En Madrid hay tabernas que dan de comer, y luego está Casa Toro, una que además da de sentir. Asomada a la monumental plaza de Las Ventas, uno de los balcones más codiciados del barrio, esta nueva propuesta de cocina castizo-andaluza ha logrado algo que parecía improbable: reconciliar tradición y modernidad sin perder ni una pizca de autenticidad.
Aquí los torreznos saben a campeonato (literalmente), las palmas acompañan al cante, y cada servicio tiene ese punto de magia que solo aparece cuando la sala, la cocina y el ambiente respiran al mismo compás.
Detrás de este proyecto está César Molero, hostelero de raza y creador también del cercano El Tentadero. Su presencia en sala es constante, casi coreográfica: observa, saluda, recomienda, recuerda nombres. Ese toque humano impregna el ritmo del local. Se nota. Casa Toro es cálida, viva, distendida; es la casa de comidas madrileña de toda la vida, pero hablada en presente.
César Molero y Fran Porras barra, Casa Toro.
En cocina, Fran Porras aporta raíces extremeñas y cordobesas, técnica pulida y una mirada que abraza con naturalidad tanto lo castizo como lo del sur. El resultado es una carta que no pretende sorprender desde la extravagancia, sino desde la verdad del producto y la emoción del sabor. Y funciona.
La cocina que reconforta
Las Especialidades Casa Toro ya justifican la primera visita… y probablemente las siguientes. De eso tienen la culpa su ensaladilla rusa con gamba al ajillo, cremosa, fresca, con ese golpe aromático del ajillo que la convierte en adictiva. Los mencionados Torreznos “Campeones de Madrid 2025”, herederos directos de El Tentadero: corteza perfectamente suflada, mordisco tierno y sabroso, y ese equilibrio que hace que desaparezcan de la mesa antes de darse cuenta.
Ensaladilla rusa con gamba al ajillo, Casa Toro.
Pero no menos sus nuevos rotos con migas de rabo de toro, quizá el plato que mejor resume la filosofía del local: castizo, potente, de ejecución impecable. El rabo de toro —terminado 12 horas al horno— es meloso, profundo, para mojar pan sin culpa.
Torrezno con premio, Casa Toro.
Y atención a la casquería, que aquí merece capítulo aparte. Las mollejas de cordero confitadas y los lingotes de oreja con salsa brava ponen paz en un debate eterno: ¿mejor crujiente a la plancha o jugosa y cocida? En Casa Toro, ambas a la vez… y además aptas para celíacos, gracias a su freidora exclusiva.
En pescados y mariscos, la frescura manda: ostras Fine de Claire, calamar a la andaluza, un rodaballo a la brasa con una sorprendente agua de Lourdes y un salpicón de pulpo a la brasa con cítricos, soja y vinagre de Jerez que aporta un punto viajero sin perder identidad.
Detalle de La oreja y su colágeno, Casa Toro.
Para acompañar, una selección breve pero bien afinada de vinos, vermut de La Dolores, jereces y una caña de Águila que —sobre todo aquí— sabe a gloria. Y para cerrar, postres “por la puerta grande”: la torrija con crema de orujo y naranja y sabayón sopleteado es la estrella, aunque la tarta de queso, la de pistacho o un clásico arroz con leche tienen su propio club de fans.
La nueva parada imprescindible junto a Las Ventas
Si la cocina conquista, el ambiente termina de enamorar. De jueves a sábado, Casa Toro se transforma en un pequeño tablao contemporáneo: flamenco, rumba, versiones y mucho arte acompañan cenas que acaban en brindis, palmas y risas. Es parte esencial de la experiencia, un guiño al sur en pleno corazón de Madrid.
El interiorismo, firmado por Néstor Marcos Architecture, reinterpreta la taberna castiza sin caer en el tópico. Mármol, madera, azulejos en crema y verde botella, elementos vegetales y murales antiguos conviven bajo una iluminación cálida que hace que el espacio se sienta vivo, cambiante, honesto. “Una taberna madrileña desde el material, flamenca desde el alma y contemporánea desde la luz”, define el propio Néstor. Y no puede describirse mejor.
La barra desde la entrada, Casa Toro.
Casa Toro abre todos los días, de 12:30 a 01:00 (hasta las 02:00 con música en directo de jueves a sábado), y ofrece también una carta reducida fuera de los turnos principales, ideal para el tardeo. Con capacidad para 180 personas, mesas altas cómodas y un servicio ágil, es perfecto para grupos, celebraciones o citas informales. El ticket medio, 35-40 €, confirma que aquí se viene a disfrutar sin sustos.
En un Madrid en constante ebullición gastronómica, Casa Toro representa algo más que una nueva apertura: es una taberna viva, con duende, capaz de unir tradición y actualidad sin perder la esencia. Un lugar donde la cocina castizo-andaluza recupera brillo… y donde los torreznos, sí, son de campeonato.
