Alonso Cueto

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El Cultural

Alonso Cueto: "Perú todavía debe luchar contra el racismo y el clasismo"

15 junio, 2018 02:00

Lali, la esposa de Gustavo Rey, es una mujer de clase alta cuyo matrimonio se ve amenazado por una migrante de la selva peruana. Ella puede permitir que su marido tenga aventuras pero no que se enamore de otra mujer, especialmente de una mujer que es socialmente inferior. Acepta que los migrantes puedan ganar dinero u obtener puestos pero no que se metan en la cama con su marido. Tras su exitosa trilogía política Redención, el escritor peruano Alonso Cueto (Lima, 1954) regresa con La segunda amante del rey (Literatura Random House), una historia de amor y celos sobre el riesgo y los límites de la ilusión, que funciona como una ácida crítica contra el clasismo y el racismo que, pese a los notables avances de los últimos años, todavía sigue presente en Perú.

Pregunta.- Su novela anterior, La viajera del viento, cerraba su exitosa trilogía Redención sobre violencia política y Sendero Luminoso, ¿cómo da el salto después a La segunda amante del rey?
Respuesta.- En esa trilogía lo que me interesaba en realidad no era la guerra de Sendero sino su causa principal: la ebullición de conflictos en una sociedad de muchas culturas superpuestas. En realidad, es un privilegio ser un escritor peruano porque es una sociedad que tiene el conflicto en su fundación histórica y cultural. La enorme cantidad de fracturas sociales, culturales, étnicas de la sociedad peruana es un paraíso porque es una fuente interminable de relatos. Cuando este paraíso está en movimiento como ha ocurrido en los últimos años, con la formación de una nueva clase media, con nuevos ricos entre los migrantes provincianos, se hace mucho más fascinante. Los hijos de las antiguas familias adineradas pueden ir al mismo colegio que los de las familias emergentes, pueden enamorarse, hacerse amigos, tener relaciones laborales...

P.- Hace poco se manifestó junto a otros 300 intelectuales peruanos en contra del negacionismo de la violencia en su país, algo común en Latinoamérica, ¿cuál es la relación del continente y de los escritores con el pasado?
R.- América Latina vive afirmando y negando su pasado. Nos interesan las culturas precolombinas, hacemos museos y señalamos las ruinas con fines turísticos. Pero luego cuando en el pasado reciente hay realidades incómodas como la guerra de Sendero Luminoso, queremos negarlas o simplificarlas. Siempre he pensado que un escritor debe abrir las cajas de Pandora de su sociedad. Las instituciones y sobre todo las instituciones militares quieren escribir una historia de buenos y malos, a su favor. En los tiempos de Sendero el principal violador de los derechos humanos fue el terrorismo pero las prácticas brutales de los militares no pueden negarse, en muchos casos con víctimas inocentes. Creo que tenemos que aprender a mirar a nuestra violencia cara a cara, sin maquillajes, y aprender de esa lección. Felizmente la Comisión de la Verdad hizo un trabajo estupendo recolectando testimonios, y allí están las novelas, películas y series para recordárnoslo.

"Un escritor debe abrir las cajas de Pandora de su sociedad. Aprender a mirar a nuestra violencia cara a cara, sin maquillajes"

P.- Tras los grandes escritores del boom, que encarnaban en sus novelas la visión y la concepción de todo un país, ahora se escribe desde lo personal, desde la propia experiencia, ¿es el fin del escritor comprometido, figura muy asociada a América Latina?
R.- Creo que la época en la que se negaba el entorno social y político se está terminando. Por lo que veo en escritores de obras recientes se ha vuelto a la idea de que tenemos una realidad lo suficientemente dramática y estimulante, con héroes anónimos, hazañas, luchas y enfrentamientos, que son magníficos puntos de partida para cualquier historia. También me parece que se está recuperando la idea de que las novelas pueden influir no en la sociedad pero sí en la conciencia individual de un lector. Libros como los de Claudia Piñeiro o Laura Restrepo por ejemplo van claramente en esa línea, lo mismo que Héctor Abad, Leonardo Padura, Carlos Franz y Juan Gabriel Vásquez. Creo que lo mismo puede decirse de autores más jóvenes de enorme talento como María José Caro, Andrea Jeftanovic, Samanta Schweblin y Mariana Enríquez.

Mundo de mujeres

P.- Al igual que en muchas de sus obras, en La segunda amante del rey el peso narrativo recae en los personajes femeninos, ¿por qué? ¿Cómo es escribir desde los ojos de una mujer?
R.- Ese era un tremendo reto al escribir esta novela pues creo que no solo se trata de escribir desde "un punto de vista femenino" sino desde el punto de vista de esta mujer en especial. En la narrativa no hay tipos ni prototipos ni estereotipos sino personas de carne y hueso. Quería encontrarme con Lali y sentir el mundo según ella lo siente. Me pasó antes con otra novela, El susurro de la mujer ballena, que está contada en primera persona por una mujer. Creo que las mujeres son personajes más interesantes que los hombres porque su mundo interior es más rico y más complejo, quizá como consecuencia de haber sido reprimidas mucho tiempo. Las mujeres por otro lado viven las relaciones con otros más a fondo. Los hombres estamos más encerrados en nosotros mismos.

"Se está recuperando la idea de que las novelas pueden influir no en la sociedad pero sí en la conciencia individual de un lector"

P.- Lali, la protagonista, es una mujer que urde un plan amoral para no perder a su marido y la vida que éste le ofrece, ¿hasta dónde es capaz de llegar el ser humano para no perder su estatus?
R.- Lali se ha casado con el señor Gustavo Rey, lo que ha supuesto una mejora sustancial en su vida. Ella viene de una familia de escasos recursos y se ha mimetizado en su nueva condición. Tiene una casa con piscina, muchos muebles, viaja por todo el mundo con su marido. Pero cuando siente que su imperio está amenazado, se descubre su verdadera entraña. Está dispuesta a todo. Está luchando contra otra mujer que quiere lo mismo que quiso ella, entronizarse en la clase alta con su marido. Este hecho saca lo peor de ella misma. No en balde mi amigo Carlos Franz la describió con tres palabras: "mala, mala, mala".

P.- En la novela aborda la existencia de servicios sexuales y de seducción masculinos, como hizo en España en su última novela Rosa Montero, ¿la prostitución masculina ya no es un tabú?
R.- El prostituto, como la prostituta, vive de la seducción, es un profesional de la ilusión efímera. Se parece un poco a todos nosotros, salvo que en su caso es más verdadero y honesto dentro de su enorme mentira. El sexo, como el amor, es un desestabilizador de la sociedad y de la conciencia y quien tiene el poder de ejercerlo es un personaje inquietante. Me interesaba el prostituto de esta novela porque me parece un personaje esencialmente solitario y triste que vive sin embargo de la ilusión del amor y de la felicidad. Es un actor consciente de su soledad. Dicho sea de paso, me gustó mucho la novela de Rosa Montero.

Todavía hay clases

P.- Como en novelas anteriores, disecciona la alta sociedad limeña, demostrando que vive de espaldas al resto del país. ¿Es sostenible este modelo social?
R.- La clase alta limeña, como la de cualquier país, quiere vivir de espaldas a la realidad de los demás pero eso es cada vez más difícil. En unas elecciones peruanas hace un tiempo, un millonario y su jardinero postularon a elecciones en el Congreso. Para sorpresa de todos, el jardinero salió elegido y el millonario apenas obtuvo algún voto. El día que el jardinero fue al Congreso, el millonario se fue del país. Esta es una historia que se replica en muchos casos. Mi novela La hora azul es la historia de un abogado exitoso que comprende que es hijo de un general que fue torturador en la guerra de Sendero. Luego se da cuenta de que a lo mejor tiene un hermano, hijo de una de las prisioneras de su padre. Antes de eso no tenía la menor idea del país en el que vivía.

"El problema del Perú ahora no es la economía, que avanza, ni la sociedad, que se integra lentamente, sino la política"

P.-¿Qué papel juega este clasismo en las relaciones sociales limeñas?
R.- La nuestra siempre fue una sociedad estática pero en los últimos años ha habido un movimiento impresionante. Hay una clase media creciente y el racismo y el clasismo continúan pero con menos fuerza. Por primera vez hay una sanción social y legal para actos de discriminación. Pero tenemos que luchar contra nuestra propia historia. En el siglo XVIII, en la sociedad virreinal de los borbones, Lima ya era una ciudad tremendamente clasista. Por entonces los ricos de la ciudad se paseaban en calesas y en carrozas. El Virreinato peruano tenía más nobles que el de México.

P.- Uno de los grandes debates en Europa es la desaparición de la clase media a raíz de la crisis de la última década. ¿Ocurre algo así en Perú? ¿Es posible sostener nuestro modelo social sin una clase media fuerte?
R.- Una clase media fuerte es la única posibilidad para una sociedad sana. Gracias a políticas económicas muy razonables en los últimos años, con todos sus problemas, la clase media ha crecido en el Perú. Hoy se nota un incremento en la capacidad de consumo. Se ven edificios, locales, construcciones nuevas. En eso la prédica que inició Mario Vargas Llosa en los años noventa ha tenido un efecto positivo. El problema del Perú ahora no es la economía que avanza ni la sociedad que se integra lentamente sino la política. Los políticos no cambian, al menos por ahora.

Novelas contra la ley

P.- Su novela tiene ciertos visos, ciertas estrategias de la novela policial, ¿por qué incluye estos elementos? ¿Qué opina del género?
R.- El género policial reproduce la vida tal como la vivimos. La primera experiencia policial ocurre cuando nuestra madre nos pregunta quién ha roto la lámpara de la casa. Las historias de la Biblia podrían pasar por novelas policiales. Adán y Eva son corrompidos por la primera criminal de la historia. La serpiente es la que dice la verdad y provoca una infracción de la ley. García Márquez ha dicho que Edipo Rey es una obra policial en la que el detective descubre que también es el criminal. La razón por la que el género es tan extendido es que formaliza un tema esencial a la literatura. Toda novela es la historia de un protagonista que rompe alguna ley, ya sea una ley natural o una ley social. Quebrar la norma es la premisa de la novela policial y de la novela en general. En un sentido más concreto, un policial es la historia de una búsqueda de la verdad. El detective es un pensador y es un actor. Buscar la verdad es una de las obsesiones de los seres humanos pues la curiosidad es un motor de la conducta. Por lo general nunca la encontramos pero por eso mismo seguiremos buscándola.

P.- Ya está inmerso en su próxima novela, un relato histórico sobre un personaje en cierto sentido fundacional de Perú como la Perricholi. ¿Por qué decide abordar esta figura?
R.- Micaela Villegas, la Perricholi, vivió durante la segunda mitad del siglo XVIII, en una Lima que todavía tenía las pretensiones de una gran metrópoli. Fue una actriz muy famosa, una empresaria y además tuvo una relación de varios años, y un hijo, con el famoso Virrey Amat y Junient, héroe de la batalla de Bitonto. La vida de la Perricholi está salpicada de anécdotas y episodios de escándalo. De origen relativamente humilde, se convirtió en una amenaza para las damas de la corte limeña, por su atractivo con los hombres. Cuando murió en 1819, su leyenda había llegado a Francia. Merimée, Offenbach o Jean Renoir le dedicaron obras. La historia del Perú y de cualquier país nos da una enorme cantidad de personajes, y los novelistas podemos aprovecharnos de su vida para nutrir la nuestra.