Image: Andrés Trapiello

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El Cultural

Andrés Trapiello: "Si yo tuviera que vivir, no podría escribir"

7 octubre, 2004 00:00

Andrés Trapiello. Foto: Mercedes Rodríguez

Socarrón, en la mesilla del despacho, como al azar, una radiografía cruje con los ocho clavos que le recomponen la tibia y el peroné, rotos tras un mal gesto. Se ha pasado el verano leyendo, revisando las pruebas de la novela, escribiendo una nueva entrega de su temido diario, viendo “tres mil horas de Olimpiadas” y añorando sus paseos de perro callejero. Eso sí, aunque su literatura “nace de un silencio y busca otro silencio”, tiene ganas de hablar. De su novela, de Cervantes, de su último libro de versos, De un sueño a otro (Tusquets), de literatura y vida y tristezas y locuras.

Porque de eso, de literatura y vida, de tristezas y locuras está tejido el Quijote. Como la última novela de Trapiello, en la que, pluma en ristre, narra lo que les pasó Al morir Don Quijote a los demás personajes de la novela cervantina. Ahora Sancho Panza, la sobrina, el ama y el bachiller Carrasco son protagonistas. -En realidad -explica Trapiello- la idea no es novedosa. La tradición es algo que se continúa, todo lo sabemos entre todos, y todos escribimos el mismo libro. En cuanto a continuar el Quijote, a todos los que lo amamos se nos ha ocurrido, porque por primera vez en la literatura moderna estamos ante personajes no librescos, con una entidad ontológica superior a la que podríamos otorgar a Cervantes, al punto de que son más reales que su autor. Todos necesitamos más Quijote. Por eso he homenajeado a la novela y a su autor de la mejor manera que puede hacerlo un escritor, continuándola. Guante al cerrilismo español -Sí, pero ¿cuál es la razón de elegir a los personajes secundarios? -Bueno, en el Quijote no hay personajes secundarios, son todos de primer orden incluso aunque sean tangenciales, porque tienen una sustancia muy real, de carne y hueso. Confiesa que su primera idea fue novelar la vida del Quijote antes de serlo, “hasta que lo coge Cervantes”. Otro proyecto fue narrar la vida actual de los descendientes de los personajes, y descubrir, por ejemplo, a un ferroviario del Madrid de hoy, último de los Quijano sin saberlo. Y como Al morir Don Quijote tiene un final abierto y sorprendente, Trapiello anda ya enredado en su posible continuación americana.
"El principal mensaje que el hombre contemporáneo puede sacar del Quijote es su proclamación de la libertad de conciencia, que es la manera elegante que tiene Cervantes de tirarle un guante al cerrilismo español"
-Publica su novela en vísperas del IV centenario del Quijote. ¿Qué tiene que ver con el libro de Unamuno, publicado en el tercero? -Unamuno hace una lectura muy interesante, desde un punto de vista ensayístico, con la que a veces coincido y a veces no. Es el primero que quizá se da cuenta de que el Quijote tiene casi más entidad que el propio Cervantes y lo lleva al extremo porque llega a decir que Don Quijote es todo y Cervantes no es nada, pero comprende que al final de la novela Sancho se ha hecho un poco Quijote y Quijote se ha hecho un poco Sancho. También Azorín escribió sobre el Quijote, porque tras el fracaso del 98 los escritores jóvenes pedían una vuelta a las raíces y reagruparse en el alma española encarnada en La Mancha y en Don Quijote. Los escritores del 98 obligaron a leer el Quijote no como un personaje risueño, sino muy trágico. Ahora, en cambio, la lectura es la contraria, porque el Quijote nos invita a salir de España. Cada época busca en él lo que necesita. Creo que el principal mensaje que el hombre contemporáneo puede sacar del Quijote es su liberalidad, su proclamación de la libertad de conciencia, que es la manera elegante que tiene Cervantes de tirarle un guante al cerrilismo español. -¿Cuánto tiene su novela de osadía, de declaración de amor al libro y a su autor, de autorretrato...? -Sobre todo es una declaración de amor a la vida, y una proclamación de que el Quijote es mucho más que un libro, una especie de milagro español. Como muchos lectores siento que me es más cercano el Quijote que la mayor parte de la familia. Y su mayor milagro es que, de la misma manera que él fue libre, los demás también lo sean. Don Quijote es la puesta en escena de una utopía de justicia y libertad. -Otro de los grandes temas de la novela es la locura. ¿Por qué a veces la ficción puede llegar a ser más real que la vida cotidiana? -Por que es la única manera de hacerla tolerable. La vida para él es tan dura que sólo con una transformación se le hace soportable. No es sólo que sin sus tres salidas se hubiera muerto mucho antes, sino que todo lo memorable que hizo lo hizo loco, y lo que nos importa es su locura. -Su Quijote teme desaparecer sin dejar rastro. ¿Escribir es otra forma de vivir, la única quizás? -Creo que la primera vez que se elimina la diferencia entre literatura y vida es en el Quijote. Don Quijote sólo puede ser el que es gracias a los libros y la locura que le provocan. Pero eso está también en Galdós. Si yo tuviera que vivir, no podría escribir, es decir, que al final terminas convirtiendo la escritura en una forma de vida. Por eso hoy Fortunata y Jacinta tienen más entidad ontológica que Isabel II o Cánovas, sus contemporáneos, que se han ido resquebrajando. Por eso, cuando Sancho y el bachiller van a Madrid a socorrer a Cervantes le piden que siga siendo su historiador, que no se muera, porque ellos le van a sobrevivir, y no como Augusto Pérez, el personaje de Niebla, que visita a Unamuno para que no le mate. La conversación de Trapiello, torrencial, se orilla en el lenguaje: “No podía adoptar un lenguaje casticista ni pastichero sino limpio, claro, pero como se reproducen algunos textos de Cervantes y no quería que hubiera diferencia, la única manera era traduciéndolo un poco a una lengua actual. Creo que el problema de que no se lea el Quijote en España es que el lector ha de enfrentarse a la lengua del siglo XVI”.
"En el XIX, con todas las erratas, los lectores estaban mucho más cerca de la lengua y del mundo cervantino de lo que lo estamos ahora. El Quijote es mucho mejor con alguna errata que sin ellas"
-Sí, porque dice usted que en el XIX se entendía mejor el Quijote con erratas que hoy sin ellas. -Exactamente. En el XIX, con todas las erratas, los lectores estaban mucho más cerca de la lengua y del mundo cervantino de lo que lo estamos ahora. El Quijote es mucho mejor con alguna errata que sin ellas. Parece que los que quitan erratas en realidad quieren quitar a Cervantes de en medio y ponerse ellos. Es grotesco que se dé más importancia a quien ha quitado una coma que a quien escribió el libro. Cervantes, frente al poder -¿Confía en un Ministerio de Cultura que asegura que el Quijote es una exaltación de la lectura y Cervantes, un antecedente de la amistad hispano-árabe, como si su cautiverio hubiese sido una fiesta? -El Quijote es un gran libro pero no porque incite a la lectura sino porque habla de nosotros. Don Quijote está siempre frente al poder. De hecho, si Cervantes viviera hoy, el primer premio Cervantes no hubiera sido para él, sino para Lope de Vega. Estaba fuera del sistema y hoy tambien lo estaría. Es tan loable que el sistema quiera darlo a conocer como ridículo que quiera devorarlo. Lo que tiene que hacer es no desactivarlo. No le sentemos en la Academia ni en el Ministerio, que siga libre, sin subvenciones. No hagamos del Quijote un pobre funcionario ni de Cervantes un académico más. -¿Alguna vez tendremos un ministerio de Cultura a la altura del país, o es que ya lo tenemos? -No sé, el Ministerio de Cultura que no hemos tenido hasta hoy debería financiar la filosofía, la poesía, y dilucidar qué es espectáculo, qué negocio y qué cultura. Hoy todo se ha convertido en espectáculo. En España hemos cambiado la misa de las 12 por los museos de arte contemporáneo, con parecida beatería. -Hablando de beatería, ¿le parece que la cultura española corre el riesgo de ser cada día más provinciana? -Sí, y no sólo la española, toda Europa se está provincianando. Yo nunca he ejercido de escritor leonés ni madrileño, porque creo que un escritor es de sus libros y ahí es debe quedarse. Pero también hay un cierto provincianismo cosmopolita, el de esa especie de jet de 12 ó 15 escritores mundiales que está al frente de todos los manifiestos. Es una especie de división de honor para las graves cuestiones morales tan provinciana como la otra.
"La poesía, para mí, es la manera más radical de conocer el mundo sin abandonar nuestra intimidad, sin dejar de ser lo que somos. Por eso la naturalidad es casi consustancial a la poesía"
Distancia entre sentimientos -Acaba de aparecer su último libro de poemas, Un sueño en otro... -La poesía es, tal como yo la entiendo, la manera más radical de conocer el mundo sin abandonar nuestra intimidad, sin dejar de ser lo que somos. Por eso la naturalidad es casi consustancial a la poesía. En la poesía el sentimiento, siente naturalmente, y el pensamiento, piensa y siente naturalmente. Como si brotara. Podemos decir muchas cosas del origen de la palabra poética, pero no dejan de ser suposiciones. Y suele ocurrir que cuando queremos hablar de estos accidentes, apenas tenemos unas pocas palabras. Eso es lo que nos hace suponer que la poesía es, como la línea recta, la distancia más corta entre dos puntos, en su caso, entre dos sentimientos, el del poema y el de aquel que lo lee. Todo lo que no sea eso es la línea curva y los rodeos. -Por cierto, Un sueño en otro ya está en las listas de los más vendidos. ¿Sigue pensando que son una mentira piadosa? -Ninguna lista hace mejor un libro, y tampoco peor. A lo demás asistimos un poco divertidos, como si fuera una fantasía, y no sabe uno nunca si están hechas en serio o no. Pero qué duda cabe que da mucho gusto verse uno en ese pequeño y efímero olimpo, por lo mismo que decía Cervantes de los premios: el primero lo gana el favor y el segundo el mérito, pero con todo buena cosa es que le den a uno el primero. Y eso lo dijo alguien que se fue de este mundo sin ninguno.