Una ballena minke en el mar cerca de Noruega.

Una ballena minke en el mar cerca de Noruega.

Ciencia

Por qué las ballenas no tienen cáncer: el gran misterio que la medicina se afana en descifrar

Los genes que provocan a las ballenas su gran tamaño también protegen a estos mamíferos marinos de tumores cancerígenos.

12 abril, 2023 03:05

El cáncer fue la primera causa de muerte en el mundo en 2020 entre los humanos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La puntualización de que estamos hablando de personas no es baladí, ya que no somos la única especie que corre el riesgo de sufrir esta enfermedad a lo largo de su vida. También puede afectar a los animales. De hecho, el cáncer es la primera causa de muerte en perros y gatos, al igual que en humanos. Esto no significa que esta patología afecte del mismo modo a todos los mamíferos.

Elefantes y ballenas son un claro ejemplo de cómo la genética es capaz de proteger a estas especies de tumores cancerígenos. Una excepcionalidad que extrañó en un principio a los expertos, ya que se trata de dos animales que deberían tener un mayor riesgo de padecer cáncer debido al número de células que poseen.

Se trata de una enfermedad que se produce cuando una célula sufre una serie de mutaciones en su ADN. Ésta comienza a dividirse de forma descontrolada y las defensas del organismo no son capaces de detener este crecimiento. "Por eso las células son como billetes de lotería: cuantas más tenga, mayor es la posibilidad de ganar el premio". Con este particular símil el patólogo veterinario de animales salvajes de la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL, por sus siglas en inglés), Simon Spiro, explica a The Guardian que "los animales deberían tener un riesgo mil veces mayor de acabar con cáncer".

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En este sentido, algunas especies de ballenas incluso no tendrían que haber superado el año de vida sin haber sufrido cáncer puesto que tienen varios millones de trillones de células más, en comparación con los humanos, que sólo tienen un millón de billones. Por si no fuera suficiente, hay otras especies, como la ballena de Groenlandia, que tienen una esperanza de vida de entre 100 y 200 años. Entonces, ¿cómo se explica que estos animales no suelan tener cáncer?

La paradoja de Peto

Los científicos siempre tratan de encontrar respuesta a las incógnitas; y en esta ocasión, no iba a ser menos. El primero en señalar la excepcionalidad genética de los cetáceos fue el estadístico británico Sir Richard Peto. Este profesor de estadística médica y epidemiología en la Universidad de Oxford estudiaba las causas de muerte de diversas especies cuando en 1975 descubrió la que posteriormente se conocería como "paradoja de Peto".

Según esta teoría, la incidencia del cáncer en animales aumentaba cuanto menor era el tamaño del animal. Dicho de otra manera, cuantas más células tiene el animal, menor riesgo de padecer cáncer existe. Spiro ha participado, junto con un equipo del Instituto Sanger de Cambridge, en el último estudio que ha corroborado la paradoja de Peto.

Para ello, los investigadores aislaron células conocidas como criptas intestinales de un grupo de animales —leones, tigres, jirafas, hurones y lémures de cola anillada— muertos por causas naturales en el zoo de Londres con el objetivo de contar el número de mutaciones que cada especie acumulaba cada año.

"Lo que descubrimos fue muy sorprendente", destaca el principal autor de la investigación, el doctor Alex Cagan, al citado medio británico. Y es que los resultados no sólo revelaron que el número de mutaciones que cada especie acumulaba cada año variaba enormemente, sino que las especies más longevas tenían mutaciones a un ritmo más lento que aquellas con una menor esperanza de vida.

"Por ejemplo, en los humanos se producen unas 47 mutaciones al año, mientras que en el ratón son unas 800 mutaciones anuales, pese a vivir unos cuatro años", explica Cagan. También comprobaron que todos los animales estudiados habían acumulado unas 3.200 mutaciones al final de su vida. "Llama la atención el número similar de mutaciones de los distintos animales, aunque no está claro aún si es a causa del envejecimiento", afirma Cagan.

Pese a que se encuentran en la primera fase del proyecto (han estudiado sólo a mamíferos, y a continuación lo harán con plantas, insectos y reptiles), Cagan cree que, en base a los resultados, los ratones no son buenos modelos para estudiar la resistencia al cáncer.

Más tamaño, menos cáncer

Los biólogos Daniela Tejada-Martinez, João Pedro de Magalhães y Juan C. Opazo también elaboraron en 2021 un mapa genético de ballenas, marsopas y delfines para comprobar la veracidad de la "paradoja de Peto". Los resultados, publicados en la revista Proceedings of the Royal Society B, mostraron que los cetáceos poseen genes especiales con los que no se ven tan afectados por los tumores cancerígenos.

En concreto, los biólogos contabilizaron en las ballenas un total de 71 genes supresores de tumores. Su capacidad de resistencia no se queda ahí, pues la tasa de renovación de dichos genes era 2,4 veces más rápida y efectiva que la de cualquier otro mamífero.

Una investigación más reciente también ha demostrado que los genes que precisamente explican el gran tamaño de las ballenas son los que, a su vez, están implicados es que los cetáceos presenten menos del 3% de casos de cáncer. Así, los investigadores de la Universidad Estatal de Campinas-UNICAMP en São Paulo (Brasil) identificaron cuatro genes (GHSR, IGFBP7, NCAPG y PLAG1) en las 19 especies de ballenas que evaluaron. 

Se trata de una ventaja evolutiva que no sólo se encuentra en estos mamíferos marinos. Otro animal de gran tamaño como el elefante también cumple con la paradoja de Peto, según un estudio publicado en la revista Cell. Los científicos de la Universidad de Chicago y la Universidad de Utah revelaron que los elefantes tienen unos genes especiales que reparan el daño celular y eliminan las células mutadas antes de que puedan desarrollar un tumor.

Los autores descubrieron que estos animales, que tienen cien veces más células que los humanos y una esperanza de vida de unos 70 años, poseen un gen supresor tumoral denominado p53. Se trata de un gen encargado de detectar y reparar las células dañadas. Los humanos sólo contamos con una copia del gen p53, mientras que los elefantes tienen 20. Este gen también activa, a su vez, el LIF6, un gen inhibidor de la leucemia del que los elefantes tienen entre siete y 11 copias.