Opinión

Francisco Pizarro conquista una guaca

Guaca.

Guaca.

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Según un libro de arte, la guaca de la foto fuma en pipa. Quién lo diría.

Me la regalaron en la base norteamericana de Balboa, en Panamá. Pocos años después sería desmontada.

Allí se ubicaba la Escuela de las Américas, donde recibía instrucción militar la “contra”, la milicia antirrevolucionaria. En el comedor de la Base, conversé con algunos oficiales. Les pregunté por qué apoyaban la tiranía y entrenaban a tiranos. Dejad en paz a los hispanos, también mi tierra. Les interpelé sin pelos en la lengua. Negaron la mayor. Lo único que les preocupaba, era la penetración soviética. Además, en la Escuela de las Américas no se formaban tiranos ni dictadores, me respondieron sorprendidos. No hacía falta. Todos eran autodidactas. Como Fidel Castro.

De la Base de Balboa llegaron a depender económicamente diez mil familias. Los más humildes oficios, albañiles, limpiadoras, jardineros, etc., cobraban dos mil dólares. Cinco o seis veces más que los obreros que trabajaban para el gobierno. Había una espléndida biblioteca. También Universidad para quién quisiera estudiar en los EEUU. La Base se conservaba impecable.

Se acercaba 1999, fecha en que los norteamericanos deberían abandonar el Canal de Panamá según el tratado Torrijos-Carter. No entendía por qué se alegraban tanto los políticos panameños. Suponía una pérdida de ingresos importantes y la precariedad de muchos trabajadores. A Washington, no le preocupaba, en absoluto, irse. Podía controlar el Canal desde Miami y le salía más barato.

Guaca.

Guaca.

Sin duda, el pueblo panameño no era antinorteamericano. La Base les traía beneficios, no opresión. Y los políticos no tenían otro interés que ocupar los magníficos chalets de los militares estadounidenses. En Hispanoamérica no hay patriotismo, hay criollismo. Y una arraigada patología mesiánica liberadora de los pueblos que siempre culmina en la pérdida de las libertades civiles. En Brasil, por ejemplo, no existe libertad de voto. Es obligatorio. Y los políticos lo compran a los pobres mediante el sistema “cabresto” Ramal de favores que nadie, ni tiros ni troyanos, se atreve a romper.

Las relaciones conflictivas entre el mundo hispano y el sajón del Norte tiene una magnífica solución. A grosso modo solo algunas indicaciones. La superioridad técnico científica de los EEUU, con lo que ello implica, es indiscutible. Inglaterra hizo la revolución industrial a la que llegó muy tarde la hispanidad. Pero “culturalmente” son muy inferiores al mundo hispano.

El Imperio español, continuador del grecorromano, fundaba universidades y ciudades por el interior de toda América. No colonizó, incorporó los territorios descubiertos y se mezcló con los indígenas. No los exterminó como los ingleses. No creó colonias ni factorías, ubicadas generalmente en las costas para facilitar el transporte de la materia prima. Pero sí, algo muy importante para el equilibrio mundial: Londres creó las clases medias. Clases medias que tanto odian los comunistas. Y, por consiguiente, a Aristóteles, que las concibió como término medio (mesotés).

Los españoles fundaron ciudades en el interior y prohibieron la esclavitud, pagaron un salario mediante un sistema de Encomiendas. Estableció, por primera vez, el Derecho Internacional. Ello supuso una unidad cultural cuya mejor expresión es la lengua. Algo inconcebible en el espíritu pragmático inglés. Por tanto, había que degradar el nombre de España. La Leyenda Negra lo consiguió. Infamia que aún persiste en algún ofuscado y necio mandatario y en el ensalzado papanatas globalista.

Dadas las circunstancias, la solución pasa por crear entre el Norte y el Sur una liga semejante a la que, en la antigüedad, construyera Atenas y Esparta contra los persas. Los persas hoy son los chinos, mientras que Rusia podría ejercer un papel fundamental como bisagra. Se incorporaría Brasil. Portugal y España actuarían en consonancia con su posición fronteriza entre Europa, África y el mundo árabe que conoce bien.

Hay que regresar a los fecundos pactos de las polis griegas. A Solón, propiedad y libertad (antes de él no había propiedad), a Pisístrato, la ejecución de la ley, a Pericles, defensa de la ciudad y de la filosofía. De esa filosofía sistemática que Europa abandonó desde Husserl, pero la continuó España, a partir de 1955, construyendo cuatro sistemas filosóficos.

Mientras meditáis mis palabras, ¡oh, mortales!, os espero fumando una pipa con la guaca.

PIZARRO CONQUISTA UNA GUACA

Como un Buda ensimismado,
pero sin meditación,
en un sueño de basalto
tengo yo un pequeño Dios.
Pone un brazo en la rodilla,
dobla el otro hasta el mentón
que levanta una barbilla
con placer de fumador.
Cuando fumaba en cuclillas,
en pie la puso Pizarro,
después se unió a sus cuadrillas
con la cachimba de barro.
En Machu Pichu se afinca,
nadie sabe con qué penas,
pero en los cantos del inca
suenan guitarras y quenas.
No es tremenda como un numen,
esconde una calma opaca,
bajo su calvo cacumen,
¡cuánto maquina mi guaca!