Opinión

Pandemia y bilis política

Pablo Iglesias (Podemos) y Santiago Abascal (Vox).

Pablo Iglesias (Podemos) y Santiago Abascal (Vox).

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Este maldito año 2020, amenazado por un virus que ha configurado una nueva normalidad inmunizada ante las cifras de muertes y ha colapsado cualquier ámbito de nuestras vidas, ha sido la “tormenta perfecta” para perpetrar desde las mismas instituciones un pseudo golpe de Estado.

Políticamente, ha sido un año en el que ha ocurrido todo lo que no debería de ser, con un presidente del Gobierno que decía no poder dormir tranquilo si permitía hacer lo que al final se ha hecho. Señor Sánchez, siguiendo literalmente sus palabras, la mayoría de los españoles no estamos durmiendo tranquilos. La soberbia del poder le ha llevado a bajar la cabeza ante Podemos, un partido marxista y bolchevique, que está aprovechándose de una sociedad sumida en el miedo para aglutinar en un nuevo frente popular a todos aquellos que de una forma u otra han atacado y amenazado nuestra convivencia democrática desde la aprobación de la Constitución del 78.

Una falta de total lealtad a los valores más elementales de nuestra democracia le ha llevado a permitir que su vicepresidente Pablo Iglesias, con total absolutismo y autocracia este liderando a comunistas, golpistas independentistas y terroristas contra el Estado. Una sociedad desconcertada y asustada ante tanta muerte y desolación es el caldo de cultivo idóneo para la instauración de un régimen comunista. Pero cuidado, también de un régimen neofascista bajo el yugo de Vox.

Partiendo de las ideas de Hans Kelsen, prestigioso jurista y filósofo austriaco, en su exposición de la Teoría pura del Derecho considera que “La revolución –en sentido amplio, que incluye el golpe de Estado– es toda modificación de la Constitución o todo cambio o sustitución de Constitución que no son legítimos, es decir, que no se producen siguiendo lo dispuesto por la Constitución en vigor”. Así, a lo largo de este año de legislatura, el marco jurídico de nuestro Estado de Derecho está siendo boicoteado desde las mismas instituciones. Lo inédito de esta situación es que en una democracia consolidada como la española, desde la misma Vicepresidencia del Gobierno se esté erosionando a la propia Jefatura del Estado con el fin alinear el camino hacia la instauración de un sistema republicano, simulando en nombre de la democracia un golpe de Estado contra esa misma democracia.

La tan nombrada y necesaria reconstrucción nacional requiere de una estabilidad política e institucional que evoque el espíritu de la Transición. Sin embargo, PSOE y PP se han sumido en una ofuscada y errónea estrategia política de buscar el voto a la izquierda de Podemos o a la derecha de Vox, respectivamente. Y, lo más peligroso, anteponiendo cualquier interés general a sus respectivas cartas de navegación de sus partidos.

El voto cautivo del populismo, tanto izquierdista como derechista, siempre estará en el lado oscuro de nuestra historia, acomplejado y lleno de odio ante los que no piensan como ellos, de ahí su intolerancia y negación de las reglas democráticas, -los voceros de Podemos y Vox escupen la misma bilis en redes sociales-. Un voto minoritario, que nunca se regirá por la razón, frente a la inmensa mayoría social de nuestro país que vota con el sentido común, aceptando las reglas del juego pero entendiendo las alternativas políticas como algo que siempre hay que cuestionar, pues la verdad en un régimen democrático nunca llega a estar determinada.

Una mayoría social, que anhela una alternativa de centro, a la que actualmente le repele tanto la nueva izquierda como la vieja derecha, y sin embargo, ha sido el voto oscilante del razonamiento que otorgó en su día las mayorías absolutas al PSOE y al PP.