Enclavado entre el mar y la sierra, en un rincón privilegiado de la Tramuntana, Son Bunyola Hotel & Villas se ha convertido en el nuevo icono del lujo en Mallorca.
No se trata solo de un hotel con 27 habitaciones y tres villas privadas, ni tampoco de una finca agrícola reconvertida en templo de hospitalidad, sino de la materialización de un viejo sueño de Sir Richard Branson.
El anhelo de ofrecer a sus huéspedes una experiencia que une patrimonio, paisaje y alta gastronomía bajo la filosofía de su colección Virgin Limited Edition.
Son Bunyola visto desde el exterior.
El edificio principal, un castillo del siglo XVI levantado sobre los cimientos de una alquería árabe, conserva la sobriedad de la piedra mallorquina y la elegancia de la arquitectura tradicional.
Sus muros, antaño guardianes de la prosperidad agrícola de la isla, hoy resguardan un mundo de experiencias de lujo discreto, donde cada detalle, desde las vigas de madera hasta el antiguo retablo de la capilla que se esconde frente al bar, habla de siglos de historia.
La capilla que preside el interior de Sa Terrasa, frente al bar del hotel.
La cocina con acento ítalo-argentino
Si hay un nombre que ha marcado el nuevo rumbo de Son Bunyola, es el de Brenda Lisiotti. Italo-argentina con acento granadino ('contagiado' por su novio), tras haber pasado por restaurantes con estrella Michelin que suma a su formación, asumió en 2024 la dirección culinaria del hotel.
Su propuesta es doble y complementaria: por un lado, el restaurante Sa Terrassa, un espacio de cocina internacional que abraza el producto local —cordero mallorquín, gamba roja, lechona, verduras de su propio huerto— y lo combina con especialidades de otras latitudes como tatakis, ceviches o tajines.
El restaurante Sa Terrasa por dentro.
Cocina accesible y siempre apetecible que se sirve tanto de día como de noche donde se pueden probar platos como los ricos agnolotis que ahora de temporada sirven con higos. Elaboraciones que no saturan como su ensalada de tomates y melocotones, con la que se cierra un almuerzo más que satisfactorio.
Por otro, el arriesgado proyecto de Sa Tafona, donde la chef se alía con Marta Pellicer, directora de los restaurantes del hotel, para llevar a los comensales a un viaje en el tiempo a través de la historia gastronómica del Mediterráneo.
Marta Pellicer y Brenda Lisiotti, al frente de Sa Tafona.
Sa Tafona se levanta en la antigua almazara de la finca, donde todavía se conserva la muela con la que se prensaban aceitunas siglos atrás. Pero, mientras el tiempo lo permite, su sala se despliega por una amplia terraza que promete una agradable velada.
Allí, Lisiotti propone dos menús degustación —de cinco y siete pasos— que recorren siglos y culturas. Reinterpretaciones vivas, con técnica contemporánea y producto sostenible. Una experiencia que sigue redonda y encontrando la manera de ser contada desde este rincón del Mediterráneo.
La antigua almazara es el alma de Sa Tafona.
La experiencia se cuida al detalle: vajilla creada por la diseñadora mallorquina Paula Chacartegui a partir de materiales reciclados, cristalería soplada artesanalmente en Lafiore, cubertería de manufactura española y mantelería francesa de Garnier Thiebaut.
Pulpo en Sa Tafona.
El renacer de la Malvasía de Banyalbufar
En agosto de 2025, el hotel celebró su primera vendimia de Malvasía de Banyalbufar, una variedad histórica que hunde sus raíces en los bancales que descienden hasta el mar.
Con apenas media hectárea plantada en 2023, la cosecha dio 2.500 kilos de uva que permitirán producir 1.800 botellas exclusivas en colaboración con la bodega Nacra.
El vino, que verá la luz en abril de 2026, promete capturar la esencia del terroir mallorquín: frescura marina, mineralidad de suelos calcáreos y la intensidad de la exposición solar de la Tramuntana.
Los bancales sobre los que crece el viñedo de Son Bunyola.
Detrás del proyecto están dos nombres de peso: el enólogo riojano Pedro Balda, especialista en vinificaciones de mínima intervención, y el catedrático de la UIB Hipólito Medrano, considerado el guardián de la Malvasía local.
Para los huéspedes, el vino no es solo un futuro recuerdo embotellado: el hotel ha diseñado experiencias inmersivas que van desde paseos guiados por los viñedos con cata frente al mar hasta sesiones semanales de descubrimiento enológicas en el propio hotel.
En su empeño por contribuir a la protección de la Sierra de Tramuntana, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, la propiedad de Sir Richard Branson recupera una finca agrícola que en su día fue de las más prósperas de la zona.
330 hectáreas donde se distribuyen hierbas aromáticas, verduras orgánicas de temporada, cítricos, almendras, uvas, aceitunas y miel. Esta última la producen las abejas que viven en las 12 colmenas custodiadas por el apicultor Martí Mascaró, al frente de Mel Caramel y se consume en el hotel, principalmente en los desayunos.
Un “place to be” en la isla de la calma
Con su spa de alta gama, su piscina climatizada abierta todo el año y el equilibrio perfecto entre lujo contemporáneo y tradición mallorquina, Son Bunyola Hotel & Villas se consolida como el epicentro de un turismo sofisticado, que huye de lo masivo y busca autenticidad.
Richard Branson lo define como “el hotel más lujoso del Mediterráneo”, pero quizás el verdadero lujo resida en ese cruce de caminos: un castillo que respira historia, un viñedo que resucita una variedad perdida, y una cocina que trata de tender puentes entre culturas milenarias.
