mucho que hay del artista en el propio montaje. Lejos de fórmulas simples o inventarios, The Last Fifty Years no es arqueología, huele a fresco y a ganas de seguir contando. Por eso mismo, todo lo que de mal presagio puede albergar su título, deriva en una celebración de la vida y del trabajo que ella concentra.