Image: Luis García Montero

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El Cultural

Luis García Montero

"La banalización de la felicidad es tan corrosiva como la banalización del mal"

4 marzo, 2016 01:00

Luis García Montero. Foto: Luis Parejo

Poeta, ensayista y narrador, Luis García Montero (Granada, 1958) acaba de entonar su Balada en la muerte de la poesía (Visor), sabiendo que ésta sólo puede respetarse como "perpetua agonizante".

¿Qué libro tiene entre manos?
Ahora, San Manuel Bueno, martir. Preparo unas clases sobre Unamuno. Esta noche me espera en la mesilla Cinco esquinas, la última novela de Vargas Llosa.

¿Hubo alguno que abandonó por imposible?
Algunos, claro. Lo peor es cuando hay que presentarlos. La lectura salpicada es un arte para salir indemne de ciertos compromisos.

¿Con qué escritor le gustaría tomarse un café mañana?
Con Ángel González, en la cafetería Kontiki.

Cuéntenos la experiencia cultural que le cambió su manera de ver la vida.
La lectura de García Lorca, en Granada, al final de los años 60, en el volumen de Obras completas de Aguilar. Recuerdo incluso la sensación física que me provocó.

¿Se enteró, por fin, de la hora del entierro de la poesía?
Me enteré y fui, y me encontré con Rosalía, Baudelaire, Manrique, Leopardi, Borges, Ajmátova… La memoria de la poesía es su presente, arde de forma permanente para renacer, mantiene viva la llaga.

¿Fue de muerte natural o se descubrió a algún culpable?
Brecht denunció que se vivían malos tiempos para la lírica. El mercantilismo, la pérdida de memoria en el deseo de los consumidores, el cinismo que agrede a la verdad como valor humano, las tácticas de la sociedad del espectáculo…, y luego los años que va cumpliendo uno y el cansancio que provocan las cosas que se ven. A Hannah Arendt le escribe el mundo todos los días para confirmarle que la banalización de la felicidad es tan corrosiva como la banalización del mal. La poesía sólo puede respetarse a sí misma como perpetua agonizante, como una forma terca de resistencia.

¿Con qué poetas le gustaría celebrar su resurrección?
Con Rafael Alberti y Javier Egea.

"No es el mío ese tiempo", escribió Gil de Biedma. ¿Es éste el suyo?
Yo soy un muchacho del siglo XX . Jaime fue un maestro a la hora de enseñarme a escribir poesía. Intento llevarle la contraria ahora y no dejar de escribir antes de tiempo como hizo él. No, este siglo no es el mío, pero es el tiempo de mucha gente a la que quiero. Por eso abro los ojos y la boca. Que tengan mucha suerte mis hijos y sus amigos... Y que sepan perdonarnos.

¿Qué poema, qué poeta, le emociona especialmente?
"Si el hombre pudiera decir" de Luis Cernuda. Ya ven, poco a poco voy colocando mi santoral.

De los suyos, díganos qué verso le dejó más satisfecho.
Uno se lee a uno mismo con ojos de corrector y eso siempre es una invitación a estar insatisfecho. La admiración sólo surge al leer textos ajenos. Machado es una compañía segura hasta en los momentos más bajos. El libro mío en el que más me reconozco es Habitaciones separadas, y no me deja satisfecho.

¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
La crítica me da alegrías cuando me pone bien y malos ratos cuando me pone mal. ¿Para qué mentir? Aprendo siempre. Se aprende hasta de los comentarios más torpes. Y mucho de la mala intención. Le debo parte de lo que soy a mis enemigos. El desprecio que siento por el capitalismo sólo es comparable al desprecio que sienten por mí los estalinistas.

¿Entiende, le emociona el arte contemporáneo?
Una parte, sí. Pero no creo en el fin de la pintura y sé que hay muchas tomaduras de pelo y desconfío de los que necesitan un tratado teórico para justificar una ocurrencia.

¿Qué música está escuchando?
He subido en coche a la Facultad con La flauta mágica. Estuve hace poco con mi hija en el Teatro Real...

¿Qué libro debe leer urgentemente el presidente del Gobierno?
Una manual abreviado sobre los cambios en los registros de la propiedad. A ver si retoma su vida laboral pronto.

¿Le gusta España? Denos sus razones.
Me gusta. Es mi país, mis ideas sobre la libertad, la justicia, la memoria, el futuro y la poesía me valen de poco sin él.

Regálenos una idea para mejorar la situación cultural.
Combatir la telebasura e invertir en educación pública. Sobre estos temas es un pecado ser original.