Vientre de alquiler.

Vientre de alquiler.

Sobre la gestación subrogada

Alejandro Pérez-Montaut
Publicada

En los últimos días, y cayendo en el pozo de sus propias incongruencias, el Gobierno ha vuelto a regar la semilla de un tema que hace años ya es objeto de debate e interesa por ello a detractores y partidarios: la gestación subrogada.

En 2023 se publicó en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas –algo así como el CIS pero sin maquillaje de datos– un estudio que concluyó entre otras cosas que un 52,9% de la población aceptaría la gestación subrogada como práctica de reproducción en el caso de no tener la posibilidad de concebir, estando incluso más a favor de ello las mujeres. Y un 57,6% piensa que la gestación subrogada debería ser regulada en España.

Nuestros políticos, en su afán de predicar la –o su– verdad universal, condenan la práctica sin siquiera dar lugar a que accedan al debate público las mujeres a las que dicen querer proteger de las garras de la explotación. Y el grueso de la opinión pública, metida en el papel de mamporrera institucional, asienta la difamación intimidatoria como línea de base a partir de la cual construye la entonación dialéctica de su discurso de tertulia sensacionalista de sobremesa, dirigiéndolo hacia padres y madres anónimos que han tenido que recurrir a un proceso cuyo coste psicológico y económico solo conocen ellos.

Obviando los postulados liberales que fundaron Occidente, nuestra clase política –unos por acción y otros por omisión– se ve con la autoridad moral para sentenciar un modelo de familia por no tener este cabida en su cuarteado parapeto ideológico. Se habla de explotación, mercantilización y abuso de las mujeres sin conocer la realidad de un proceso garantista que en los países en los que está regulado se articula en base a una escrupulosa legislación que protege los derechos y libertades de las partes implicadas.

El principal damnificado por el acoso institucional que reciben de continuo estas familias es el menor, al que cada nueva ocurrencia deja más desprotegido y con una penitencia burocrática impuesta al nacer. Y no hablemos ya de las actitudes despreciativas de activistas cerriles azuzados por la polémica que tendrán que soportar estos niños cuando crezcan. Tanto que importa la lucha contra el acoso escolar, deberían parar y reflexionar acerca de si semejante escarnio público puede acabar por dinamitar el bienestar de los miles de menores concebidos mediante gestación subrogada que hoy viven en España felices en el seno de su familia.

Es curioso que este sea un país en el que la condición de hombre o mujer viene dada por un sentimiento que prevalece sobre el cariotipo, y sin embargo la de madre ha de otorgarla sin discusión el proceso fisiológico del parto. La naturaleza es sabia cuando quiere, claro. Se permite que jóvenes de dieciséis años puedan acudir al registro civil a cambiar su sexo e iniciar un tratamiento hormonal que modificará sus cuerpos para siempre, y paradójicamente se prohíbe a una mujer de treinta prestarse libremente y por voluntad propia a ayudar con su cuerpo a unos padres que desean formar una familia.

El tan repetido eslogan Nosotras parimos, nosotras decidimos ha resultado ser otro fracaso utópico más de un feminismo desvirtuado, que, por enésima vez, se utiliza a interés del consumidor como arma arrojadiza para manipular y controlar la conducta social. La mujer queda nuevamente representada en el lienzo de la historia como un ente infantil y frágil sobre el que hay que establecer directrices morales con el fin de que no se equivoque en el camino que se ha trazado para ella. Ni por asomo pueden permitir que una mujer madura, formada y consecuente experimente su plena libertad individual.

Y una última reflexión me gustaría compartir acerca de la contraprestación económica que tantos pseudomoralistas ven como algo inadmisible solo cuando sucede en los procesos de gestación subrogada. Habría que recordarles que el trabajo en sí no deja de ser un contrato a través del cual una de las partes decide entregar su tiempo y su salud física y emocional a cambio de dinero. Un ejemplo ilustrativo quizá sea el de los trabajadores expuestos a la inhalación de polvo de sílice, como mineros o trabajadores de obras públicas. Estos se exponen al desarrollo de silicosis, una enfermedad grave y potencialmente mortal, a cambio de un salario que les permita sobrevivir en este mundo hipócrita e intolerante en el que vivimos. Lo suyo no interesa que se considere explotación. A ellos parece que no les debemos nada.

Animo de corazón a la sociedad civil a decir basta a un autoritarismo oportunista camuflado de falso moralismo. A riesgo de ser cancelado, he de negarme en rotundo a que me impongan una forma de vida y un modelo de familia cuando aquello en lo que creo no daña ni coarta la libertad de terceros. Lo haré, hasta las últimas consecuencias, y me dedicaré en cuerpo y alma a que, si algún día nace, mi futuro hijo o hija habite un mundo en el que la libertad y la tolerancia sean tan naturales como la propia vida.