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Durante generaciones, la moka italiana ha sido la reina indiscutible del desayuno en España. Ese característico burbujeo metálico que anuncia la primera taza de la mañana forma parte de la memoria colectiva de muchas familias.

Sin embargo, lo que debería ser un café intenso y aromático, con frecuencia acaba convertido en una bebida amarga, quemada o excesivamente fuerte, que sin esfuerzo te puede estropear incluso el día.

¿Por qué ocurre esto? La respuesta, según el especialista cafetero colombiano conocido en redes como @lychecafecito, está en un detalle tan simple como importante: la temperatura del agua.

El error más común: el agua

“Si usas agua muy caliente, el café subirá demasiado rápido y quedará ácido; si está fría, tardará demasiado y saldrá amargo”, advierte el experto en un vídeo que acumula miles de reproducciones en TikTok.

La clave, explica, es utilizar agua tibia, entre 55 y 65 grados, una franja que en muchos hogares españoles coincide con la temperatura del agua caliente del grifo.

De este modo, la extracción resulta más equilibrada y el café se expresa en su punto justo, sin la agresividad que tanto se le achaca a la moka.

Una técnica paso a paso

Pero no todo depende del agua. El ritual completo incluye otros gestos que, de seguirse al pie de la letra, transforman la experiencia:

  1. Medir el agua con precisión: siempre hasta justo debajo de la válvula de seguridad.
  2. Café sin compactar: el filtro debe llenarse con café molido de forma nivelada, pero nunca presionado. La molienda ideal es media-fina, similar a la de la mayoría de paquetes comerciales.
  3. Fuego bajo y paciencia: nunca se debe poner la moka a máxima potencia. La llama debe ser baja —o medio-baja si hay prisa— para evitar una extracción agresiva.
  4. Cortar a tiempo: cuando aparece la espuma característica del final de la preparación, la cafetera debe retirarse del fuego y la base enfriarse bajo un chorro de agua fría. Esto detiene el proceso y evita el temido amargor.
  5. Remover antes de servir: un gesto sencillo que garantiza homogeneidad en la taza, ya que el café no sube con la misma intensidad en todas sus fases.

“Así vas a poder disfrutar de un café intenso, cremoso y para nada amargo”, resume el especialista.

Un clásico que se reinventa

La moka italiana, inventada en los años 30 en Italia y adoptada rápidamente en España, parecía relegada en la última década ante el auge de las cafeteras de cápsulas y los métodos de filtrado de la tercera ola. Sin embargo, su encanto sigue intacto: es asequible, duradera y permite una taza con carácter inconfundible.

Siguiendo las recomendaciones de expertos como @lychecafecito, este clásico de aluminio puede recuperar su lugar de honor en la mesa del desayuno. Y, lo más importante, reconciliarnos con su sabor: equilibrado, aromático y sin rastro de amargor.