Si ahora en España no podemos viajar físicamente, en vez de lamentarnos podemos darle la vuelta a la situación y verlo como una oportunidad para aprender a preparar en casa esos platos típicos de nuestros destinos favoritos que nos vuelven locos siempre que vamos.

Uno de los manjares más conocidos de las localidades de la costa andaluza es, sin duda, el pescaíto frito, una de las recetas estrella del tapeo que ha sido capaz de conquistar incluso a los paladares más refinados. Chanquetes, boquerones, cazón, puntillas y calamares suelen ser algunos de los frutos del mar elegidos para preparar la receta en el sur.

Es cierto que algunos de ellos, como el cazón, no se encuentran con tanta facilidad en el norte, pero lo bueno de la cocina es que muchas recetas se pueden adaptar al producto que uno tiene a mano. Gracias a eso existen, por ejemplo, las cocinas chifa y nikkei -cocinas china y japonesa adaptadas a las materias primas que se pueden encontrar en Perú-.

Por eso, en esta ocasión, la receta está hecha con bacaladillas, también llamadas lirios, un pescado blanco muy fácil de conseguir en el norte y a muy buen precio, aunque también podríamos haberla hecho con sardinas, filetitos de caballa, anchoas, calamares. chipirones... La forma de freírlos es la misma, aunque si el pescado elegido es un pescado azul, quedará mucho mejor si una vez limpio lo sumergimos durante unos minutos en agua con hielo y unas gotas de vinagre para que suelte la sangre y se blanquee un poco la carne.

¿El secreto? Un pescado de calidad -que no tiene por qué ser caro-, la harina de garbanzo, un buen aceite de oliva virgen extra y realizar la fritura a la temperatura adecuada.

Una vez realizada la fritura, podemos servirlo con un alioli, con lima o limón o con una salsa tártara.

Cómo hacer bacaladillas fritas

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Ingredientes

  • Bacaladillas limpias en filetes, 800 g
  • Harina de garbanzo, cantidad necesaria
  • Sal
  • Aceite de oliva virgen extra, cantidad necesaria para freír
  • Limas, 2
  • Salsa tártara

Paso 1

Lo más cómo será pedir al pescadero que nos limpie las bacaladillas y les retire la espina sin separar los lomos.

Paso 2

En casa, los pasamos bajo un chorro de agua fría para retirar cualquier resto de sangre que les haya podido quedar y los secamos bien con papel absorbente. No es imprescindible, pero si queremos que quede más fino podemos recortar las aletas con unas tijeras de cocina, aunque si os queréis ahorrar el paso, se pueden dejar ya que son perfectamente comestibles, al freírlas quedan muy crujientes y son muy ricas en calcio.

Paso 3

Salamos los filetes al gusto.

Paso 4

Rebozamos nuestros filetes de bacaladilla en la harina de garbanzo. Lo ideal es hacerlo con un tamiz o un colador para que caiga el exceso de harina, pero si no tenemos uno a mano bastará con sacudir ligeramente los filetes después de enharinarlos.

Paso 5

En una sartén honda de diámetro pequeño - o en un cazo si no tenemos una sartén de ese tipo- ponemos a calentar abundante aceite de oliva virgen extra a fuego medio-alto. Sabremos que el aceite está a la temperatura correcta para empezar a freír cuando al espolvorear un poco de harina de garbanzo sobre el aceite, este empieza a burbujear y a chisporrotear. El aceite a la temperatura correcta es clave para conseguir que el rebozado no quede blando ni aceitoso.

Freímos en tandas de pocas unidades para evitar que el aceite pierda temperatura. Cuando los filetes estén dorados los sacamos y los ponemos sobre un colador o rejilla para que suelten el exceso de aceite.

Paso 6

Servimos con una salsa tártara casera y unas rodajas de lima.