Image: Alexis Ravelo: Vivo la literatura como una trinchera

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El Cultural

Alexis Ravelo: "Vivo la literatura como una trinchera"

En La ceguera del cangrejo el escritor de novela negra recorre la isla de Lanzarote de la mano de César Manrique para denunciar los atentados medioambientales

9 mayo, 2019 02:00

Alexis Ravelo

Premio Hammett por La estrategia del pequinés y autor de libros como La otra vida de Ned Blackbird o Los milagros prohibidos, Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) se define a sí mismo como un escritor algo camaleónico. "Necesito estar siempre mudando de estilo y de razones", reconoce. Prueba de ello es su última novela, La ceguera del cangrejo (Siruela) donde se plantea por primera vez una historia de investigación, en la piel de un militar, Ángel Fuentes que sigue los pasos de su pareja, la historiadora de arte Olga Herrero, fallecida en un absurdo accidente. Un recorrido por la isla de Lanzarote, de la mano de César Manrique que le permite indagar sobre la vinculación entre el desarrollismo y los atentados medioambientales y la corrupción. Ataviado con una camiseta negra, con una de las frases de su anterior novela, reconoce que él, como escribió en Los milagros prohibidos, "hace mejor la guerra con la palabra". Pregunta. ¿Y la hace? ¿Hace la guerra con la palabra? Respuesta. Sí, creo que me define muy bien porque yo entiendo la literatura como una trinchera. Todo libro es una barricada contra la ignorancia y contra la autocomplacencia. Y, de alguna manera, la literatura debe servir también, a parte de para la búsqueda de la belleza, para incomodarnos, para obligarnos a hacernos preguntas sobre el mundo, sobre el lugar que ocupamos en él o sobre cómo podemos cambiarlo y sobre todas esas cosas que muchas veces parece que tenemos muy claras y que a través de la ficción entendemos que no lo son tanto. P. ¿La novela negra es un buen escaparte para hacerlo? R. Es un buen sitio. Una buena novela negra te hace vivir ciertas experiencias con intensidad. Es esencialmente una historia sobre la violencia y por tanto sobre la acción. Pero la novela negra que a mí me interesa es aquella que te deja preguntas incómodas, que te hacer cuestionarte lo que hay debajo de los velos de la ideología, todas esas cosas que normalmente no vas a poder ver a primera vista porque hay todo un discurso que te lo está ocultando. P. Precisamente, el título de su novela, La ceguera del cangrejo, también hace referencia a aquello que no queremos ver, ¿no? R. Sí, surgió en el transcurso de la escritura de la novela. Para terminarla, tuve que viajar mucho a Lanzarote, residir allí unas cuantas semanas de vez en cuando. No se puede escribir sobre los sitios como turista, tienes que escribir como viajero. Entonces fue surgiéndome esa idea de que en Lanzarote todo estaba oculto. Todo quedaba muy cerca pero lo importante quedaba escondido. El cangrejo me pareció el epítome de esa idea. Ese cangrejo ciego que vive ahí ajeno a lo que tiene alrededor. De alguna manera nos hemos acostumbrado a vivir así. A cegarnos ante ciertas realidades muy injustas que tenemos delante. Ya no hablo solo de los casos de corrupción y de los asuntos turísticos. Todos los días nos cegamos ante un montón de realidades quizás para sobrevivir anímicamente.

P. En su libro, hace un recorrido por Lanzarote de la mano de César Manrique y una reflexión sobre la corrupción política urbanística y medioambiental, ¿cómo junta todos estos factores? R. Una novela no se hace con una buena idea, se hace con un montón de malas ideas que se van mezclando. Había dos cosas que yo quería hacer, una era hablar sobre la vinculación entre el desarrollismo y los atentados medioambientales y la corrupción, que es una vinculación que a nadie se le escapa que es muy estrecha. Y otra cosa que quería hacer era escribir por una vez una novela de investigación. Porque normalmente mis novelas no son las clásicas novelas policíacas, son historias más bien negras, donde muchas veces los protagonistas son los propios delincuentes. En ellas, no intentas buscar al asesino sino que te preguntas quién será el siguiente en morir. Por una vez quería hacer una historia policiaca. Y también quería tocar el tema del duelo que era un asunto que nunca había tratado. En mis textos, muere mucha gente y luego nadie se pregunta qué pasa con los que se quedan. Dándole vueltas a todo de repente surgió esta idea de que César y Lanzarote eran la excusa ideal y además de una manera positiva. P. ¿En qué sentido? R. Las personas que defienden el medio ambiente normalmente lo hacen de una manera negativa. Cuando los desarrollistas atacan su zona, son los medioambientalistas quienes reaccionan. En el caso de Lanzarote fue al revés. César creó un modelo que demostraba que funcionaba, que preservaba el medio ambiente al mismo tiempo que le sacaba algún partido turístico y, esto es lo más bonito, mediante una intervención estética del entorno. P. ¿Qué responsabilidad tenemos como turistas en el deterioro de nuestras costas? R. Nosotros como consumidores favorecemos ese tipo de ofertas. Es más, ahora ponemos en peligro ese turismo de sol y playa porque ya nos vamos al apartamento de ocio compartido. La costa española está salpicada de hoteles abandonados, de edificios de apartamentos abandonados, que son un foco de tristeza. Luego se quedan ahí y ya está. Te cargaste una playa, pusiste en peligro a algunas especies y, total, para nada, para que cuando se acabe la producción de la actividad, aquello se quede muerto.
César Manrique era un absoluto visionario que logró implicar absolutamente a toda la sociedad en su proyecto"
P. ¿Diría que César Manrique era un adelantado a su tiempo? R. Él decía: "Yo soy un contemporáneo del futuro". A mí me pareció un absoluto visionario. En Canarias hemos tenido suerte porque siempre hemos tenido artistas muy interesantes pero el desparpajo de César, su frescura, su entusiasmo a veces infantil por las cosas, esa habilidad para implicar y unir a la gente en el proyecto, eso no lo tenía todo el mundo. Era capaz de ir casa por casa para que no pintaran sus casas, por ejemplo, de colores, sino de blanco. Logró implicar absolutamente a toda la sociedad civil. Eso es muy difícil. Y él supo ver en aquella isla de la que se decía que solo venía la pobreza el germen del vergel que es hoy en día, porque en realidad es como un oasis. El ejemplo más claro está en el Taro. Todos veían en él un erial. Pero un artista es alguien que, donde los demás no ven nada, él ve posibilidades estéticas. P. En medio de todo esto sitúa a un militar como protagonista, ¿cómo se decantó por este perfil? R. Qué duro fue. Yo no hice ni la mili, fui insumiso y carezco de la más mínima experiencia castrense. No quería un policía, porque los policías tienen que estar sujetos a una serie de burocracias y a unos procedimientos que pueden llegar a ser hasta engorrosos. Pero por otro lado tenía que ser un personaje que fuera capaz de ejercer la violencia en el momento de la acción. Y luego hay una cosa que me parecía fundamental, quería que fuera alguien que se sintiera inferior a Olga, que fuera absolutamente lego en cuestiones culturales, sobre todo estéticas, para que de alguna manera el lector hiciera el recorrido con él. Las acciones de los personajes tienen que estar más justificadas que nuestros actos en la vida. Yo en ocasiones hago cosas que no sé por qué las hago, pero sí sé porque cada uno de mis personajes hace cada cosa. Entonces me costó muchísimo meterme en la cabeza de este hombre, que es un hombre ciertamente posesivo y celoso, pero intenta ser mejor, no carece de cierta sensibilidad. P. Participará esta tarde junto a Domingo Villar en el XV Congreso Novela y Cine Negro de Salamanca, ¿cree que se escribe buena novela negra en España? R. Sí, yo creo que sí. No tenemos nada que envidar a muchos productos que nos llegan, sobre todo anglosajones, que son de una calidad mediana pobre. En España estamos viviendo un momento maravilloso. Aún siguen produciendo novelas gente como Andreu Martín, Juan Madrid, Alicia Giménez Bartlett, autores como Lorenzo Silva, y luego las camadas nuevas. Además, a ellos hay que sumar a la gente joven que está llegando y va a dar mucho que hablar. P. ¿Por ejemplo? R. Te voy a dar un nombre. De los más jóvenes, hay una autora a la que le he leído una novela que es Vienen mal dadas, se llama Laura Gomara. Empecé a leerla y pensé que ahí había futuro. Tenemos autores o autoras que todavía entienden el género como ese meter el dedo en la llaga, ver lo que hay debajo. Yo el sufrimiento del personaje de esa novela lo sentí como mío. Además me parece que tiene potencia narrativa. Hay cantidad y hay calidad y para el día mañana nos va a quedar algo. @mailouti