María Teresa, 80 años, en el canal de @jire4.

María Teresa, 80 años, en el canal de @jire4.

Sociedad

María, jubilada, comparte piso con dos estudiantes a los 80 años: "Si no fuera por ellas, no podría sobrevivir"

María Teresa vive sola en Barcelona con una pensión insuficiente, reflejando la precariedad que enfrentan muchos mayores en España.

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Las claves

María Teresa, de 80 años y viuda, sobrevive en Barcelona con una pensión de 840 euros, insuficiente para cubrir los 1.200 euros de alquiler que paga.

Para poder subsistir, comparte piso con dos estudiantes universitarias, aunque legalmente no puede hacerles contrato por las condiciones de su alquiler.

María Teresa trabajó desde los 17 años, pero solo cotizó 11, lo que la deja con una pensión muy baja tras décadas de empleos sin Seguridad Social.

Su caso refleja la precariedad que viven muchos mayores en España, que llegan a la vejez sin recursos suficientes pese a una vida de trabajo.

Muchos imaginan la jubilación como un merecido respiro después de años de trabajo: un tiempo para relajarse, disfrutar y sentirse seguro gracias a un sistema que recompensa el esfuerzo.

Pero la realidad para algunos mayores en España dista mucho de esa imagen idílica. Para muchos, la jubilación no es descanso, sino una etapa marcada por la incertidumbre, la precariedad y la lucha por cubrir lo más básico.

María Teresa, de 80 años, vive sola en Barcelona y conoce bien las dificultades de su día a día. Viuda, recibe una pensión que apenas le permite cubrir lo más esencial, muy por debajo del Salario Mínimo Interprofesional.

Entre la supervivencia y la resistencia

"Cobro 840 euros de pensión y pago 1.200 de alquiler", cuenta María Teresa en una entrevista en el canal de YouTube de @jire4, resumiendo a la perfección el sinsentido de un sistema que, se supone, debería garantizar una vida digna tras la jubilación.

Con una pensión que no alcanza ni para cubrir el alquiler, María Teresa vive al límite. Y aun así, intenta encontrar pequeñas cosas que le aporten felicidad: caminar con sus amigas o hacer ejercicio.

"El único lujo que me puedo permitir es ir al gimnasio a hacer aquagym porque está subvencionado y pago 16 euros", comenta con una mezcla de resignación y gratitud.

Consciente de que sus ingresos no bastan, ha tenido que recurrir a soluciones que la ponen en una situación aún más vulnerable: alquilar habitaciones en su piso.

"Si no fuera porque puedo tener en casa dos chicas universitarias, no podría sobrevivir", admite.

De igual forma, según comenta, no puede hacerles contrato, ya que su alquiler no lo permite legalmente. "Estoy insegura porque no puedo alquilar esas habitaciones a estudiantes, ya que está prohibido", lamenta.

Un pasado que pesa

Aunque María Teresa empezó a trabajar a los 17 años, solo llegó a cotizar 11. Durante mucho tiempo aceptó empleos en los que no estaba dada de alta en la Seguridad Social, una práctica común en su época que, si bien le ofrecía unos euros extra en el momento, la dejó desprotegida de cara al futuro.

"En aquella época, si te ajustabas un poco más con el sueldo, no te daban de alta en la Seguridad Social. Para ir trampeando más, me convenía ganar un poco más y me daba igual", explica.

Hoy, con el paso del tiempo y la llegada de la jubilación, asume su parte de responsabilidad: "No pensaba en la jubilación, no pensaba en el mañana y ahora ha llegado".

Además, según comenta, la subida del coste de la vida no ha hecho más que agravar su situación. "Es horroroso sobrevivir con todos los impuestos y gastos, y la comida está carísima. He dejado de comer pescado", explica con la naturalidad de quien ha tenido que acostumbrarse a prescindir de lo básico.

Una vejez digna

Más allá de su caso particular, María Teresa quiere poner voz a quienes no la tienen. No busca lástima, sino justicia. "Me gustaría tener un amparo por la edad que tengo para sobrevivir", reclama. "No puedo sobrevivir de otra manera. No tengo otros ingresos", añade.

El suyo no es un caso aislado, sino un reflejo de una realidad cada vez más común entre personas mayores que, a pesar de haber trabajado toda su vida, llegan a la vejez sin recursos suficientes.

La base reguladora, los años cotizados y la edad de jubilación son factores determinantes a la hora de calcular una pensión. Pero cuando estos números no cuadran, el resultado puede ser tan duro como el que vive María Teresa.

Antes de terminar, lanza un mensaje directo a quienes toman decisiones: que dejen los privilegios a un lado y empiecen a mirar por la gente. "Que se establezcan salarios dignos en lugar de sueldos desorbitados", exige.