Hace unas semanas os contábamos como un programa de humor japonés había ido demasiado lejos con una broma y había puesto a trabajar un equipo de ingenieros y especialistas en mecánica de fluidos para encontrar el secreto de cómo comer una hamburguesa sin destrozarla. La solución estaba en la técnica de cómo agarrarla, y aunque no sea la panacea, algo hace.

Hoy nos hacemos eco de esta misma investigación pero sin un despilfarro en ingenieros que ha llevado a cabo El País y han aplicado al kebab, el plato de comida rápida turco más popular que podemos encontrar en el mundo occidental.

Mehmet Metin, dueño del restaurante Omar en Madrid, cuenta el secreto. Y lo siento mucho, pero es tan sencillo y evidente, que a muchos os va a decepcionar, pero el único truco que existe para comer un kebab sin mancharse es no usar salsas.

Parece de cajón, pero esta afirmación tiene su razón de ser, y es que el kebab original, un plato que también pertenece a la categoría de comida rápida en Turquía, no lleva salsas. Las salsas se fueron introduciendo con el paso del tiempo y el uso de carnes de mala calidad, para disimular su sabor. El kebab original no necesita salsa, por lo que es sencillo comerlo sin mancharse. Son estas salsas lo que convierten comer un kebab en un deporte de riesgo si no queremos manchar nuestra ropa.

Así describe Mehmet Metin la preparación del kebab de su restaurante favorito:

Ellos preparan filetes y los adoban. Los montan en láminas y entre una capa y otra de filete, ponen grasa. Así hacen una columna alta de carne con esa mezcla y la asan mediante el giro, con la misma técnica que se hace aquí. Van cortando según se va haciendo la carne y lo ponen sobre pan. Lo acompañan de verduras. Insisto, nada de salsas, ni turca, ni de yogur, ni nada.

Vamos, casi igual que lo que conocemos aquí. Si lo pensamos el consejo de las salsas es bastante más útil de lo que parece. A lo que nos invita en realidad es a buscar una receta más cercana a la original y huir así de carnes sin demasiado buen sabor, lo cual ayudaría mucho a mejorar los kebab. Pero claro, quizás la gracia esté precisamente en las salsas y en pringar todo lo que nos rodea.