En Olmedillo de Roa, un pueblo burgalés de apenas 179 habitantes, el silencio tiene textura de viento y sabor a tierra. Aquí, en una finca ecológica a 850 metros de altitud, Alba Abiega —quien durante dos décadas ocupó cargos directivos en Tesla— ha cambiado los aeropuertos por la vendimia y las reuniones de alto nivel por el rumor constante de las cepas.
“Decidí parar el tiempo. Cerrar la puerta al ruido. Volver al latido”, resume Abiega sobre su salto vital.
Después de vivir en cuatro países y formar parte de una de las empresas más disruptivas del mundo, la ejecutiva riojana decidió volver a sus raíces para dar forma a Alba en Ribera, su proyecto más personal y ambicioso: una bodega nacida en el enclave más deseado de la D.O. Ribera del Duero.
La herencia familiar convertida en propósito
La historia comenzó mucho antes de que ella colgara el traje ejecutivo. A finales de los años 90, su padre, Enrique Abiega, empezó a comprar pequeñas parcelas convencido del potencial de la zona.
Hoy son 18 hectáreas de viñedo certificadas 100% ecológicas, cultivadas con Tinta Fina (Tempranillo) en vaso elevado, un sistema que permite a la planta resistir mejor el calor y conservar frescura.
Durante años, las uvas familiares abastecieron a algunas de las bodegas más prestigiosas de la denominación. Pero Alba quiso ir un paso más allá: “Llegó un momento en el que tenía claro que quería dejar de ser proveedora y hacer un vino propio. Siempre he sido de empezar desde cero, de construir proyectos con alma.”
Ese espíritu pionero se materializa ahora en su primer vino, “Alba Abiega, Desde Zero”, una edición limitada de 100% Tempranillo con nueve meses de crianza en roble francés. Es el primer capítulo de una trilogía que se completará en 2026 y 2027. “No tenemos prisa. Cada vino necesita su tiempo. Lo importante es escuchar la tierra y darle voz”, dice.
Desde Zero, de Alba Abiega.
La añada 2025 ha sido especialmente generosa. “Ha sido excelente, de las mejores que recuerdo. El producto ha sido fantástico y las condiciones de la vendimia óptimas: hacía fresquito, lo que nos ha permitido que las uvas llegaran a la bodega en perfectas condiciones”, explica con satisfacción.
Pero detrás de esa aparente calma hay una precisión casi científica. “En la vendimia lo más importante es la eficacia y la rapidez: de la viña a la bodega sin perder frescura. Hacemos una prevendimia muy meticulosa, deshojando y eliminando las cepas que no nos gustan. Cuanto más mimo le pones a la viña, mejor será el vino, aunque hay factores que nunca puedes controlar.”
Pese al cambio radical, Abiega ve una continuidad entre su pasado en Tesla y su presente en la Ribera. “Aplico mucho de una empresa a otra. La relación con proveedores, el planteamiento estratégico, la manera de construir equipo… los pasos son parecidos”, asegura.
“De Tesla aprendí el valor de atreverse, de no castigar el fallo. Si algo no funciona, lo analizas y aprendes. Esa mentalidad me acompaña aquí cada día.”
En su bodega, ese aprendizaje se traduce en innovación tranquila: procesos medidos, una gestión impecable y un respeto absoluto por la tierra. “Tú tienes que poner todas las herramientas, hacerlo lo mejor que sabes. La viña es muy agradecida, pero también te enseña humildad. Hay cosas que no dependen de ti, y eso te devuelve a lo esencial.”
De cara a 2025, su objetivo es aumentar la producción de forma sostenible. “Queremos crecer año a año, pero sin perder identidad. No se trata de hacer más vino, sino de hacerlo mejor”, señala.
Esa misma filosofía aplica al mundo de la distribución, un terreno que conoce bien y al que se ha entregado con la misma energía que antes dedicaba a la gestión internacional.
Alba Abiega entre viñedos.
“Estamos ampliando la red de distribución para que el vino llegue más lejos. El mundo de la venta es difícil, pero me encanta hacer ese trabajo. Cuando lanzas una empresa, tienes que ser todo: CEO, logística, comercial… No puedes dirigir si no entiendes lo que ocurre en la calle.”
Hace apenas unas semanas, Abiega viajaba a Alicante para presentar ella misma su vino a distribuidores y hosteleros. “Si no conoces la calle y sus problemas, es muy difícil conectar con alguien", explicaba durante la llamada, haciendo un alto en el viaje.
En Tesla hablaba con clientes que tenían incidencias con el servicio de venta, y no quiero que nadie me diga: ‘tú no sabes de esto’. Para montar un buen equipo uno de los valores más importantes es la humildad. No necesitamos egos, necesitamos levantar.”
El público, y especialmente los profesionales del sector, han recibido con entusiasmo el proyecto. “Nos hemos sentido muy acogidos, tanto por el pueblo como por la denominación. La gente ha mostrado ganas de ayudar, de compartir", afirma.
Y a nivel de distribución, la acogida ha sido muy buena: valoran la calidad del vino, su elegancia y honestidad. Es un vino que viste la mesa”, añade.
Ese reconocimiento refuerza su convicción de que hay espacio para una nueva forma de hacer vino en la Ribera del Duero: más cercana, más consciente y más femenina.
El contraste entre su antigua vida y la actual no puede ser mayor. “Cada día entre viñas me recuerda quién soy y de dónde vengo. Esta tierra tiene memoria, y solo pide respeto. Yo solo intento estar a su altura.”
En Olmedillo de Roa, Alba Abiega ha encontrado su propósito. Y quizá también, el secreto de la felicidad: un vino nacido del silencio, la constancia y el valor de empezar, una vez más, desde cero.
