
Imagen de archivo de Arantxa Urretabizkaia.
Arantxa Urretabizkaia, escritora: "La historia de que los viejos nos convertimos en niños es muy práctica porque..."
Arantxa Urretabizkaia alza la voz por una generación que envejece en masa, pero sigue siendo silenciada por ideas viejas sobre la vejez.
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Vivimos un momento histórico sin precedentes: por primera vez, una generación entera está cruzando la frontera de los 80 años.
Así lo señala la escritora Arantxa Urretabizkaia en el podcast 'Vamos Tranqui', destacando una realidad que cambia por completo nuestra manera de entender el envejecimiento.
La longevidad ya no es una rareza; es un fenómeno masivo. Y, sin embargo, nuestras ideas sobre la vejez siguen ancladas en modelos antiguos, pasivos y silenciosos.
Una vuelta al pasado
Urretabizkaia denuncia una contradicción cultural profundamente arraigada: "Nos pasamos la vida dando vueltas a los 20 primeros años de nuestra vida. Yo en mi infancia esto, mi madre aquello, la escuela, lo de más allá...".
Esta mirada nostálgica y constante hacia la juventud no sólo idealiza una etapa concreta, sino que desplaza la atención y el valor de los años que vienen después. En vez de proyectar futuro, nos atascamos en el pasado, como si el crecimiento tuviera fecha de caducidad.

Frente a esa visión limitada, la autora propone una reivindicación de la vejez como una etapa de plenitud, con voz propia y capacidad de decisión. En este camino, hace suyas las palabras de la neurocientífica Rita Levi-Montalcini, quien reconocía sentirse "en la obligación de aportar vida a esos 20 años que la ciencia me ha regalado".
Esta idea trastoca el paradigma habitual de la vejez como un tiempo de retirada: si la ciencia ha ampliado nuestras expectativas de vida, debemos ampliar también nuestras expectativas de participación, creatividad y responsabilidad.
En este sentido, Urretabizkaia advierte del peligro de una narrativa que infantiliza a las personas mayores: "Esta historia de que los viejos nos convertimos en niños es muy práctica, porque los niños son seres sometibles y sometidos".
Al reducir a los mayores a una supuesta fragilidad emocional o intelectual, la sociedad les quita agencia. Y en esa pérdida simbólica de autonomía se justifica muchas veces la toma de decisiones por otros (familiares, instituciones o autoridades) sin consultar a quienes realmente viven esa etapa.
Es más cómodo cuidar a personas a las que no se les reconoce capacidad de decisión. Pero esa comodidad viene con un coste: el silenciamiento. "Es muy fácil cuidar de personas sometidas", recuerda Urretabizkaia, subrayando cómo este modelo invisibiliza las verdaderas necesidades y deseos de quienes envejecen.
Cuidar no debería significar sustituir la voluntad, sino acompañarla y respetarla. La asistencia no puede convertirse en dominación.
Una mirada renovada a la vejez
Frente a este panorama, la escritora plantea una alternativa poderosa: "Estamos en un proceso de inventar una nueva manera de envejecer que incluya nuestra voz y nuestros derechos, que no decidan otros".
Para lograrlo, es necesario transformar no solo las políticas públicas, sino también las narrativas sociales y culturales. Hay que dejar atrás la idea de que la vida "plena" acaba con la jubilación.
La vejez no es un error del sistema, ni un residuo del pasado. Es un nuevo territorio humano, aún por explorar, que exige ser habitado con voz, con derechos y con dignidad. Como bien dice Urretabizkaia, "la capacidad de tomar tus propias decisiones no caduca salvo que tú dimitas". Y si hay algo que esta generación de mayores está demostrando, es que no está dispuesta a dimitir.