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    Cómo nutrir la piel

    La piel es un órgano fascinante: el más extenso del ser humano, el más expuesto a las condiciones ambientales y una frontera natural para la absorbción de compuestos y el rechazo de otros. Nos protege contra agentes biológicos -los microbios potencialmente patógenos-, químicos -corrosivos, irritantes o alérgenos- y físicos -luz solar, calor, ect... Al mismo tiempo, cumple funciones fundamentales orgánicas, metabólicas y nerviosas.

    Por esos motivos, la piel está en un constante proceso de renovación cuya eficiencia se va deteriorando con la edad. Aparecen las arrugas, la falta de elasticidad, la decoloración y la sequedad. Pero este envejecimiento no es meramente cronológico: los factores ambientales y, sobre todo, el estrés oxidativo al que la someteremos mediante nuestros hábitos de vida y nuestra dieta determinarán la velocidad a la que se producirá el deterioro, y con qué intensidad.

    Una revisión de estudios por parte de investigadores del Instituto de Ciencias Médicas de la Universidad Jan Kochanowski (Polonia) ha indagado en profundidad, más allá de los alimentos y las cremas que se recomiendan habitualmente, sobré qué compuestos bioactivos tienen un verdadero impacto a la hora de mantener la piel en condiciones óptimas. Sus conclusiones, publicadas en la revista Nutrients, se articulan en torno a cinco grupos de nutrientes. 

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    Vitaminas A, C y E

    Al contrario que las proteínas o los carbohidratos, las vitaminas no son 'bloques de construcción' para las células o 'unidades' de energía, pero funcionan como catalistas de procesos bioquímicos indispensables. En lo que a la piel se refiere, la Vitamina A es una de las involucradas, que se obtiene de fuentes alimentarias animales a partir del retinol y sus derivados, o los betacarotenos de vegetales. Los lácteos, el hígado, la calabaza o la batata nos permiten obtenerla.

    La vitamina C ayuda a formar el colágeno de piel, a reforzar la barrera dérmica y a retrasar su deterioro: aunque a menudo pensamos en los cítricos, el brócoli, la fresa o el kiwi son algunos de los alimentos -exclusivamente vegetales- que la proporcionan

    La vitamina E, finalmente, es la más famosa en los cuidados dermatológicos como fotoprotectora, hidratante y reafirmante. También la encontramos en comidas vegetales: espárragos, aguacate o almendras

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    Selenio, zinc, cobre y silicio

    Los alimentos con selenio y zinc tienen efectos protectores sobre la piel, 'reciclando' los radicales libres responsables de la oxidación, revirtiendo la formación de arrugas, y ejerciendo un efecto antiinflamatorio. Almejas, pipas de calabaza o la avena son alimentos que incorporan estos minerales.

    El cobre, por otra parte, tiene propiedades antimicrobianas que llevaron a que fuera empleado en la antigüedad como medicina. Junto con el silicio, ayudan a la secreción de colágeno. Los alimentos ricos en cobre alimentario incluyen a los mariscos, la carne visceral, las legumbres y la fruta. Para el silicio, un suplemento habitual es el extracto de 'cola de caballo' (Equisetum arvense).

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    Ácidos grasos

    Los ácidos grasos insaturados son un aporte fundamental que debemos obtener de la dieta, ya que el organismo no los produce. En el caso de la piel, actúan como 'cemento' intracelular, aumentando su firmeza, reduciendo la inflamación y protegiendo contra las reacciones alérgicas.

    Destacan el ácido linoleico, que podemos obtener de los frutos secos y las semillas, y el omega-3, que también incorporamos con el consumo de pescado azul.

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    Polifenoles.

    Se trata de los compuestos responsables del festival de color que caracteriza a las frutas y verduras, y dadas sus propiedades antioxidantes, la lista de beneficios que reportan es larga: antiinflamatorios, antibacterianos, antifúngicos, antivirales, antialérgicos, anticáncer y anticoagulantes.

    Por todos estos motivos, su consumo frecuente se relaciona con menores probabilidades de sufrir una muerte prematura por cualquier causa; en el campo de la dermatología, ayudan de forma general a mantener la piel joven y sana. Alcachofas y frutos rojos, pero también el café y el cacao, son alimentos que los proporcionan.

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    Carotenoides.

    Se trata de nuevo de pigmentos naturales, abundantes en frutas y verduras de color intenso como la zanahoria -a la que debe el nombre-, la batata o la calabaza; pero también en otros en los que no lo delata el color, como el brócoli. Como hemos visto previamente, trabajan con la Vitamina A para activar los procesos beneficiosos para la piel. Entre ellos, la protección contra los rayos ultravioleta, lo que contribuye al mismo tiempo a broncearse -aunque los resultados pueden variar.

P. F.