Si conocéis algún otro método infalible ya me lo estáis contando, pero si sois de los que pasáis de hacer lasaña en casa por no tener que pelear con la pasta porque aún no habéis encontrado la forma de hidratar placas de lasaña sin que se peguen ni se rompan, se os acabó la excusa, porque hoy os voy a contar no una sino dos formas de conseguirlo.

Y todo gracias a mi amigo Ángel, que el otro día tuvo a bien preguntarme sobre el tema y caí en la cuenta de que os podía ser de ayuda a muchos de vosotros. Por eso os he preparado un paso a paso con todo lujo de detalles comparando los dos métodos que yo conozco y dando mi opinión sobre cuál me gusta más.

Cómo hidratar placas de lasaña sin que se peguen ni se rompan

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Y hablando de placas de lasaña, entiéndase que los métodos sirven igual para placas de canelones. Para empezar, en ambos casos, si uno se va a las instrucciones se encontrará algo como lo de la foto. Vais listos si pensáis que siguiéndolas al pie de la letra vais a salir airosos. Como mucho tendréis suerte si no acabáis de los nervios intentando separar las placas unas de otras cuando las saquéis del agua.

Según mi propia experiencia, lo del agua caliente tampoco es imprescindible y lo de los 15-20 minutos tampoco es norma. Yo siempre lo hago con agua templada y el tiempo es siempre el que tardo en preparar el relleno y la bechamel, ponedle que sean entre 30 y 40 minutos.

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He aquí nuestras placas antes de mojarse. En este caso, son placas lisas, pero ambos métodos funcionan igual de bien para las placas que tienen unos pequeños pliegues.

Método 1: Usando papel film para que no se peguen las placas de lasaña

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Sí, ahora reíros, y pensad eso de “pero cómo no se me había ocurrido antes”, que sé que lo que os voy a contar es más simple que un sonajero, pero es que es mi sistema favorito y no hay placa de lasaña que se pegue ni se rompa.

Entendamos también que vamos a usar una fuente pequeña en la que las placas de lasaña no caben en una sola capa, que esa sería otra solución, si no se amontonan, no se pegan y asunto resuelto 🙂

Lo que hay que hacer es bien fácil, fijémonos en la fuente amarilla, colocamos una capa de placas.

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Colocamos un trozo de papel film, preferiblemente del que aguanta calor, aunque si el que tenemos no indica nada, podemos hacer el proceso con agua fría y funcionará exactamente igual.

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Encima del papel film, más placas de lasaña o de canelones.

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Y más agua.

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Y otra lámina de papel film.

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Y capa de placas.

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Y más agua, y podríamos seguir así hasta llenar la fuente o acabar con las placas de lasaña, que están todas en contacto con el agua, pero no están en contacto entre ellas, así que no tendrán forma de pegarse unas a otras. Y ya solo toca esperar.

Este es mi método favorito, tanto por el resultado como por la rapidez en la ejecución.

Método 2: Usar aceite para que no se peguen las placas de lasaña o de canelones

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Este es otro método que funciona, aunque a mí me gusta menos porque se tarda más, aún así os lo cuento porque sé que muchos sois un poco maniáticos con lo de usar el papel film.

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Aunque lleva un poco más de tiempo, también es algo muy sencillo. Con ayuda de una brocha de silicona engrasamos la fuente.

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Colocamos una capa de placas de lasaña.

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Y, aunque no se aprecia en la foto, pasamos la brocha engrasada sobre la cara superior de las placas para engrasarlas y cubrimos con un par de centímetros de agua templada.

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Y a partir de ahora lo que hemos de hacer es pintar con la brocha engrasada cada una de las placas por ambos lados.

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Antes de sumergirlas en el agua.

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Y así hasta que las tengamos todas dentro del agua.

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Pasada una media hora, nuestras placas estarán listas para usar y presentarán el aspecto que veis en la foto. Las que llevan el papel film quedan perfectas y las podremos sacar sin ninguna dificultad y las que están engrasadas tendremos que sacarlas con más cuidado, pues si se nos ha quedado algún trocito sin engrasar por ahí podría rasgar si tiramos con mucha fuerza.

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Estas que veis aquí son las que están engrasada que, como veis, se sacan enteras sin dificultad, aunque si os fijáis hay una que se ha rasgado un pelín -abajo en el centro-. Esos puntitos que se ven en la pasta no son más que gotitas de aceite que han sido absorbidas por las placas, pero que no afectan en absoluto a su sabor, siempre y cuando uséis un aceite rico.

Las hidratadas usando papel film para separarlas son las que podéis ver en la imagen de cabecera que, como podéis comprobar, quedan perfectas, ni se arrugan, ni hay riesgo de que se rasguen, nada.

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