Un menor jugando a videojuegos.

Un menor jugando a videojuegos. Pixabay.

Investigación

Adiós al mito de los videojuegos: jugar a la 'Play' mejora la capacidad cognitiva, según un estudio

Los menores que juegan tres horas o más al día presentan beneficios neurocognitivos, aunque el trabajo que lo afirma presenta limitaciones.

25 octubre, 2022 03:09

La relación entre el consumo de videojuegos y la crianza de los niños lleva años bajo la lupa escrutadora de pedagogos, psiquiatras, pediatras e investigadores de las ciencias sociales, sin que haya emergido un corpus de evidencia clara. Las revisiones de estudios sobre contenidos multimedia extremos y trastornos en la infancia no han determinado una relación directa, y por cada delincuente violento que juega a diario se puede encontrar a una estudiante de élite que también lo hace. Sin embargo, si un niño en edad escolar declara que juega más de tres horas cada día, habrá consenso a la hora de encender las alarmas. 

Los motivos para la preocupación serían evidentes: una sobrexposición a las pantallas que ya son omnipresentes en nuestra vida diaria y que desregulan los ciclos de actividad y reposo; una menor dedicación diaria a otras actividades indispensables, como la actividad física y social o el estudio... pero otras no estarían justificadas. En concreto, las horas de juego proporcionarían más beneficios cognitivos que la abstinencia de los videojuegos según un gran estudio realizado por el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas, una institución oficial perteneciente a los Institutos Nacionales de Salud de EEUU, y que publica JAMA Open Network.

Los autores aclaran que no recomiendan dejar jugar sin límites a la consola y el ordenador, pero que el ensayo debía poner a prueba la recomendación de la Academia Americana de Pediatría de limitarlo a dos horas diarias. Los investigadores de la Universidad de Vermont en Burlington recurrieron al proyecto de Desarrollo Cognitivo del Cerebro Adolescente (ABCD por sus siglas en inglés), un estudio de cohorte con más de 12.000 participantes. Esto les permitió seleccionar datos de 2.000 menores entre los nueve y diez años, con los correspondientes resultados de tests neurológicos, cognitivos y de comportamiento.

Los participantes se dividieron en dos grupos: unos no jugaban nunca, otros jugaban sin restricciones. Se trata de dos situaciones extremas: en España, según el informe de Adicciones Comportamentales de 2021, hay un 15,4% de menores que no juega nunca a videojuegos por un 21,5% que lo hace a diario. Es más frecuente que lo hagan semanalmente (30,7%), o con menor frecuencia. Sin embargo, los niños y adolescentes en riesgo de sufrir un diagnóstico de trastorno por uso de videojuegos, una circunstancia que afectaría a cerca del 7% de la población en este tramo de edad, tienden a jugar todos los días.

Los investigadores plantearon a los niños en ambos grupos dos tests en los que debían poner a prueba su capacidad de control de impulsos, así como su habilidad para memorizar información. Mientras los resolvían, se monitorizó su actividad cerebral. El grupo en el que jugaban tres horas diarias resolvió ambas tareas con mayor rapidez y eficacia que los que no jugaban. Las imágenes por resonancia magnética de sus cerebros mostraron una mayor actividad en el grupo de los gamers de las regiones relacionadas con la atención y la memoria. También demostraban una mayor activación neurológica en las regiones encargadas de las tareas cognitivas más complejas, aunque la actividad decrecía en las áreas dedicadas a la visión.

Cualquiera que haya probado un videojuego reconocerá la tendencia: al esforzarse en 'pasarse' una 'fase', un 'jefe' o un 'puzle' determinado, el cerebro estimula el control de impulsos, la memorización y la resolución de problemas difíciles, mientras reduce la necesidad de potenciar la información visual porque se vuelve más eficaz a la hora de detectar los elementos de interés y descartar los demás. "No podemos decir que los videojuegos inducen una capacidad neurocognitiva superior, pero es un hallazgo que nos lleva al optimismo", valora el Dr. Bader Chaarani, profesor de psiquiatría e investigador principal.

Los puntos débiles del estudio

La fortaleza de este estudio reside en el gran número de participantes: los trabajos anteriores, apuntan los investigadores, se realizaron con menos de 80 niños o no tuvieron acceso a datos médicos. Además, al ser el ABCD un estudio longitudinal, los sujetos serán objeto de seguimiento hasta la edad adulta, y podrán proporcionar información a largo plazo sobre la evolución de sus habilidades cognitivas, actividad cerebral, comportamiento y salud mental. Estos dos últimos aspectos son importantes, porque sí que hubo una mayor incidencia de trastornos de salud mental y del comportamiento entre los niños que jugaron más horas.

¿Por qué este estudio presenta entonces el consumo de videojuegos como algo positivo? La relación entre trastornos en los niños y sus hábitos de juego, afirman los investigadores, no "resultó estadísticamente significativa" y no permitió excluir que fuera "fruto del azar". Por otra parte, tampoco se puede descartar una inversión causativa: que los niños cuyo cerebro está más inclinado a la repetición de tareas y resolución de problemas jueguen más a los videojuegos porque los encuentran más gratificantes. Solo los futuros estudios a largo plazo podrán incluir las variables de salud necesarias, como la calidad del sueño o el ejercicio físico.

Finalmente, los autores hacen una apreciación que tampoco le resultará descabellada a cualquiera familiarizado con los videojuegos: el género de juego podría ser determinante a la hora de proporcionar beneficios cognitivos. Así, si un frenético shooter en el que hay que huir de los disparos del enemigo puede entrenar las funciones-reflejo, las habilidades para resolver problemas se beneficiarían más de otros más pausados, en los que prima la exploración y la construcción.