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La producción de vinos en Europa siempre ha estado muy ligada a la nobleza y a las casas reales. Son pocas las bodegas históricas que no tengan entre sus barricas alguna reservada para Napoleón, el rey Alfonso XIII o María Cristina, según los tiempos.

Ahora, sin embargo, cualquiera puede sentirse un poco rey o reina y crear su propio vino, ponerle el nombre que quiera y llevarse una barrica entera a su casa con la mezcla perfecta. Bueno, cualquiera que pueda pagar la experiencia Otazu Private Cellar en la histórica cava navarra.

La bodega centenaria de Otazu está asentada sobre un señorío del siglo XII, entre las sierras del Perdón y Sarbil, rodeada de 150 obras de arte contemporáneo y con vides de tres importantes variedades que se desarrollan al amparo del microclima que rodea a sus 93 hectáreas.

Parte de la experiencia Otazu Private Cellar. E. E.

Por eso, la experiencia de crear una mezcla perfecta es todavía más ambiciosa porque podemos jugar a ponerle más cabernet sauvignon, más merlot o apostarlo casi todo al tempranillo, que son las tres variedades con las que cuentan en Otazu.

La esencia de esta experiencia es básicamente convertirse en ‘chef de cave’ por un día, solo o en compañía de quien quieras, y crear la mezcla perfecta para meterla en una barrica que será solo nuestra y cuyos vinos serán los más exclusivos del mercado.

Otazu Private Cellar está diseñada especialmente para grupos de amigos amantes del vino que han vivido la experiencia y luego se han repartido las botellas e incluso para hacer algo diferente en eventos especiales, como una boda, en la que solo se sirve el vino que han creado los novios o la familia.

Eso sí, la idea es respetar siempre al viñedo, la atención al detalle y la pasión compartida por un proceso de microvinificación donde el mimo y el cuidado son extremos.

Barricas de la bodega de Otazu. E. E.

Todo empieza en el viñedo y en una doble mesa de selección manual de racimos y granos, para que cada barrica se llene con uvas enteras y se someta a un proceso artesanal: tres semanas de fermentación en salas de temperatura controlada, durante las cuales se giran manualmente hasta diez veces al día.

Después, el vino se prensa en una prensa vertical de 100 kilos y tiene un paso por barricas nuevas de roble francés, siguiendo el mismo cuidado que la bodega reserva a sus vinos de ediciones artísticas. Antes, habrá habido una cata a ciegas en la que los propios participantes eligen el ensamblaje ganador, la mezcla perfecta para ellos.

Ese vino reposará en una barrica hasta alcanzar su punto óptimo, antes de ser embotellado y enviado a casa: 225 litros con los que podremos alardear de que en nuestra mesa solo se sirve el mejor vino, según nuestro gusto.

"Crear un vino es una forma de expresión artística y, al igual que el arte, es un reflejo de su tiempo con una mirada al futuro. Por lo cual, inexorablemente, nos comprometemos con la continuidad a través de nuestras futuras generaciones", asegura Guillermo Penso, presidente de la Fundación Otazu.