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En Barcelona, las fechas tienen su propia liturgia emocional. Y pocas son tan esperadas como el 23 de abril, Sant Jordi. Sin embargo, en la víspera de la fiesta de los libros y las rosas, el destino golpeó a uno de los restaurantes más queridos de la ciudad.

 Molino de Pez, uno de los proyectos del grupo Familia La Ancha sufrió incendio que, aunque no dejó víctimas, obligó a cerrar de inmediato. “Cerramos de golpe, con el corazón encogido y la cocina en silencio, pero con una idea clara desde el primer momento: volver cuanto antes. Y volver bien”, recuerda emocionado Nino Redruello, alma máter del grupo.

Ese paréntesis forzado se convirtió en un ejercicio de introspección para el equipo. No se trataba solo de reconstruir un restaurante, sino de replantearse qué significa ser parte del mapa gastronómico de Barcelona.

La sala de Molino de Pez y su parrilla de al fondo.

“El parón nos sirvió para reconectar con lo esencial: recordar por qué abrimos Molino de Pez y qué queremos ofrecer. Una cocina sencilla, sabrosa y sin artificios, pensada para disfrutar”, apunta Redruello.

Molino de Pez nació en 2021 como la segunda apertura de Familia La Ancha en la ciudad tras la llegada de Fismuler en 2018 con un concepto que mezcla ADN madrileño y espíritu catalán.

Su propuesta recupera la tradición de las casas de comidas de antaño, pero dialoga con la bistronomía barcelonesa, ese terreno fértil donde el producto y el recetario se adaptan al paladar local con frescura y honestidad.

El barrio como protagonista

La reapertura no es solo una recuperación de lo perdido, sino una oportunidad para reinventarse. “Nos hemos dejado la piel para levantar el restaurante en tiempo récord, y no solo volvemos, sino que lo hacemos con novedades en la carta y con el equipo más motivado que nunca”, asegura el chef ejecutivo Manu Villalba.

Los clásicos de la casa regresan —la ensaladilla de lubina a la sal y patata, los torreznos ibéricos y el marmitako de bonito del norte son indispensables—, pero la cocina renovada permite mirar más lejos.

Los torreznos de Molino de Pez.

Una nueva parrilla abre la puerta a la técnica malagueña del espeto, que llevará al comensal al Mediterráneo con doradas, salmonetes o calamares preparados frente al cliente. También se incorpora un horno de ladrillo que habilita platos creativos como la pizza napolitana de oreja de cerdo.

El incendio también trajo una lección de comunidad. Vecinos y clientes habituales acompañaron al equipo en su espera y fueron, en gran medida, el motor del regreso. Como agradecimiento, el restaurante ofreció 500 raciones de lentejas, la receta de la abuela que triunfó en Taberna La Estrecha.

Los arroces que se terminan en la brasa son también un sello de la casa.

Y porque Barcelona siempre invita a celebrar, Molino de Pez ha preparado un homenaje a la ciudad para las fiestas de La Mercè: un fricandó de solomillo de vaca con lengua ahumada al sarmiento y trompetas negras, plato que condensa tradición, territorio y temporada, tres palabras que marcan la filosofía de la casa.

Molino de Pez vuelve a ocupar su lugar con la misma convicción con la que nació: cocinar con sencillez y sabor, y convertir cada mesa en un espacio donde tradición y contemporaneidad se sientan a conversar. “Nos habéis dado aún más razones para regresar con fuerza”, agradece Redruello.