Publicada

En Asturias, la fabada es un símbolo cultural, un orgullo colectivo y, en muchos pueblos, casi una religión. Sin embargo, la legumbre que da nombre al guiso atraviesa uno de sus momentos más delicados.

La faba asturiana —variedad de la especie Phaseolus vulgaris— se enfrenta a un doble desafío: una crisis de producción sin precedentes y la competencia silenciosa de la alubia boliviana, tan parecida a simple vista que incluso engaña a paladares expertos.

Aunque originaria de Centroamérica, la faba encontró en el húmedo clima asturiano un aliado perfecto.

La ausencia de estrés hídrico, sumada a siglos de selección cuidadosa, ha dado como resultado una legumbre mantecosa, compacta, con una piel que nunca se desprende y que marca la diferencia en cada cucharada de fabada.

La faba no solo aporta sabor: también es un motor de desarrollo rural. Su cultivo, todavía artesanal y dependiente de la recogida manual, sostiene economías locales y atrae a jóvenes agricultores que ven en ella una alternativa al abandono del campo.

Faba asturiana.

Pero el precio refleja su complejidad: mientras una alubia blanca convencional se paga entre 2 y 3 euros el kilo, la faba asturiana supera fácilmente los 13 euros, y en malas cosechas ha llegado a venderse por más de 20 o 25 euros.

La amenaza boliviana

El verdadero problema no son las alubias castellanas, gallegas o leonesas, que se distinguen con facilidad, sino las importadas de Bolivia. Allí también se cultiva la variedad conocida como granja asturiana, visualmente idéntica y de un precio sensiblemente inferior: entre 6 y 8 euros el kilo.

En el mercado a granel, muy extendido en el norte de España, resulta prácticamente imposible distinguirlas sin el sello oficial.

A este panorama se suma una crisis agrícola. El hongo de la antracnosis y una meteorología adversa han provocado la peor cosecha de la historia reciente.

Los productores hablan de pérdidas insostenibles, lo que empuja a algunos a abandonar el sector pese al encarecimiento de la legumbre. El resultado se traduce en menos faba asturiana disponible y un aumento de la dependencia de las importaciones.

Cómo reconocer la auténtica faba asturiana

Para el consumidor, la única garantía real es fijarse en la etiqueta de la IGP Faba Asturiana, un sello que asegura trazabilidad desde la parcela hasta el punto de venta.

Sin esta certificación, incluso en Asturias, es posible que lo que llegue al plato no sea la genuina legumbre que da carácter a la fabada.

A simple vista, distinguirlas resulta casi imposible. La diferencia está en la textura al cocer: la auténtica faba asturiana mantiene la piel intacta y libera un caldo denso, casi cremoso, mientras que la boliviana tiende a deshacerse más fácilmente.

La faba no salvará por sí sola a Asturias de sus problemas demográficos y económicos, pero su cultivo ofrece una oportunidad de resistencia.

La cuestión es si los consumidores estarán dispuestos a pagar el precio justo y si las administraciones apoyarán lo suficiente para evitar que el plato más icónico del Principado se cocine, cada vez más, con alubias de ultramar.