Sádico, masoquista y salvaje, Francis Bacon el pintor

Sádico, masoquista y salvaje, Francis Bacon el pintor Javier Muñoz

Arte retratos psicológicos

Sádico, masoquista y salvaje, en los límites de Bacon

Un pintor de furor creativo deformado, vengativo e inestable.

12 junio, 2016 03:04

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Fascinante como un hechizo, terrible, perverso, maníaco y víctima. Acercarse a Francis Bacon significa atreverse a contemplar el envilecimiento de la naturaleza humana. Maestro indiscutible de la pintura del siglo XX, rompedor e iconoclasta, Bacon fue un hombre a la deriva que creaba y destruía a su paso, con un furor del inframundo, inconsciente, unido a un refinamiento y una meticulosidad psicópata. Salvaje y refinado, transitó por la vida y el arte sin pudor. Mostró su atracción por el lado oscuro de la existencia y se dejó llevar por él hasta sus últimas consecuencias. Su instinto de superviviente le hizo llegar a viejo como un Fausto escurridizo y libertino lleno de fama y fortuna.

Vamos a adentrarnos en la personalidad de este gran pintor a través de cuadros de diferentes épocas que representan una visión de su psique, de sus ilusiones, su manía y su locura, de su búsqueda errática del éxtasis por sendas tortuosas. Porque esto es lo que representó en sus cuadros, su turbadora y degradada vida interior.

La furia del egoísmo

La inquietante obra Tres estudios para figuras en la base de una crucifixión, de 1944, resulta clave para captar a Bacon. Representa a las furias, las innombrables erinias, diosas de la venganza en la mitología griega, despertando y entonando su canto mágico que encadena a quien lo escucha. La obra está dividida en tres lienzos.

La idea de los trípticos, tan comunes en él, revela una posible disociación. Cada uno de ellos representa una figura central, tres facetas de la furia vengativa en su conciencia que despiertan en Bacon y que buscarán el castigo como redención, otra de las falsas ilusiones que hay de fondo en su manía. La figura de la izquierda parece una mujer postrada que carece de brazos. Su posición revela sumisión y falta de actuación. Algo le tapa el rostro y no tiene boca. Es incapaz de ver, oír o expresarse en su sometimiento.

Así es lo central en Bacon, la expresión de un furor creativo deformado, vengativo e inestable, de una agresividad fiera

La izquierda corresponde simbólicamente a lo femenino y lo femenino en el hombre es lo que denominó C. G. Jung el ánima, sus opiniones sobre el sexo opuesto y su relación consigo mismo. Las opiniones de Bacon sobre lo femenino están deformadas, postradas y son incapaces de expresarse o actuar. Su sensibilidad, su receptividad, su introversión están sometidas, es como la faceta de furia vengativa contra lo femenino y contra sí mismo contenida, agazapada.

Tres estudios de Lucien Freud (1969).

Tres estudios de Lucien Freud (1969).

La figura central está erguida, una base en la que no se apoya nada. En ella la deformación de lo humano resulta más evidente o está más desvelada. Lo único reconocible es una boca abierta que muestra los dientes en una mueca al final de un largo cuello. Así es lo central en Bacon, la expresión de un furor creativo deformado, vengativo e inestable, de una agresividad fiera.

El nombre de la pintura se refiere a una crucifixión que no aparece, una tortura sufrida que está de fondo y justifica el despertar de la furia vengativa

La tercera figura a la derecha es del mismo tipo que las demás, pero tiene la boca abierta por completo, como si estuviese emitiendo un grito desgarrador. La derecha simboliza lo masculino, es decir, la extroversión que grita o puede engullir lo que se acerque. El aspecto extrovertido de la furia rencorosa en Bacon se manifiesta de forma ciega y brutal.

El fondo rojo-anaranjado tiene relación con el propio egoísmo, la primacía del yo indómito, y con las pasiones desbocadas que están de fondo en este hombre. Por último, el nombre de la pintura se refiere a una crucifixión que no aparece, una tortura sufrida que está de fondo y justifica el despertar de la furia vengativa.

La jaula del materialismo

Otra de las ilusiones de fondo en Bacon tiene que ver con su fijación por lo exterior. Estudio de retrato (1949) es un cuadro en el que se ve el torso de un hombre vestido con traje y corbata encerrado en una especie de urna. El prisma rectangular simboliza el mundo exterior, el mundo de la materia. Esta obra es una alegoría del hombre moderno encerrado en el materialismo.

Bacon percibe y vive este materialismo -la sobrevaloración de lo exterior- de una forma desgarrada. El hombre sufre y grita en su encierro, pero no hace nada por remediarlo. Está sentado y le falta la parte superior de la cabeza. La posición del hombre moderno, como Bacon, es estar asentado en ese materialismo descerebrado que le atormenta. Esto mismo se advierte en las obras Autorretrato con silla (1944) o Autorretrato con cuerpo de Lucian Freud (1964), donde se representa a sí mismo en épocas diferentes con la cabeza encerrada en un cuadrado y un cubo respectivamente, que simbolizan el materialismo de su pensamiento existencial.

La carnalidad como aspecto exterior de la sexualidad y la lujuria rodean a este hombre

Otra obra que expresa esta actitud, aunque enfocada en la sexualidad es Pintura (1946). Aquí vuelve a aparecer un hombre como figura central que oculta la mitad superior de la cabeza bajo un paraguas negro. Está rodeado de piezas de carne. En primer plano hay un círculo incompleto sobre el que se apoyan otras dos piezas de carne. La carnalidad como aspecto exterior de la sexualidad y la lujuria rodean a este hombre que voluntariamente esconde su capacidad de ver las cosas y discernir.

Se cubre con el mecanismo de la insensibilidad, “eso me resbala”, “no me calan las cosas”, como una defensa innecesaria. Sólo tiene boca, puede expresar cosas, pero cosas descarnadas, frías. Bacon capta muchas cosas, es un hombre perceptivo, sensible pero está resentido, se vuelca en lo exterior, lo terrenal y en sus adicciones como compensación. Se advierte un machismo implícito en su obra con su desprecio de lo femenino, la introversión, la suavidad, la ternura, para resaltar la penetración, la dureza como alternativa.

Carnalidad homosexual

El cuadro Dos figuras (1953), con su carga homosexual, insiste en el mismo tema. Se ve a dos hombres en una cama uno sobre otro y encerrados en un cubo negro. El cubo, de nuevo como símbolo del mundo exterior, de lo terrenal, tan frecuente en su obra. Y la homosexualidad masculina como expresión de la extroversión máxima en la sexualidad, de la carnalidad como centro del juego amoroso.

Hay una actitud de sometimiento y dominación en la postura de los hombres, que muestra pautas de comportamiento análogas en Bacon. Se sabe de su relación tormentosa con sus amantes, con frecuencia de naturaleza sadomasoquista. El sadismo y el masoquismo son perversiones en la sexualidad que muestran la fascinación por la tortura. El sadismo es la alegría por el mal ajeno, el disfrute ante el sufrimiento de otros, mientras que el masoquismo es la búsqueda del placer a través de la propia tortura.

Las furias continúan su persecución encadenando la vida de Bacon

En ambos casos, una búsqueda de la denigración y la destrucción del bien con el castigo como ilusión de fondo. Las furias continúan su persecución encadenando la vida de Bacon, haciéndole pagar la sangre derramada que no cesa y que aumenta la deuda en una espiral sin fin.

En sus obras tardías Estudio del cuerpo humano (1982) y Estudio de cuerpo humano en movimiento (1982), la naturaleza humana masculina se reduce a unas piernas, un culo y un pene, la expresión de la extroversión y la carnalidad. Lo mismo sucede en Tríptico (1991), en el que se ven dos mitades inferiores del cuerpo humano masculino coronadas con los retratos de Bacon (izquierda) y su amante español (derecha) que entran o salen de un rectángulo negro, el cuarto oscuro. El lienzo central es un amasijo de cuerpos en el interior de la oscuridad proyectando una sombra fuera.

La sombra de la muerte

El rencor se cobra una nueva víctima. El tríptico “Mayo-junio 1973” muestra el suicidio y la agonía de su amante y compañero George Dyer e ilustra este temperamento destructivo en Bacon. En el lienzo de la izquierda vemos un hombre, Dyer, desplomado sobre un retrete, en el de la derecha está inclinado sobre un lavabo y en el central se sujeta la cabeza, con lo ojos cerrados, una bombilla apagada cuelga sobre él y una inquietante sombra negra con forma demoníaca sale de la habitación oscura desplegando sus alas, como una visión de la oscuridad que emana de su amante en el momento de su muerte.

Bacon transitó por el lado oscuro de la realidad, la fealdad, la destrucción, la desgracia

El propio Bacon expresa en una entrevista lo inexorable de su sombrío destino: “En ese sentido, mi vida siempre ha sido un desastre. Todos los que he amado están muertos. O se mataron con el alcohol o se suicidaron. No sé por qué atraigo a ese tipo de gente. Ahí está. No hay nada que puedas hacer al respecto. Nada”.

Bacon transitó por el lado oscuro de la realidad, la fealdad, la destrucción, la desgracia. Se acercó a la oscuridad, a su sombra inconsciente y la retrató en su obra con maestría representando el aspecto ignominioso oculto del ser. La furia vengativa, vieja conocida, que había tenido que respetarle como a Orestes, le acompañó hasta el final, consumiendo su vida interior hasta que colmó su deuda de sangre por los crímenes cometidos.

* Francisco Llorente es psicólogo profundo.