Pepe Mujica

Pepe Mujica Europa Press

'In Memoriam' José Mujica

Paz Martín
Publicada

Supe de este viejecito simpático con cara y hechuras de castor allá por 2011 cuando era presidente del Uruguay (como solía llamarlo). Me sorprendió la fuerza y clarividencia de su discurso sencillo y humano, dicho con una cadencia cuasi-poética que clausuraba en un lamento profético.

Es curioso como el presidente exhibía con desdén sus humildes pertenencias; el abandono en que las poseía traslucía una personalidad diogenésica, consciente de la falta de tiempo que exige el cuidado.

En su chacra presidencial, después del paseo entre aves de corral, flores y tullidos animales domésticos, sentado en un viejo sillón desvencijado, a gusto en su desorden desafiaba las puertas giratorias, pensiones vitalicias, coches oficiales y asesorías millonarias con actitud burlona, consciente de que tempus fugit y no deberíamos de seguir corriendo.

En esta línea, su sentido del humor se evidenció en el momento en que se refirió públicamente a la FIFA como "una manga de viejos hijos de puta" (tapándose la boca a continuación con gesto de falso autorreproche). Sin complejos, miraba desde arriba a "los de arriba".

Inolvidables son sus consejos a los jóvenes, sus críticas al modus vivendi orquestado por las multinacionales y al consumo inconsciente.

Mujica vivió una vida intensa, coherente y comprometida que adoptó distintas formas con un mismo fondo. Pidió perdón por sus actos violentos y pagó por ello. Alejado de todo lo que contradijera su discurso, predicó con el ejemplo y vivió como pensó. Pepe encontró el secreto de la felicidad en una forma de vida austera y simple: libre de las ataduras del materialismo.

No obstante la tentación, no se dejó embelesar por los cantos de sirena del oportunismo político.

Salvando las distancias, su empeño en cargar las conciencias de sus correligionarios renunciando al derecho a prerrogativas heredadas parece in memoriam de hombres como Julio Anguita, el Califa Rojo, quien, ejemplo de coherencia, renunció a pagas extraordinarias que moralmente no necesitaba.

Con unos puntos suspensivos han resuelto el acontecimiento los medios de información que frecuento, mas su forzada falta de aprecio no convence. Les cuesta dar el brazo a torcer (fuera ideologías) ante la grandeza del personaje.