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Algunas casas no solo resisten el paso del tiempo, lo abrazan. Lo reinterpretan. Lo transforman. Casa Solla, el icónico restaurante gallego con más de seis décadas de historia y una estrella Michelin, es una de ellas.

Y lo ha demostrado, una vez más, con el nacimiento de un nuevo concepto: La Taberna, el proyecto más reciente de Pepe Solla, donde el fuego lento, el vino bien elegido y la música de vinilo construyen una experiencia única y profundamente emocional.

La Taberna no es una extensión de Casa Solla (Poio, Pontevedra). Es un lugar con vida propia, nacido del deseo de recuperar la esencia de las casas gallegas tradicionales: la lareira, ese 'hogar de fuego' en gallego donde se cocinaba, se conversaba y se compartía.

La Taberna de Pepe Solla.

Para Pepe Solla, “la lareira no solo alimentaba con sus brasas, sino que forjaba vínculos y construía recuerdos”. Esa memoria emocional fue la chispa que encendió la idea de este nuevo espacio.

A diferencia del restaurante gastronómico, donde la técnica y la alta cocina marcan el paso, La Taberna respira otro ritmo: el de las brasas, el del producto sin artificios, el del disfrute pausado.

Las brasas son parte de el alma de La Taberna.

“Queríamos algo con vida propia, algo que naciera desde el compartir, desde una de mis grandes pasiones: el vino”, explica Pepe.

La carta es breve pero contundente. Platos de siempre, cocinados con el conocimiento de hoy. Desde una empanada gallega hecha con mimo, que cambia según lo que haya en despensa, hasta salpicón de marisco, espárragos blancos en temporada o un flan casero que sabe a infancia y hogar.

Platos sencillos para compartir y vinos.

Todo elaborado junto a la lareira, en una pequeña cocina independiente donde los cocineros interactúan con los comensales como en una auténtica taberna de antaño.

No hay fusiones impostadas ni florituras innecesarias. Hay respeto por el producto, por la tradición y por el comensal. “No se trata de competir con el restaurante”, aclara Solla. “Aquí la comida acompaña al vino, no al revés”.

Los quesos son también protagonistas dentro de la propuesta de La Taberna.

El vino, protagonista absoluto

El eje de todo, sin embargo, es el vino. La Taberna nace desde la bodega, no desde los fogones. Años de selección y guarda han convertido la bodega de Casa Solla en una de las más importantes de Galicia y, posiblemente, de España.

Vinos locales y rarezas del mundo forman la bodega de La Taberna.

De la mano de Gabriel Vázquez, “Gabo”, sumiller y cómplice de Pepe en esta aventura, se ofrece una carta líquida viva y sorprendente, que reúne grandes vinos gallegos con rarezas de todo el mundo.

La propuesta busca, ante todo, libertad: “Que el cliente beba bien, sin miedo, con calma”, afirma Pepe. Y si la copa viene acompañada por una conversación cálida o una ración inesperada, mejor.

En La Taberna no solo se cocina y se brinda. También se escucha música. La presencia de un tocadiscos integrado en la chef’s table permite que los clientes elijan cada día el vinilo que sonará, creando una atmósfera íntima y acogedora, donde se mezclan jazz, rock clásico y joyas españolas olvidadas.

“La experiencia va más allá del plato o la copa, es un todo que vibra”, asegura Solla. El espacio, cálido y elegante sin pretensiones, combina granito gallego, hierro y madera de roble negro tratada con la técnica japonesa Shou Sugi Ban, en coherencia con la reciente reforma del restaurante.

El interiorismo del local es acogedor y sofisticado pero nada encorsetado.

El lujo de lo esencial

En La Taberna el lujo se mide en honestidad, sabor y recuerdos compartidos. “Aquí puedes venir solo a tomar un vino… y acabar cenando seis platos, embaucado por la música y la armonía del lugar, sin darte cuenta”, dice Pepe entre risas.

Con más de 60 años de historia a sus espaldas y 22 bajo la dirección de Pepe, Casa Solla no deja de reinventarse. La Taberna no es un giro, es una evolución.

Una vuelta al origen con la mirada del presente. Una celebración de lo esencial: fuego, vino, buena compañía y una cocina que, sin levantar la voz, deja huella.

Funciona en los mismos horarios que Casa Solla, aunque con aforo limitado. La reserva no es obligatoria, pero sí recomendable para asegurarse un sitio junto a la lareira. Porque como bien dice Pepe Solla, en esta casa el camino nunca termina. Solo sigue ardiendo.