Exposiciones

Poussin, paisajes de la razón

Poussin y la naturaleza. Comisario: Pierre Rosenberg

18 octubre, 2007 02:00

Paisaje con las cenizas de Foción, 1648

Museo de Bellas Artes de Bilbao. Plaza del Museo, 2. Bilbao. Hasta el 13 de enero.

En un maridaje de centenarios (el museo lo celebra el año que viene y su patrocinadora, la BBK éste) el Bellas Artes de Bilbao ha decidido marcar un hito y abordar una exposición compleja, tanto técnica como conceptualmente, pero que constituye sin duda una de esas rarezas que, además de permitir conocer reunida la obra de un gran artista clásico (cosa cada vez más difícil por los problemas de conservación y transporte), tienen vocación de trascendencia por la tarea de investigación que llevan detrás, plasmada, en este caso, en un documentado catálogo al que únicamente puede reprochársele una visión un tanto clasicista.

Sin duda la personalidad del comisario, Pierre Rosenberg, director honorario del Louvre, ha influido a la hora de conseguir los préstamos de obra necesarios, y la consistencia del proyecto en el inmediato interés del Metropolitan de Nueva York, que se apuntó al mismo en cuanto recibió la solicitud de préstamo de algunas de sus obras. La exposición reúne varios de los mejores cuadros del pintor francés así como dibujos y bocetos preparatorios o simples apuntes gráficos que luego se incorporan a la pintura.

El tema propuesto por Rosenberg para la exposición tiene su dificultad. Poussin es un pintor que resulta críptico a los ojos de hoy, puesto que se trata de una pintura textual, apoyada en un pasaje bíblico o mitológico que es preciso conocer. Pero, además, el tratamiento de la Naturaleza en un período histórico en que, por así decirlo, el paisaje no se había inventado aún, o está en sus albores, requiere una aproximación por parte del espectador muy diferente a la que estamos acostumbrados a realizar.

Poussin es contemporáneo, y amigo durante su etapa romana, de Claude Lorraine, otro de los proto-paisajistas, con quien realiza salidas a la campiña romana para tomar apuntes del natural. De Lorraine toma Poussin algunos de los principios de representación del paisaje, como la idea de la caja espacial: la ordenación de elementos, en distintos planos, desde los bordes del cuadro, que guían la lectura hacia el punto de fuga. Pero en Poussin la Razón tiene un peso mucho mayor y la estructura de los cuadros está regida por las matemáticas. La organización según la sección áurea es perceptible desde sus dibujos (como Estudio de palmera) hasta en las pinturas ya terminadas y la organización del espacio en perspectiva refleja no un uso de ésta como ventana de exploración, sino como elemento articulador del cuadro (Paisaje con viajeros descansando).

Y es justamente en los dibujos donde reside la importancia de la exposición, porque se trata, en muchos casos, de apuntes del natural y reflejan el proceso de aprendizaje de la mirada. El concepto de paisaje implica la observación; paisaje es el territorio visto desde un lugar determinado y, en tiempos de Poussin, esa observación está todavía en sus comienzos. La diferencia entre los apuntes y su incorporación al cuadro final señala claramente esa diferencia. Los primeros son, por así decirlo, elementos modulares, disegni, que luego se utilizarán en la construcción de un espacio ideal, cuya función no es describir un territorio sino construir un espacio ideal que sirva de marco de expresión de valores morales. El castillo de Sant’Angelo parece reconocible en varios de sus dibujos romanos, y aparecería reproducido luego en cuadros como Paisaje con Orfeo y Eurídice. Pero, quizá por ello, se muestran más directos, más como resultado de la observación directa que de la aplicación de los ideales academicistas.

También es importante la desconexión que se da entre Naturaleza e historia. Poussin, no hay que olvidarlo, es ante todo un pintor narrativo, cuyas obras atienden al viejo problema de la frase de Horacio: ut pictura poiesis, la relación entre texto escrito y texto visual y las técnicas narrativas del discurso pictórico que abordará años más tarde Lessing en su Laocoonte. Los límites expresivos de la pintura son un tema central de la reflexión estética de la época y muchos son los que conceden a la pintura sólo la capacidad de describir. El cómo hacer que el observador penetre en la mente de los personajes, el cómo convertirse, más que en un descriptor, en un intérprete del texto, es el verdadero problema de la obra de Poussin.

Muchos de los cuadros por él pintados describen escenas bíblicas y sin embargo el paisaje no es el desértico de la Palestina original, sino que presenta una vegetación más propia de la región del Lazio. Poussin representa, por ejemplo, a los cuatro evangelistas en un escenario rodeado de ruinas paganas. Es, todavía, una construcción ideal, sintética, en la que la razón se impone a la mirada. El paisaje es todavía el escenario y no el protagonista (o uno de los protagonistas) de la historia, como lo será luego en Friedrich.

Pero, logicamente, esto no significa que la Naturaleza sea, en los cuadros de Poussin, un elemento inerte. El paisaje es escenario, pero su construcción refuerza la expresión de los sentimientos o la contradicción de valores morales que el pintor busca expresar. Es, por así decirlo, un eco de la historia narrada por el cuadro. Y es en el desempeño de esta tarea donde se suma a la función global de la pintura.