Operativos policiales contra células dominicanas en Barcelona y Toledo. A la izquierda, armas incautadas; en el centro, agentes detienen a un miembro de uno de estos grupos; a la derecha, un vehículo del GEO de la Policía Nacional afectado en un tiroteo reciente.

Operativos policiales contra células dominicanas en Barcelona y Toledo. A la izquierda, armas incautadas; en el centro, agentes detienen a un miembro de uno de estos grupos; a la derecha, un vehículo del GEO de la Policía Nacional afectado en un tiroteo reciente. Diseño E. E.

Reportajes CRIMEN ORGANIZADO

De narcopisos en el Raval al sur de Toledo, el imperio de la mafia dominicana a golpe de AK-47 y crimen a la carta: "Van sin freno"

Un tiroteo con el GEO destapa el salto cualitativo del crimen procedente del país caribeño, que ha evolucionado del control de Barcelona a los vuelcos, secuestros y cobros a pistola por toda la geografía nacional.

Más información: La guerra contra el 'narco' se endurece: un sicario muerto en Toledo mientras el policía de Isla Mayor sigue en la UCI.

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La escena que explica el fenómeno ocurrió a vista de cualquiera, en una carretera secundaria de Toledo. Cuatro dominicanos que habían salido de Gijón en un BMW blanco con pistolas Glock fueron interceptados por agentes de la Policía Nacional cuando se dirigían a cobrar, por segunda vez, la deuda de un narco.

Accionaron nueve disparos contra los coches camuflados. Recibieron una respuesta inmediata. Un muerto y tres heridos. Un operativo del GEO que no sólo frenó un ajuste de cuentas, sino que abrió en canal un nuevo modelo criminal que las unidades antidroga ya describen como Crime as a Service [el crimen como servicio]: células dominicanas que venden violencia como un producto.

"Son grupos pequeños, móviles, con armas y dispuestos a usarlas sin cálculo", resumen fuentes policiales. No son una mafia jerárquica, sino núcleos que comparten origen, métodos y una misma cultura del golpe rápido.

Estado del vehículo del GEO de la Policía Nacional tras el tiroteo con la célula dominicana en Toledo.

Estado del vehículo del GEO de la Policía Nacional tras el tiroteo con la célula dominicana en Toledo. E. E.

Un catálogo de servicios que abarca "vuelcos" —robos de droga a otros narcos—, "amarres" —secuestros exprés—, cobros armados y, si hace falta, "dar piso": ejecutar al objetivo señalado por organizaciones rivales.

Su aparición encaja en una tendencia que, según explican a EL ESPAÑOL fuentes de los Mossos d’Esquadra, comenzó hace más de una década en Barcelona y ha ido irradiando hacia el resto del país en silencio.

Primer laboratorio

Los investigadores de los Mossos insisten en el mismo punto: todo empezó en el Raval. A partir del 2010, cuando el fenómeno de los narcopisos se disparó, varias bandas dominicanas irrumpieron en un negocio que hasta entonces explotaban grupos pequeños y desorganizados.

Lo hicieron "con el cuchillo entre los dientes", sostiene un subinspector de la División de Investigación Criminal (DIC) del cuerpo policial autonómico. No pidieron permiso. Entraron. Arrasaron. Y se quedaron.

La ocupación violenta de pisos, las peleas a machete en plena calle, las amenazas a vecinos y los ajustes de cuentas dejaron entonces más de 160 detenciones, muertos y episodios de tiroteos con armas automáticas.

Agentes de el ARRO de los Mossos, en una operación contra los narcopisos de la mafia dominicana en el Raval.

Agentes de el ARRO de los Mossos, en una operación contra los narcopisos de la mafia dominicana en el Raval. EP.

Fue el periodo de expansión de grupos como los liderados por Guadaña, Guiri, Belleza o Gordo —todos hombres de origen dominicano—, que estructuraron un mercado criminal dividido en dueños de narcopisos, jefes de zona, cúpula y suministradores.

Pero más allá del organigrama, lo que preocupó —y aún preocupa— es la cultura criminal importada: individuos que "viven al día, sin planificación, con reacciones irascibles y violentas", en palabras del mismo subinspector.

Muchos de ellos llegaron desde República Dominicana tras ser deportados por Estados Unidos. Violentos con recorrido. Violentos que sabían cómo ocupar y mantener un territorio.

Ese modelo, según los investigadores, es el que se ha reproducido ahora en otras comunidades: pequeños grupos autónomos capaces de establecerse, desaparecer y reactivarse donde convenga.

Asturias, base tranquila

El caso de Gijón, destapado con el tiroteo de Toledo, ha puesto al descubierto la fase actual de esta expansión: ocultarse en zonas frías para operar en zonas calientes.

La célula dominicana vivía en barrios como La Arena, Las Mestas o Montevil, donde regentaban un bar que no levantaba sospechas. "Sólo llamaban la atención los cochazos", explicaron los vecinos a la prensa local. El resto era silencio.

Asturias era perfecta: lejos de los grandes focos del narcotráfico, poca presión policial especializada y una presencia discreta que les permitía moverse sin ruido.

Desde allí ofrecían sus servicios a bandas de Galicia, Madrid, Castilla-La Mancha o la costa mediterránea. Una empresa criminal en ruta: cobrar, intimidar, acompañar cargamentos armados o realizar un encargo exprés. Lo que se paga, se hace.

Los investigadores de la Guardia Civil tratan de averiguar si esta misma célula es la responsable de otros casos aún sin resolver en Asturias, como un ajuste de cuentas en Lugo de Llanera y un tiroteo en una discoteca de Oviedo, según avanzó el periódico La Nueva España.

Crimen externalizado

El salto cualitativo que más inquieta ahora a las unidades antidroga tiene que ver con la profesionalización. Si en Barcelona impusieron su ley a machetazos y en Asturias perfeccionaron la discreción, en el resto del país han consolidado un modelo que los investigadores definen como crimen externalizado.

Grupos que no buscan controlar un barrio ni dirigir una red de venta, sino ofrecer violencia a demanda. Fuentes policiales explican a EL ESPAÑOL que estas células actúan como "equipos de trabajo" capaces de adaptarse a cualquier encargo: desde presionar a un objetivo para cerrar una deuda hasta asegurar un transporte armado o intervenir en disputas entre organizaciones rivales.

Ese catálogo, que en su día les permitió dominar los narcopisos del Raval, se ha transformado en un servicio que hoy contratan organizaciones marroquíes, albanesas, colombianas o españolas.

Armas de guerra

Lo que más alarma no es sólo esa movilidad, sino la naturalidad con la que portan y utilizan armas de fuego. En los dos últimos años se han incautado pistolas automáticas Glock y armas largas vinculadas a distintos núcleos dominicanos.

El tiroteo de Toledo —nueve disparos contra agentes en una carretera aislada— es, según mandos policiales, únicamente el episodio visible. "No tienen freno. Si toca disparar, disparan", resume un investigador.

Ya en septiembre de 2022, un informe interno de la Policía Nacional alertó de que la invasión de Ucrania podía provocar un aumento del tráfico ilícito de armas en Europa, procedentes de arsenales descontrolados de ambos bandos del conflicto. Armas de guerra que podían terminar en manos de grupos criminales en países como España.

Desde entonces, Interior ha aprobado ciertas adquisiciones para reforzar la protección de los agentes, pero los sindicatos policiales sostienen que ese refuerzo es insuficiente ante el armamento que ya manejan algunas organizaciones dedicadas al crimen.

Detención en 2024 de Joel Ambiorix P. G., conocido como La J, en San Sebastián de los Reyes.

Detención en 2024 de Joel Ambiorix P. G., conocido como La J, en San Sebastián de los Reyes. CNP.

Viejos nombres

La evolución del fenómeno se entiende mejor a la luz de algunos nombres propios que han marcado el ritmo de estas células en España. "La J" (Joel Ambiorix Pimentel García), detenido en Madrid en 2024, dirigía una red implicada en asesinatos, tráfico de cocaína y blanqueo con ramificaciones en Santo Domingo.

"Guatey" (Daneury Tejeda Santana) fue extraditado tras un homicidio en República Dominicana en un caso que la Policía Nacional considera ejemplar en cooperación internacional.

"Nino Come Mezcla" (José Hamilton Ureña), investigado en la Operación Halcón IV, actuaba como enlace entre células locales y estructuras dominicanas dedicadas al sicariato y los cobros armados.

No son excepciones. Según datos oficiales, casi 1.900 ciudadanos dominicanos cumplen condena en España, una cifra que Interior considera "muy elevada" en proporción al tamaño de esta comunidad.

Algo que, por otro lado, va mucho más allá del fenómeno de las bandas juveniles que afecta a Madrid y a otras provincias. Los DDP y los Trinitarios —dos de los grupos más activos en peleas, ajustes y agresiones de armas blancas en entornos urbanos— operan en otra escala y con otra lógica: la del control territorial, la exhibición y la identidad juvenil.

Lo de las células dominicanas es distinto. No buscan notoriedad ni ocupan parques o plazas; no marcan presencia en redes sociales ni compiten por prestigio callejero. Lo suyo es el negocio, la discreción y la violencia profesionalizada.

Mientras las bandas juveniles funcionan como estructuras de reclutamiento precario y simbólico, estas células trabajan como unidades autónomas que venden servicios al mejor postor. Son fenómenos relacionados en su origen, pero radicalmente distintos en su impacto.

Un agente de la Guardia Civil cachea a un joven en un control para prevenir la violencia entre bandas juveniles en febrero de 2022.

Un agente de la Guardia Civil cachea a un joven en un control para prevenir la violencia entre bandas juveniles en febrero de 2022. Alejandro Martínez Vélez Europa Press

Un espacio sin miradas

Durante años, las unidades de inteligencia pusieron el foco en otros actores: las mafias albanesas en los puertos, las redes marroquíes del hachís, los clanes gallegos vinculados a la cocaína o las organizaciones chinas de marihuana.

Mientras tanto, las células dominicanas crecieron en un espacio intermedio, lejos del radar mediático y judicial, pero con una violencia constante.

Lo que describen ahora los Mossos, la Policía Nacional y la Guardia Civil no es una moda ni una fotografía puntual, sino la consolidación de grupos pequeños, móviles y extremadamente violentos, capaces de desaparecer y reactivarse según la demanda.

Células que no responden a una estructura piramidal, pero sí comparten un origen, un método y una misma cultura del golpe rápido. Y que ya no operan solo en la ciudad donde comenzaron a reinar.