Menno Schilthuizen (izquierda) y dos expedicionarios observan los insectos posados en una de las trampas colocadas unas horas antes.

Menno Schilthuizen (izquierda) y dos expedicionarios observan los insectos posados en una de las trampas colocadas unas horas antes. René Krekels Taxon Expeditions

Ciencia

Cómo descubrí dos nuevas especies animales de vacaciones en la selva de Borneo sin tener ni idea de ciencia

Agencias como Taxon Expeditions unen la ciencia con el turismo de aventura y conciencian sobre la conservación de las especies.

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—¿No cerramos las puertas?

—¿Por qué?

—Para que no entren los insectos.

—¿Y por qué no van a entrar?

Nos encontramos en el salón del Centro de Estudios de Campo de Kuala Belalong, un complejo de bungalows de madera en la orilla del río Belalong, en lo profundo de la selva tropical de Borneo, la más diversa del mundo junto con la peruana.

Son las seis, es de noche y un generador eléctrico permite mantener encendidos los fluorescentes del salón un par de horas más. Es la única luz en kilómetros a la redonda. Por tanto, insectos de todos los tamaños acuden a merodear.

Pero nadie siente la necesidad de cerrar las puertas.

He recorrido 12.000 kilómetros en 21 horas de vuelo hasta Bandar Seri Begawan, la capital del pequeño estado de Brunei. Desde allí he tomado un autobús que me ha dejado en el Parque Nacional de Ulu Temburong, a una hora de distancia, y he viajado río arriba durante 20 minutos en una lancha alargada y verde en la que solo caben cinco personas sentadas en fila india.

A pesar de ser de noche, hace calor. Una humedad cercana al 100% te hace sudar y sentirte sofocado todo el día y los ventiladores de techo solo funcionan a determinadas horas de la mañana y la tarde, cuando hay electricidad.

A decir verdad, tampoco la necesitas para mucho: no hay televisión ni radio y no hace falta cargar el móvil, pues ninguna red de telefonía puede penetrar en la extensa vegetación selvática.

Los ojos de las arañas saltarinas parecen sacados de los dibujos japoneses

Los ojos de las arañas saltarinas parecen sacados de los dibujos japoneses Jacob Joven Taxon Expeditions

La isla de Borneo, de un tamaño mayor que Francia y que se dividen entre Malasia e Indonesia, otrora fue un paraíso verde. El archipiélago malayo, al que pertenece, fue para el biólogo decimonónico Alfred Russel Wallace lo que las Galápagos para Charles Darwin: sus hallazgos al observar cómo variaban las especies de las diferentes islas les inspiró a ambos para elaborar, por separado y en paralelo, la teoría de la evolución por selección natural, que presentarían conjuntamente al mundo en 1858.

Sin embargo, el 98% de esa selva de inabarcable diversidad ha sido sustituida por plantaciones de palma. El 2% que queda pertenece en gran parte a Brunei, un microestado situado al norte, encajonado en la parte malaya de la isla y cuyas reservas de petróleo le permiten dejar intacta su naturaleza salvaje.

He venido aquí con una ambición: descubrir nuevas especies de animales. En la era de la inmediatez y la globalización, saber que no lo conocemos todo y que el planeta alberga todavía muchos misterios es una cura de humildad necesaria frente a nuestro ombliguismo humano cotidiano.

Por supuesto, no se trata de una tarea fácil. El común de los mortales no tiene el ojo entrenado. Podemos distinguir un perro de una paloma y esta de una rana pero ¿usted sabe cuántas especies de rana existen? Más de 6.000. ¿Cómo podría saber que una de ellas no ha sido nunca antes descrita?

Ahí es donde entra Taxon Expeditions, una agencia de viajes especializada en turismo científico. No hace falta ser biólogo para descubrir nuevas especies (mi formación científica reglada acabó en el instituto), lo único que necesitas es pasión por la naturaleza.

La agencia fue fundada en 2016 por Menno Schilthuizen, un investigador del Museo de Historia Natural de Leiden (Países Bajos) empeñado en llevar la ciencia al gran público. Divulgador, conferenciante (su TED Talk ha sido vista más de dos millones de veces) y autor de varios libros, fue uno de ellos, Darwin viene a la ciudad, el que me hizo tirar del hilo hasta acabar en Borneo.

En realidad, no hace falta marcharse hasta el otro lado del mundo para ver lo que nunca nadie vio antes. Aunque esta isla fue el primer destino de la agencia, también promociona la aventura científica en la Toscana italiana y Montenegro. Sí, en entornos próximos todavía es posible realizar hallazgos; de hecho, el objetivo personal de Menno es precisamente este: si observamos atentamente a nuestro alrededor, veremos multitud de seres que comparten nuestro espacio porque nosotros, aunque nos empeñemos en pensar lo contrario, también formamos parte de la naturaleza.

Por eso, a nadie parece molestarle los insectos que sobrevuelan el salón de Centro de Estudios de Campo Kuala Belalong, se posan en nuestros brazos o acuden a por los restos de fruta que han quedado sobre el mantel.

Ellos son los protagonistas, no nosotros. Aunque normalmente no les hagamos caso, el peso de los artrópodos en el mundo es gigantesco. Estos pequeños seres, todos juntos, supondrían un peso de 1.000 millones de toneladas, mientras que todos los mamíferos apenas llegarían a las 700. Y quedan muchas especies por descubrir.

Uno se da cuenta de ello en cuanto se adapta al entorno selvático, lo que necesita de un pequeño esfuerzo al principio. La exuberancia de la selva es tal que desconcierta, con plantas montadas en otras plantas, un suelo cubierto de raíces y hojas muertas por el que es difícil caminar y un ruido constante, a veces ensordecedor, que no para ni en mitad de la noche.

Menno Schilthuizen observa detenidamente un insecto palo.

Menno Schilthuizen observa detenidamente un insecto palo. René Krekels Taxon Expeditions

Cuando uno se acostumbra al entorno y comienza a prestar atención a los detalles, surge otro mundo: insectos palo posados en el haz de las hojas, arañas saltarinas ocupando el envés, hormigas del tamaño de un pulgar que cruzan nuestro camino a toda velocidad, moscas con los ojos sobresaliendo de la cabeza y formando una T, enormes mariposas negras, pseudoescorpiones, milpiés juguetones o ciempiés que, solo con su presencia, ya te advierten que no es recomendable acercarte a ellos.

¿Y cómo descubre uno nuevas especies en un entorno que parece saturado de todo tipo de formas y colores, donde minúsculos seres se ocultan para que, precisamente, no les descubran?

Uno se imagina al científico dando un paseo por el bosque, levantando una hoja y observando maravillado un raro espécimen de colores chillones, que introducirá en un pequeño tubo de plástico con tapón para analizarlo con más calma en el laboratorio.

Bueno, algo de eso hay. La expedición la formamos algo más de una decena de personas, desde Menno y otros científicos que irán pasando por el Kuala Belalong hasta los científicos ciudadanos (es decir, los turistas) y dos estudiantes de la Universidad de Brunei, Ting y Sophie, pues Taxon suele becar estudiantes locales en sus expediciones.

Arañas 'cuquis'

Todos vamos cargados de tubitos para meter todo bicho que nos llame la atención. Lo complicado es descubrirlos porque atraparlos es mucho más fácil de lo que podría parecer en un principio.

Una vez tenemos al espécimen en el tubito, preguntamos a los expertos. En varias ocasiones nos acompaña Peter Koomen, biólogo del Museo de Historia Natural de Leeuwarden (Países Bajos) que, con su mirada acuosa, su barba blanca, su gorro de pescador, sus ropas beige claro y sus botas de fútbol ("se agarran mejor al suelo", dice) parece un santón ermitaño.

Koomen es experto en arañas saltarinas. Pequeñitas y de ojos saltones (al menos dos de sus ocho), parecen sacadas de una serie de dibujos japoneses cuquis. Hay más de 7.000 especies descritas y parece conocerlas todas porque, tras examinar minuciosamente el trofeo que le traes, suele acabar con un "es un espécimen joven, mejor déjalo en libertad".

No siempre: Natalia, una joven canadiense apasionada de los animales y que casi siempre viste con ropas de camuflaje, capturó una araña saltarina que tomaba tranquilamente el fresco en una de las jambas de la puerta de su bungalow.

Koomen observó al artrópodo por todos los lados y lo analizó concienzudamente: su aspecto le recordaba a otras especies, pero había ciertas características que le intrigaban. Repasó pesados manuales que había traído consigo y no logró identificarla.

Una mosca de ojos saltones, perteneciente a la familia Diopsidae.

Una mosca de ojos saltones, perteneciente a la familia Diopsidae. Jacob Joven Taxon Expeditions

Pero los manuales no lo tienen todo, por lo que guarda prudencia: hasta que no compruebe los catálogos online de arácnidos (recordemos, no tenemos internet), no podrá certificar que se trata de una nueva especie.

Eso sí, en el último día de la expedición, en el salón del Kuala Belalong lleno de insectos, los allí presentes votarán un posible nuevo nombre para esta araña, del género (grupo de especies) Chalcoscirtus

En muchas ocasiones, los científicos nombran nuevas especies homenajeando a celebridades. Es una forma de garantizarse atención por su descubrimiento. Taxon lo ha hecho bautizando Craspedotropis gretathunbergae a un pequeño caracol que hallaron en Brunei, en 2019, en honor, claro está, a Greta Thunberg.

Natalia tiene otra idea. "Mi perro Archie murió recientemente. Me acompañó durante muchos años y me gustaría homenajearlo". Aunque el nombre se decidió en una votación, casi todos estuvimos de acuerdo en inmortalizar al pequeño Archie.

Si no tienes la suerte de Natalia, hay métodos para descubrir nuevas especies, digamos, más masivos. El primer día, Menno nos lleva hasta un arroyo de aguas cristalinas y empieza a desdoblar varios sacos de plástico. Estos tienen dentro una rejilla: agarra una porción de barro de la orilla y la echa al saco, lo sacude y lo vuelca, de manera que solo las partículas pequeñas se queden en el saco.

Después colgará el contenido en otras bolsas, donde se dejará secar y, al abrirlas un par de días después, comenzará la criba de animalillos encontrados.

No es el único método. En mitad de la selva colocaremos una trampa 'malaise', que es como una pequeña tienda de campaña con una red en el centro para recoger insectos voladores.

Una de las noches pondremos otra parecida a las trampas de mosquitos, con una luz en el interior, y a unos metros de separación una extensa sábana iluminada donde se posarán polillas de todos los tamaños, tipos y —espectaculares— colores.

Y una mañana, bien temprano, treparemos hasta las copas de los árboles para colocar otra que consiste, únicamente, en un bote de plástico con formol dentro.

Un milpiés se pasea por la mano de Peter Koomen, biólogo de la Universidad de Leiden.

Un milpiés se pasea por la mano de Peter Koomen, biólogo de la Universidad de Leiden. René Krekels Taxon Expeditions

La ingente cantidad de invertebrados que hemos ido recolectando en las trampas a lo largo de los días tiene que ser clasificada. Con un microscopio, un libro de anatomía artrópoda, unas pinzas y mucha paciencia comenzaremos a discriminar hormigas, escarabajos, abejas, arañas, gusanos, etc. Aunque en un principio no lo parezca, es fácil que se pasen las horas volando mientras separas los animalillos bajo el microscopio, plenamente concentrado, como si estuvieras meditando.

De ahí surgirá la otra nueva especie que descubramos en la expedición. Pero antes hay que mencionar que los seres de más de cuatro patas no son los únicos protagonistas del viaje. Ulmar Grafe, profesor de Biología de la Universidad de Brunei, captura con una facilidad pasmosa ranas y murciélagos. De estos últimos hay dos tipos: los de la fruta son como perritos de ojos enormes que se pueden ver dormitando sobre los tejados de las pasarelas que unen los bungalows (tienen tejados porque la lluvia, cuando cae, es torrencial).

Los insectívoros, en cambio, tienen un cuerpecito dorado y peludo y dos enormes orejas que, cuando Grafe los sujeta con delicadeza en su mano, mueven continuamente. Es su forma de averiguar qué está pasando.

El aspecto de Grafe, alto, fibroso y de pelo y piel blanquísimos, contrasta con el de su amigo y compañero de investigación Joremy Tony, de piel oscura, más bajo, rechoncho y con una sonrisa amistosa permanente.

La capacidad de detectar cualquier ser vivo e identificarlo de Tony es casi sobrenatural. Da igual que sean una pareja de langures (monos de grandes cejas) a 200 metros entre las copas de los árboles, una rana cornuda en mitad de la noche o al escurridizo charlatán de Borneo entre la hojarasca del suelo.

La última de las trampas para insectos se coloca en una pasarela que está por encima de las copas de los árboles, a 50 metros de altura.

La última de las trampas para insectos se coloca en una pasarela que está por encima de las copas de los árboles, a 50 metros de altura. René Krekels Taxon Expeditions

Será volviendo de una de estas expediciones con Tony cuando Menno hace el anuncio oficial: de entre los centenares de artrópodos de todos los tamaños, formas y colores capturados por las trampas, ha aparecido un pequeño escarabajo rojizo.

De tan solo unos milímetros de longitud, el pequeño insecto ha llamado la atención del ojo escrutador del biólogo holandés. Basándose en la estructura de las antenas, sospecha que pertenece al género Popeus, lo cual es bastante llamativo porque este se encuentra sobre todo en África, a 9.000 kilómetros de distancia.

Por eso, el grupo propone que esta característica sea la que lo describa, que sea un escarabajo Popeus oriental o del este. El nombre es celebrado con un brindis de zumo: Brunei se rige por la sharía, por lo que el alcohol está prohibido. 

El microestado saltó a las noticias internacionales cuando, en 2019, entró en vigor una ley que castigaba con pena de muerte el adulterio y las relaciones homosexuales. Es el único país del sudeste asiático que se rige por la ley islámica y sus espectaculares mezquitas son motivo de orgullo nacional.

La sensación a pie de calle, sin embargo, dista de esa imagen estricta impuesta por el sultán, monarca absoluto. Aunque está vigente la pena de muerte, la última ejecución se produjo en 1957. No es difícil ver mujeres sin velo, tampoco se siente una omnipresencia de la policía o brigadas vigilantes de los modales.

Este pequeño escarabajo era desconocido hasta ahora para la ciencia.

Este pequeño escarabajo era desconocido hasta ahora para la ciencia. Peter Koomen Taxon Expeditions

Brunei es, esencialmente, un país tranquilo. La virtud nacional es la de la humildad, y así lo hacen saber al visitante, al que le piden no levantar en exceso de la voz. Esto, eso sí, lo llevan al extremo: el último concierto que se vivió en este estado islámico fue el que dio Michael Jackson en 2001.

Semanas después a la vuelta al hogar ha habido que aceptar, con esa misma humildad, que nuestro pequeño (y presunto) escarabajo Popeus todavía es un desconocio para la ciencia. Menno y sus colaboradores prepararon el artículo que lo describe (y en el que figuramos todos los expediciarios) y lo envío a una revista científica.

Como es habitual en el mundo científico, un par de expertos revisaron desinteresadamente el texto. Aunque uno de ellos dio su visto bueno, el otro mantuvo su escepticismo. "Se ha mostrado de acuerdo en que es una nueva especie, pero no está convencido de que lo que mostramos pertenezca realmente a Popeus", por lo que recomienda estudiar más especímenes antes de nada.

El pequeño escarabajo sin nombre se conserva de momento en el museo de la Universidad de Brunei. Lejos de la decepción, Menno, con su entusiasmo habitual, ya está pensando en los siguientes pasos.

"Puede que tengamos acceso a un espécimen muy similar en Sabah [una provincia malaya al noreste de Brunei]", apunta y añade otra posibilidad: "Puede que podamos usar el ADN del espécimen de Brunei para obtener secuencias adicionales que ayuden a resolver su posición taxonómica".

Aunque todos hemos vivido la euforia del descubrimiento, en la ciencia hay un largo camino después del momento eureka. Es un camino que los legos, esta vez sí, tenemos que dejar en manos de los expertos. Con su sempiterna sonrisa, Menno ya se ha puesto en marchar para andarlo una vez más.