Una foto de Pedro Sánchez y su mujer y otra de la residencia de La Mareta.
Pedro veranea en Lanzarote tocando la lira de Nerón
Mayor incendio que el que ha prendido él en España quemando la constitución del setenta y ocho y todas las leyes orgánicas y ordinarias que la sustentan, para constituirse él mismo en papel legal y moneda de cambio de lo que es lícito, mayor incendio que ese, practicado por un líder elegido, no se ha visto casi nunca en la historia de España. Hasta Fernando VII volvió por la senda constitucional un día.
Pedro es Nerón. Ha quemado la constitución delante de un pueblo que no pelea por su dignidad democrática. Y se ha quedado tan campante como cuando un león depreda a una cebra. ¿Qué puede sensibilizar al presidente desde Lanzarote –a salvo él mismo de incendios– si ha quemado todo el ordenamiento jurídico él solito, pasto de papel mojado para la ambición de un gran depredador, si al pueblo, además, le gustan las cadenas? Los incendios de estos días, por lo demás, le gustan y le aprovechan.
De los incendios de estos días puede decirse que la Administraciones Públicas, en todos los órdenes, demuestran ser siempre una suerte de improvisación y que, cuando los problemas llegan, no somos eficientes. Pasó en la dana y está pasando de nuevo cuando nos quema el fuego. En las inundaciones de Valencia, el abandono del campo en manos de empresas contratadas por la administración dejó los barrancos atestados de piedras, ramaje y escombros, lo que dificultó la canalización del agua.
En los incendios de ahora mismo, los caminos aparecen sin cuidados, porque nadie se ha ocupado de ellos, como nadie se ha ocupado de sanear los cortafuegos, algo que antes, al igual que la limpieza de los barrancos, lo hacían los hombres del campo, que son los que saben. Pero claro, es muy goloso dejar esas labores de campo a empresas que licitan dejando comisiones, en lugar de dejar hacer a los del campo, que lo hacen mejor y, por lo demás, sin cobrar nada.
A Pedro, el incendio le pilla contemplándolo desde Lanzarote porque, sin perjuicio de que no parece haber pérdidas humanas, contempla la devastación que le reportará un aprovechamiento político futuro. Todas las hectáreas de monte quemadas le traerán réditos políticos, dejando calcinados a los líderes políticos locales. Casi todos los incendios afectan principalmente a comunidades autónomas administradas por la estigmatizada derecha de estos días, lo que, luego, él aprovechará para echarle el cuello a los responsables políticos.
Pedro está de vacaciones y se ha llevado la lira de Nerón, para tocar mientras las llamas devastan la credibilidad política de sus opositores y mientras él mismo sigue celebrando el incendio antidemocrático de una Constitución quemada, sin fusibles, que no puede canalizar la convivencia nacional en un proyecto único y que al pueblo tampoco parece importarle mucho.
A los ciudadanos, soberanos legítimos, hace tiempo que les da igual el abandono de los caminos, los barrancos, los cortafuegos y todos los instrumentos que protegían el medio ambiente de una democracia parlamentaria sana. Nuestra dignidad constitucional depende de nosotros, pero nos encantan las cadenas y eso ya lo hemos cantado hace más de un siglo y medio.
Mientras los ciudadanos contemplamos el monte, dejamos a un lado que se obturen los mecanismos de control del poder, damos más importancia a nuestra sombra en el monte, la que ampara nuestra ideología, que al ordenamiento que permite que todos gocemos de espacios de sombra y trabajemos al unísono por un futuro común.
Somos el país más atrasado de la Europa contemporánea, y hemos vuelto a cometer el error de dejar que la política derive en una partida de póker entre caciques. Los partidos políticos han esquilmado la democracia y el juego imperioso de las leyes como naturales ordenadoras de la convivencia. Al igual que el amor, que hay que caldearlo cada día, la democracia requiere que cuidemos los espacios jurídicos que permiten transitar libres por los senderos de la convivencia.
A Pedro ya todo le da igual. El orden democrático no le aprovecha, ni aprovecha a los suyos. Cuanto mayor es la devastación a sus pies, con más fruición tocará la lira. Amparado en la etiqueta políticamente correcta de un partido que tienen presunción ética por encima de los demás, solo tiene que cantar la dulzura que reclaman los oídos, mientras toca la lira contemplando como se devasta la democracia, quizás para que algún día todos pensemos que cualquier otro pasado fue mejor.
Es el líder más nefasto de la historia reciente de este país, al que sostiene un partido fuera del Estado, repleto de una plétora de diputados que sostendrían el hundimiento del país con tal de tener un sueldo de escaño. Un planazo.