A primera hora de la mañana, cuando aún resuenan los ecos de su programa en la COPE, Carlos Herrera atraviesa las calles del centro histórico de Sevilla para dirigirse a lo que podría considerarse su refugio matinal. El bar La Candelaria, un rincón con alma de taberna clásica, es uno de los sitios predilectos del periodista radiofónico cuando se trata de consagrar el desayuno.
Uno de esos bares donde la vida cotidiana de la ciudad se detiene un momento para compartir una conversación, un desayuno, o una tapa que sabe a tradición. Situado en la calle San José, La Candelaria respira historia por cada ladrillo.
Frente a la iglesia de San Nicolás de Bari, cuya Hermandad Sacramental da nombre al local, este bar se levanta sobre un espacio que antaño fue zapatería, tienda de máquinas de coser y panadería, hasta que en 1991 los hermanos Antonio y Santiago Martínez, del barrio de El Plantinar, decidieron darle nueva vida como taberna.
Desde entonces, este lugar se ha convertido en un símbolo del tapeo sevillano más auténtico, donde el tiempo parece haberse detenido entre fotografías de cofradías, carteles antiguos y el sonido de los vasos sobre la barra. Un ya clásico de la hostelería donde el aroma a café hecho y a pan tostado llena el aire desde primera hora de la mañana.
Herrera, buen conocedor de los bares con carácter, suele detenerse aquí para disfrutar de uno de los mejores cafés del centro y unas tostadas variadas que son casi un ritual, así como comparte en su última publicación de Instagram: "Raro es no verme por las mañanas después de la radio", confiesa.
Los molletes de pan pasando por el tostador cada mañana.
Opciones tiene una cuantas. Las hay de jamón ibérico recién cortado, de queso manchego curado o de pringá suave y jugosa, cada una servida con el mimo de quien lleva más de tres décadas detrás del mostrador.
Las tostadas de jamón ibérico recién cortado que desayuna Carlos Herrera.
El secreto, dicen, está en el pan: tostado en su punto, con el aceite de oliva virgen extra que brilla sobre la miga caliente y al que se le añade su buena cantidad de tomate rallado, a gusto de consumidor. Un desayuno tan sencillo como auténtico que no necesita competir contra ningún brunch.
Tapas con alma y guisos que cuentan historias
Aunque los desayunos son su carta de presentación matinal, el bar despliega a mediodía un repertorio de tapas caseras y guisos tradicionales que resumen la esencia de la cocina sevillana. En su pizarra, escrita a mano con tiza, destacan la ensaladilla rusa cremosa, los boquerones en vinagre, las zanahorias aliñadas y los montaditos especiales como el Candelario (jamón y roquefort) o el Pilatos (carne mechada y roquefort).
La decoración del bar es un homenaje a la Sevilla cofrade, como también lo es su nombre. Con paredes cubiertas de imágenes de vírgenes y cristos que procesionan cada Semana Santa. Santiago, además, fue uno de los fundadores de la banda de Las Tres Caídas, y esa devoción se respira en cada rincón.
La pringá y otras elaboraciones para untar en los molletes para los desayunos.
Antonio, al frente de la barra, es el alma conversadora del local. Siempre tiene una historia que contar y una sonrisa para cada parroquiano. Aquí se mezclan clientes anónimos con personajes conocidos del panorama cultural sevillano.Y, por supuesto, el propio Herrera, que encuentra entre estas paredes el sosiego y la cercanía que tanto valora.
Uno de los orgullos del local es su colección de aguardientes y anises, probablemente la más amplia de Sevilla. Botellas procedentes de destilerías andaluzas como La Flor de Utrera o La Violetera de Constantina reposan en las estanterías, disponibles para quien quiera probar un trago con historia.
Todo ello acompañado, cómo no, por una copa de vino del marco de Jerez o una “Cruzcampo” bien fría, como dicen los parroquianos con su característico acento.
La entrada a La Candelaria, Sevilla.
En tiempos donde las franquicias uniforman los sabores y los bares de toda la vida desaparecen, La Candelaria resiste como un bastión de autenticidad. Es el tipo de sitio donde el camarero sabe cómo te gusta el café, donde el pan cruje con el mismo sonido de siempre, y donde cada conversación se adereza con humor, historia y afecto.
No es de extrañar que Carlos Herrera lo haya elegido como su rincón matutino. En una ciudad donde el desayuno es casi una ceremonia, La Candelaria representa la Sevilla más genuina: la del buen café, el pan con alma y las palabras compartidas al calor de la barra.
