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El chef Joan Roca, referente mundial de la gastronomía y copropietario junto a sus hermanos de El Celler de Can Roca, el famoso restaurante con tres estrellas Michelin en Girona, participó recientemente en el programa A vivir que son dos días de la Cadena SER.

Durante el transcurso de la entrevista, aparte de hablar de cómo mantienen vivos sus orígenes, reflexionó sobre el futuro de la cocina, el papel de la educación alimentaria y los riesgos de un modelo de sociedad en el que, cada vez más, se delega el acto de cocinar en la industria alimentaria.

Una reflexión que no surge de la nada. Hace apenas unas semanas, el presidente francés Emmanuel Macron se reunía con restauradores galos preocupados por la posible extinción de los bistros clásicos.

Y en España, las declaraciones de Juan Roig, presidente de Mercadona, hace apenas unos meses sobre un futuro donde las viviendas carecerían de cocinas porque nos alimentaríamos exclusivamente de productos precocinados, han encendido el debate sobre hacia dónde nos dirigimos como sociedad.

Joan Roca, por su parte, mantiene una visión crítica ante este horizonte que a priori se presenta inquietante. Su opinión sobre la pérdida de los restaurantes tradicionales y la falta de hábito culinario en los hogares es tajante: "Se visualiza un futuro en el que la industria alimentaria va a cocinar para nosotros, y esto no me parece ni bueno ni sano".

El chef considera que el acto de cocinar no puede perderse sin que ello tenga consecuencias profundas para la salud, la cultura y las relaciones personales. "Creo que nos debemos rebelar contra eso", afirma, defendiendo que la cocina es una forma de aprendizaje y una expresión de afecto hacia los demás.

El papel de la educación

Joan Roca sostiene que la clave está en la educación y propone un cambio de enfoque que comience desde la escuela. "Tenemos la oportunidad de enseñar cocina a los niños, a las niñas, a enseñarles no sólo a cocinar, sino a comprender los productos, la estacionalidad, lo que tienen cerca", señala.

Para el chef, enseñar cocina en la escuela debería servir no solo para aprender recetas, sino también para transmitir valores como el respeto por el entorno, la comprensión del origen de los alimentos y hábitos de alimentación saludables.

"Enseñar cocina en las escuelas sería un primer paso importantísimo y podríamos mostrar al mundo un camino, un ejemplo para preservar la cultura, la memoria, la cocina y también la salud", explica durante la entrevista.

El cocinero subraya también la importancia del tiempo dedicado a cocinar, no como una tarea doméstica rutinaria, sino como un momento para conectar con nuestros seres queridos. "Hay que poner en valor el tiempo que hay que pasar en una cocina para mostrar afecto a la gente para la que cocinas", afirmó.

"Casas sin corazón"

Roca también se pronunció sobre la idea de que en el futuro los hogares podrían prescindir de las cocinas y rechaza de plano esa visión. "Sería un error empezar a construir casas sin cocinas. Sería como crear casas sin corazón", advierte.

En su opinión, la cocina es un espacio central de convivencia y eliminarla significaría perder un punto de encuentro esencial. "Imaginaos las casas donde la gente está comiendo en cualquier rincón con un iPad delante y comiendo cualquier cosa ya preparada. Eso ya está pasando, y creo que no es bueno", añade.

Más allá de la nostalgia, su reflexión apunta a un debate de fondo que es el de la progresiva desconexión entre las personas y los procesos que hay detrás de los alimentos que consumen.

Para Roca, recuperar ese vínculo es una cuestión de salud pública, pero también de identidad cultural. "Tenemos herramientas para poder hacerlo", asegura, convencido de que la educación y la conciencia social tendrían la capacidad de revertir la tendencia.

Un "pecado" gastronómico

Ya en un tono más distendido, cuando la entrevista está llegando a su fin, el entrevistador le pide que revele alguna "maldad gastronómica", un pequeño placer culpable que rompa con la imagen de perfección culinaria que todos le atribuimos.

Joan Roca, sin intentar escurrir el bulto, responde con honestidad: "Me gustaba comer frankfurt, perritos calientes, que es una cosa que, desde este punto de vista, digamos, nutricional, es ciertamente una vergüenza".

El chef también confiesa que ya ha eliminado ese hábito de su dieta, pero la anécdota de que uno de los mejores cocineros del mundo reconozca haber disfrutado de la comida "basura" en algún momento de alguna manera lo acerca al mundo del resto de los mortales. "Afortunadamente esto ya lo he desterrado de mi dieta, pero sí, era un fan de los frankfurts", explica.