La puesta de sol tiñe de dorado los campos de Montuïri mientras, a pocos metros de un mirador con vistas privilegiadas, la experiencia gastronómica en el hotel boutique Es Figueral Nou, está a punto de comenzar.
Lejos de las calas que son reclamo para millones de turistas año tras año, esto sucede en pleno corazón rural de Mallorca, rodeado de almendros y naturaleza. Se trata de una nueva vida para este restaurante que ya fue icono desde la misma finca mallorquina del siglo XVIII que ha sido cuidadosamente restaurada por NYBAU Hotels & Restaurants.
Ahora es el chef Santi Taura, quien ya trabaja con el grupo desde hace años dirigiendo la cocina del resto de hoteles en la isla, firma un nuevo capítulo en su universo culinario con Es Pati de Montuïri y añade a su porfolio este restaurante donde tradición y modernidad se dan la mano en un entorno cargado de historia.
Santi Taura desde Es Pati de Montuiri.
Con esta apertura, Taura suma un nuevo espacio a un grupo que ya incluye nombres de referencia como DINS Santi Taura en Palma —con estrella Michelin y dos soles Repsol—, Urbà, U Mayol o U Vicenç.
Su filosofía es clara: recuperar la memoria gastronómica de la isla para proyectarla al presente, creando una cocina mallorquina contemporánea que no pierde el alma de su origen.
Una carta que respira Mallorca
La propuesta culinaria de Es Pati de Montuïri mantiene esencia de lo que un día fue y rinde homenaje al recetario balear, reinterpretado con técnicas actuales y matices internacionales.
Se puede descubrir plato por plato desde su carta o a través de un menú degustación de ocho pasos varía según la temporada y la despensa del mercado, pero siempre mantiene un hilo conductor: la identidad mallorquina.
La escalinata que une el jardín con la casa principal en Es Figueral Nou.
Entre los entrantes, incluye el ravioli de “borrida” de bacalao con salsa cremosa de azafrán, una evolución de la antigua brandada transformada en bocados delicados, o el canelón de berenjena relleno de carne con ragú y sobrasada de pobre, inspirado en la cocina casera de la isla, a la que tanto se recurre en este rincón de Mallorca.
Fuera del menú también hay otros entrantes como el buñuelo de anguila con allioli de ajo negro, perfecto para ir abriendo boca. Se puede hacer en compañía de su vermut, o bien con cualquiera de los vinos isleños que aguardan en su bodega.
En los principales, conviven propuestas de fuerte raíz local como la lechona rellena al estilo medieval con boniato asado con creaciones de mirada más amplia, como el Manjar blanc de merluza al vapor marinada en kimchi.
Arroz meloso y el bar de Es Pati de Montiuri.
Igual de contundente es el jarrete de cordero glaseado con salsa ahumada de albaricoque de porreras al romero, que sirven con puré de patata estilo Robuchon, con mantequilla de Menorca. Una alternativa más ligera es la coliflor asada con especias.
Más producto mallorquín se encuentra con sabores internacionales como también el lenguado “a la mallorquina” con beurre blanc de espinacas y tomates confitados aporta una lectura contemporánea de un clásico isleño.
Lenguado a la mallorquina con beurre blanc de espinacas y tomates confitados.
El broche dulce lo ponen elaboraciones como el robiol frito de manzanas al ron Amazona con salsa de canela y helado de requesón, un guiño renovado a uno de los postres más arraigados de la Semana Santa mallorquina, que sirven de alternativa a su tabla de quesos baleares.
Una finca del siglo XVIII transformada en destino gastronómico
El hotel, que se encuentra todavía en transición y espera subir de categoría la próxima temporada con la incorporación de nuevos servicios, está reservado a adultos, combina el encanto de la arquitectura tradicional con la sofisticación de un alojamiento de lujo, y alberga ahora la última apuesta del Grup Santi Taura, uno de los principales embajadores de la cocina balear contemporánea.
La terraza de la master suite, en el edificio adyacente con el que cuenta la finca.
La experiencia gastronómica no se entiende sin su escenario: más allá de la finca que lo alberga, su patio mallorquín con fuente central, persianas tradicionales y rincones llenos de carácter, conforman la postal para las cenas de verano bajo la pérgola de cañizo.
Durante los meses más fríos, en su interior, el comedor abovedado del siglo XVIII acoge con su calidez a los comensales. Una joya de espacio que se ha recuperado que servía de almacén de vino y grano a los antiguos propietarios.
El salón donde espera la recepción y el que sirve de comedor cuando en la terraza no acompaña el tiempo.
Desde la terraza con el el paisaje rural mallorquín de telón de fondo es donde la propuesta culinaria encuentra su eco más poético: platos que saben a Mallorca servidos frente a un horizonte que late con la misma autenticidad.
Un buen lugar para despedir el día después de haber realizado el 'dolce far niente' desde las hamacas que aguardan en su jardín alrededor de una evocadora piscina. La toscana mallorquina a tus pies y a tu ritmo, el que marca la envolvente melodía de los pajaritos que comparten este especial retiro contigo.
El atardecer sobre Es Figueral Nou.
Ahora que se acerca el ocaso de la temporada, los atardeceres se acortan, pero no por ello el descanso y desconexión que ofrece este privilegiado rincón mallorquín. Los baños en la piscina se intercambian por sesiones de spa, paseos y rutas en bici que se pueden alquilar desde la recepción del hotel
Es Pati de Montuïri abre todas las noches, de lunes a domingo, desde las 19:30, invitando a vivir una experiencia que va más allá de la gastronomía: una inmersión en la Mallorca más auténtica, donde tradición, paisaje y vanguardia se encuentran en un mismo lugar.
