El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su entrevista en TVE.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su entrevista en TVE. TVE

La teoría de la estupidez humana aplicada a Pedro Sánchez

Juan Jesús Fernández
Publicada

Hace medio siglo, Carlo Maria Cipolla formuló sus Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana, recogidas años después en su libro Allegro ma non troppo.

Desde su primera línea ("la sociedad se encuentra en un estado deplorable") hasta la última ("el poder destructivo de los estúpidos conduce al país a la ruina"), su teoría es fresca, pertinente y sincrónica con nuestro presente.

Cipolla eleva la ironía y el cinismo a excelsa elegancia, y convierte argumentos que muchos intuimos, todos los días y en todos los tiempos, en axiomas irrefutables. Su idea de partida ("tengo la firme convicción, avalada por años de observación y experimentación, de que los hombres no son iguales, de que algunos son estúpidos y otros no lo son") convierten esta obra descarada en un texto de necesaria lectura al que hemos de aproximarnos predispuestos a la carcajada, pero con respeto al rigor de sus principios.

La idea central no nos hará más felices, es desasosegante y desalentadora, porque aniquila cualquier esperanza sobre la humanidad como grupo social. Sin embargo, una vez asimilada, nos evitará más golpes de los estrictamente necesarios contra la realidad cotidiana: los estúpidos son mayoría y además no son conscientes de su estupidez.

La Primera Ley no deja lugar a dudas, "cada uno de nosotros subestima el número de estúpidos que circula por el mundo". Ante tal bofetada dialéctica, el lector despierto intenta autoexcluirse rápidamente de esa mayoría, pero Cipolla, ataca sin tregua con su Segunda Ley: "La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma".

La estupidez sería como ser rubio, negro, alto, blanco, narigudo, bajo, regordete o esbelto… Se da en la misma proporción en todos los estamentos sociales y niveles intelectuales, pobres, ricos, pastores, abogados, ministros, enfermeros, ingenieros, conserjes, cirujanos, …

Cipolla establece cuatro grupos de individuos en función de las consecuencias de sus actos: "Inteligentes", "Incautos", "Estúpidos" y "Malvados".

Los inteligentes actúan de tal forma que benefician tanto a ellos mismos como a los demás.

Los incautos benefician a los demás, incluso perjudicándose a sí mismos.

Los malvados actúan de forma que sus actos les benefician, pero perjudicando a los demás.

Finalmente, los estúpidos actúan de forma tal que perjudican por igual a ellos mismos y a los demás.
Tras un ameno análisis, el autor llega a la conclusión de que el estúpido es "el tipo de persona más peligrosa que existe, incluso más que el malvado".

Como apéndice a su Teoría, nos propone que la apliquemos a personas o grupos con los que nos relacionamos.
Inmediatamente elijo a Pedro Sánchez.

Obviando cuestiones ideológicas y filias y fobias que en cada cuál provoque el personaje, y sólo bajo el enfoque del economista italiano, ¿en qué grupo encuadraríamos a Sánchez?

De entrada, no es un incauto, ni un estúpido. No es el tipo de persona a la que no le importe perjudicarse a sí mismo para beneficiar a otro. Cualquiera puede repasar los rasgos de su personalidad derivados de su narcisismo y egolatría. Huelga profundizar en lo obvio.

Cipolla nos advierte de que todos podemos comportarnos en algún momento como incautos, inteligentes, malvados o estúpidos. Es la persistencia en algunos actos la que determina la inclusión en uno de los cuatro grupos. 

¿Es Sánchez más inteligente que malvado o viceversa?

La inteligencia, según Cipolla, la demuestra quien persigue con sus actos el bien propio en la misma medida que el de los demás. Quien intentó ganar unas primarias manipulando urnas, con papeletas colocadas previamente en su interior, buscó su beneficio personal provocando el mal de sus adversarios.

Quien prometió no pactar con ciertas fuerzas, lo que le quitaría el sueño, por el bien general y acabó haciéndolo, desentendiéndose del beneficio para la mayoría y buscando el poder personal, es más malvado que inteligente.

Quien prometió traer a España a un delincuente y finalmente cambió las leyes para blanquearlo e indultarlo en perjuicio del interés general buscando el beneficio propio de mantenerse en el poder es más malvado que inteligente. Quien pretende un pacto fiscal que perjudicará a la mayoría, nuevamente para continuar en el poder es, sin duda, inteligente, pero sobre todo malvado.

Llegados aquí cualquiera me podría afear que para concluir que Sánchez es un malvado, no se requiere Teoría alguna, sino la exposición aséptica de su trayectoria y de sus hechos. Cierto. Siempre hubo y habrá malvados. Lo grave es que un malvado ostente la representación de un grupo. Ningún malvado debería de ocupar el poder, porque provocará más daño que beneficio.

Y aquí, nuevamente, Cipolla. Quizás muchos malvados lleguen al poder engatusando a muchos incautos y a otros tantos malvados en busca de una porción del pastel, pero la permanencia del malvado en el poder sólo es posible gracias al grupo social más peligroso y numeroso, el de los estúpidos.